Los toros no se caen (en el tr¨®pico)
GERM?N CASTRO CAYCEDOLos toros espa?oles se caen. Los que se lidian en Latinoam¨¦rica, no. La naturaleza cuenta. Los campos, y las puyas, tambi¨¦n.
Que no se cae. Verdad: no se cae. Usted ve lidiar a este toro del tr¨®pico en plazas ubicadas a m¨¢s de 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar y observa que, generalmente, en el momento de enfrentar el estoque de muerte, no ha sacado la lengua.No s¨¦ si ser¨¢ mejor o peor que sus ancestros, pero me consta que tiene m¨¢s movilidad porque, entre otras cosas, durante la crianza se le ha dejado a su aire, y cuando llega a los cuatro a?os y cinco yerbas -buenas yerbas- tiene 480, 520 kilos, pero carga sobre los costillares con 50, con 70 kilos menos que aqu¨¦l. Por naturaleza, el toro de lidia nunca ha sido un mastodonte.
Dejarlo a su aire es dejarlo en armon¨ªa con la naturaleza. Es criarlo en los contrafuertes de los Andes, una sucesi¨®n de monta?as agresivas, intensamente verdes durante todo el a?o, que se acurrucan bajo las moles de la cima, a 5.000, 6.000 metros de altitud. A este tapete verde le dicen los ge¨®grafos "h¨²medo premontano", porque recoge el agua que se acumula arriba y viene a romper aqu¨ª, en millones de caudales cristalinos.
Y h¨²medo tambi¨¦n porque durante una parte del d¨ªa est¨¢ embozado entre la niebla. Existe una simbiosis entre la niebla y el bosque. Entre el bosque y los pastos: fuertes, cargados de prote¨ªnas gracias a la energ¨ªa solar, porque, como estamos sobre la l¨ªnea ecuatorial, el sol cae a plomo, vertical, calcinante durante 12 horas al d¨ªa: de las seis de la ma?ana a las seis de la tarde. Entre el 1 de enero y el 31 de diciembre. Todo el a?o, "los aires son perfumados como los de abril en Sevilla" (Crist¨®bal Col¨®n, en el diario de su primer viaje a Am¨¦rica). Y es as¨ª. No tenemos estaciones.
La primera vez que vi el campo en Espa?a era abril. La yerba estaba verde, pero a finales de junio las tierras comenzaron a cobrar un tono pardo. En octubre, la oto?ada fue buena y la pradera estaba viva, pero pareci¨® nuevamente con el fr¨ªo de mediados de noviembre.
Aqu¨ª, el pasto es precoz. El ganado devora un potrero y a los tres meses y medio est¨¢ nuevamente alto. La biomasa se multiplica como en ninguna otra parte del mundo y, por tanto, es menester utilizar tamo, paja de trigo o de cebada en ciertas ¨¦pocas del a?o para suplir la necesidad de fibra en la alimentaci¨®n del toro.
Hace menos de un lustro, la sequ¨ªa prolongada cuarte¨® los campos de Andaluc¨ªa y vi que en algunas dehesas aprovechaban la poda del olivo (ram¨®n) para alimentar al ganado. En esta parte del tr¨®pico, un a?o de secano es muy at¨ªpico. Se recuerda una temporada en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas.
Esto quiere decir que acaso el toro de lidia colombiano sufre menos durante el crecimiento, porque si hay verde tambi¨¦n hay leche durante todo el a?o y la lactancia de los cr¨ªos es ¨®ptima. A este toro que tiene yerba natural desde cuando nace hasta cuando muere, durante el ¨²ltimo a?o se le da un pienso que, a diferencia del espa?ol, es menos balanceado, pero m¨¢s rico en carbohidratos. Cuando cumple tres a?os, el ganadero cree que cuenta ya con una buena masa muscular y entonces busca suministrarle un mayor n¨²mero de calor¨ªas, porque sabe que ¨¦stas representan energ¨ªa.
Salvo algunas excepciones, este toro que vino de la marisma y de Los Bolsicos, en Badajoz, se cr¨ªa en Colombia a 2.600 metros. ?A cu¨¢ntos est¨¢ la marisma? Al nivel del mar. ?Y Los Bolsicos? No debe asar de los 300 metros de altitud. Este toro del tr¨®pico es vecino del c¨®ndor.
En nuestro medio, las fincas son extensas. Muchas de ellas fueron terrenos bald¨ªos hasta hace pocos a?os, por lo cual su precio era bajo y los ganaderos adquirieron grandes extensiones. Hoy, la dehesa ganadera promedio en Colombia mide unas 500 hect¨¢reas. El espacio a¨²n no representa una carencia para el criador. Y como las tierras son escarpadas, los toros se mueven permanentemente por los riscos. Por sucesiones de monta?as. Suben y bajan. Cuando la niebla est¨¢ emergiendo, usted los ve por encima de las nubes y en la prima noche -que son las seis y media de la tarde- se hallan al fondo, en su querencia, no lejos de la estancia de donde viene el pienso, a unos 100 metros por debajo de la cota hasta la cual treparon en la ma?ana para buscar la piedra donde se afilan los pitones: son como atletas que desde ni?os van fortaleciendo los remos traseros y desarrollando el tren delantero a medida que los ejercitan para vencer la naturaleza. Seg¨²n los conocedores, la topograf¨ªa y la alimentaci¨®n les dan un desarrollo muscular ¨®ptimo.
Para los criadores, el toro del tr¨®pico se asimila al venado, un ciervo que tambi¨¦n se cr¨ªa en los riscos. "?Alguna vez usted ha visto rodar por tierra a un venado?", preguntaba una tarde Antonio Garc¨ªa, propietario de Vistahermosa, una de las dos ganader¨ªas de mayor solera en Colombia.
Antonio es hijo de Francisco, el primer experto en la crianza del toro de lidia que lleg¨® a estos parajes. Francisco fue hijo de un mayoral nacido en las dehesas del conde de Santacoloma. Naci¨® en Puebla del R¨ªo, a un paso de Sevilla, pero se cri¨® entre toros bravos y fue tambi¨¦n mayoral del conde, y en 1925 se vino a Am¨¦rica con una punta de vacas y cinco toros de esa divisa. Los primeros de lidia que desembarcaban en Cartagena de Indias. (Dos siglos antes, los jesuitas hab¨ªan tra¨ªdo ejemplares de Carri Quirri, aquellos toros navarros, reunidos, de cuerna pareja y pezu?as finas, y los pusieron a vivir en la Orinoqu¨ªa, unas llanuras desconocidas a¨²n para nosotros, lejanas del centro del pa¨ªs, y con el correr de] tiempo se hicieron libres y, por tanto, rebeldes. Es decir, se hicieron cimarrones, y con ellos naci¨® aqu¨ª la fiesta brava por all¨¢ en el Siglo XVIII).
Pues mire usted: en Colombia a¨²n no hay una gran demanda de toros de lidia. En lo que llamamos "temporada grande" deben darse unas 50 corridas en plazas de primera categor¨ªa. Eso quiere decir que el ganadero puede seleccionar a su gusto y, dig¨¢moslo sinceramente, el empresario no tiene mucho de donde escoger. En otras palabras, el criador no ha necesitado cambiar los par¨¢metros de selecci¨®n para que le compren sus toros y, por tanto, no exagera en el peso y en el trap¨ªo. Sabe que si, por ejemplo, intenta darle mayor volumen a su caja tor¨¢cica saca al toro de su naturaleza. O, como dicen los entendidos, altera su fenotipo.
Otro par¨¢metro de selecci¨®n en estas tierras es la conserva ci¨®n del temperamento -?fiereza?-, de manera que cr¨ªan un toro m¨¢s correoso, m¨¢s ¨¢gil, con m¨¢s movilidad. ?M¨¢s molesto? Desde luego que s¨ª, por que conlleva algo de peligro y hay que dominarlo, hay que so meterlo y hay que jugar con la vida cuando se est¨¢ enfrente de ¨¦l. Visto por un empresario com¨²n en Espa?a, no debe ser un toro comercial. Otra verdad es que la afici¨®n colombiana es diferente. Se trata de un p¨²blico para el cual, ah¨ª s¨ª es cierto, la plaza es una fiesta y va a divertirse, a pasarlo bien. En estos tendidos generalmente no se desahogan las penas, sino que se sacan a flote las alegr¨ªas. ?Peor? O mejor. Sencillamente es un concepto diferente de Ia fiesta. "El p¨²blico de Colombia no est¨¢ a¨²n preparado para soportar al toro de Madrid", escrib¨ªa hace un par de d¨ªas V¨ªctor Diusab¨¢, un revistero taurino, luego de apagar su aparato de televisi¨®n.
Pero, volviendo al comienzo, aqu¨ª, los toros no se caen.
-?C¨®mo se van a caer si no los pican?
-Hombre, que s¨ª los pican. Los pican, y los pican bien. Por la televisi¨®n yo he visto sitios donde se caen antes del primer tercio. Lo que sucede es que una vara en Colombia puede equivaler a dos y algunas veces a tres en Espa?a, porque aqu¨ª la suerte es muy prolongada. O, si usted lo quiere, muy poco bizarra: entra el toro, el picador pone su caballo a caminar. Y camina y camina y da un giro y le tapa la salida -a eso lo llaman la carioca- y, a medida que el caballo va andando, el toro sufre m¨¢s da?o. Se le desgarra m¨¢s... ?Dos varas! En cambio, en Espa?a, ¨¦sa es una suerte gallarda.
-Pero, ?por qu¨¦ no se caen?
-Secretos de la naturaleza.
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