Las edades de la materia
Formar la materia. La mano es un aliado del cerebro, la mejor soluci¨®n para pasar de la teor¨ªa a la pr¨¢ctica. Gracias a ella, una idea puede llegar a convertirse en un objeto. Un prehom¨ªnido descubre bien pronto que ciertas prestaciones de la mano se prolongan con la ayuda de algo nuevo: el concepto herramienta. El material m¨¢s inmediato es la piedra... y as¨ª se inicia la edad de piedra. La piedra se busca, se selecciona y luego, con un poco de gracia, se le da la forma adecuada. Encontrar y formar, eso es todo. Hace dos millones de a?os, la industria l¨ªtica ya exist¨ªa. La mano se super¨® a s¨ª misma para percutir, raspar, machacar. Pero otras funciones como cortar, pescar o arar todav¨ªa eran, hace cinco mil a?os, pero que muy mejorables... Transformar la materia. El metal confirma algo que la piedra s¨®lo sospecha: un buen filo. Pero, a diferencia de las piedras, el bronce no es natural, no yace en la naturaleza. Primero hay que buscar cobre y esta?o, extraer los minerales, luego purificar por separado, alear con sabidur¨ªa y, s¨®lo entonces, moldear con intenci¨®n. Se inicia as¨ª la edad del bronce. La alquimia lo sue?a y la qu¨ªmica lo consigue: los materiales se combinan para dar lugar a otros distintos de propiedades imprevisibles. Se buscan cosas que no se encuentran y se encuentran cosas que no se buscan, pero, combinando combinaciones con un poco de ingenio, se logran proezas como fotografiar detalles ¨ªntimos de una bacteria o los confines de la galaxia. Transformar antes de formar. A la. prolongaci¨®n de la mano sigue ahora la prolongaci¨®n de los cinco sentidos. Se accede a lo invisible por peque?o, a lo invisible por grande. No tanto a lo invisible por complejo...
Inventar la materia. Con la extensi¨®n de la percepci¨®n, el conocimiento bucea en la materia hasta sus partes m¨¢s fundamentales, all¨ª donde se guarda la informaci¨®n de su peculiar identidad. Ya no se trata s¨®lo de la cocina macrosc¨®pica de materias preexistentes; ahora es posible dise?ar con las mol¨¦culas. Se empieza por desear una lista de propiedades y luego se inventa el material que las re¨²ne. Se encargan materiales a la carta: aerogeles, semiconductores, superconductores, cristales l¨ªquidos, ferrofluidos, cer¨¢micas magn¨¦ticas... Informar antes que transformar o formar. A la prolongaci¨®n de la mano y la percepci¨®n sigue ahora la prolongaci¨®n del cerebro. Una computadora no es un cerebro, pero extiende muchas de sus funciones m¨¢s penosas y limitantes: el c¨¢lculo y la simulaci¨®n. ?Inventar tambi¨¦n materia viva? Parece una tarea reservada a los dioses. Pero la mano ya alcanza a hurgar en el mundo de lo invisible por peque?o y de lo invisible por complejo, y lo cierto es que ya sabemos c¨®mo copiar o c¨®mo corregir a los dioses...
El primer ¨²til de piedra, el primero de bronce y la primera oveja cl¨®nica sirven entonces como s¨ªmbolos de las tres edades de la humanidad. La materia viva transmite la informaci¨®n de dos maneras: gen¨¦ticamente (por los genes a trav¨¦s de la herencia) o culturalmente (por cualquier otro m¨¦todo). La oveja Dolly es una muestra m¨¢s de una reciente y radical novedad surgida del cortocircuito entre la informaci¨®n gen¨¦tica y la informaci¨®n cultural. Entre los humos de este chispazo asoman indicios de nuevos beneficios y de nuevos cr¨ªmenes. La chispa ha tardado casi 4.000 millones de a?os en saltar, y nosotros, que s¨®lo vivimos unas pocas d¨¦cadas, la hemos visto saltar.
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