H¨¦roes

Ya ha empezado el juicio contra el atacante de Milud Jedari, aquel argelino que perdi¨® un ojo y una pierna al caer al metro por ayudar a una dama en apuros. A Milud, ya saben, le convertimos de la noche a la ma?ana en h¨¦roe rutilante con ese amor que tenemos los humanos por los cuentos de hadas. Se le dieron medallas, apoyos econ¨®micos y, lo mejor de todo, papeles en regla, con lo cual le s¨¢camos de la marginaci¨®n y la ilegalidad, si bien con alg¨²n cachito menos de su anatom¨ªa.Ahora la abogada del agresor, que es portugu¨¦s y probablemente un pobre pringado, como en su d¨ªa lo fue Milud, ha vuelto a resaltar que el argelino hab¨ªa tenido varios encontronazos con la ley, y que dos semanas antes de aquel asunto hab¨ªa sido detenido acusado de robo con violencia e intimidaci¨®n. Me temo que aquel Milud atracador , en fin, no nos hubiera ca¨ªdo muy simp¨¢tico. "Estaba pasando un momento muy malo", explic¨® ¨¦l. Probablemente al Milud heroico, con papeles, con un cuarto alquilado, con empleo, con dinero en el bolsillo y acariciado por la mirada benevolente de sus vecinos, le parezca hoy mentira haberse dedicado a esas tropel¨ªas hace apenas un ano. Desde la integraci¨®n social, las negruras de la desintegraci¨®n siempre resultan bastante incomprensibles.

Seguro que Milud es un chico estupendo, y adem¨¢s ha pagado un alto precio para sobrevivir. No es ¨¦l quien me preocupa sino nosotros: o, para ser exactos, lo estereotipado de nuestra mirada. Acaban de detener a un angole?o que intent¨® asaltar una cafeter¨ªa madrile?a: se ech¨® un paraguas a la cara como si se tratara de una escopeta y exclam¨®: "?Arriba las manos!". Seguro que este pobre angole?o nos parece poco menos que basura, y, sin embargo, tambi¨¦n ¨¦l est¨¢ hecho (como t¨², como yo) de la simple, azarosa materia de los h¨¦roes.