El arte de embrollarse
En sus memorias, recientemente publicadas en Francia, Jean Fran?ois Revel asegura que aquello que m¨¢s le llam¨® la atenci¨®n, en sus contactos subalternos y fugaces con la pol¨ªtica pr¨¢ctica, no fue la existencia de inmoralidad sino el espesor de la mediocridad. La inmoralidad supone zonsiderar que el buen fin justifica cualquier medio mientras que la mediocridad supone que el fin carece de sentido o ni siquiera existe.?A qu¨¦ razones hay que atribuir la asiduidad del Gobierno en sumimos en el embrollo? Por descontado es posible hacer una interpretaci¨®n conspiratorial que siempre ser¨¢ esbozada por quienes, como los socialistas, se sienten acosados. Guerra, aficionado a ese g¨¦nero de versiones, llega hasta la supuesta exquisitez de atribuir la conjura nada menos que a cardenales. Pero debiera recordar la sentencia de Arist¨®teles: atribuir un fen¨®meno a causas oscuras suele ser considerado como una demostraci¨®n de inteligencia, pero ¨¦sta es mucho m¨¢s aparente que real.
Las cosas tienen una explicaci¨®n m¨¢s sencilla, aunque pueda parecer tambi¨¦n m¨¢s ben¨¦vola. Quiz¨¢ -Dios no lo quiera- un d¨ªa se descubra que el embrollo organizado en la Fiscal¨ªa se debe a un oscuro designio de la ministra de Justicia, pero la interpretaci¨®n que se trasluce m¨¢s a las claras es que su incompetencia resulta meridiana, abrumadora, omnipresente y repetida hasta la saciedad. De cada situaci¨®n conflictiva saca otra peor con el agravante de que pretende ser un genio de la pol¨ªtica al sustituir la bronquitis que fue Poyatos por la lepra en que va a consistir Fungairi?o. En ello se adec¨²a de modo perfecto a la forma de actuar del portavoz del Gobierno. Y esta cr¨ªtica no se hace en absoluto, desde una actitud de cerrada oposici¨®n sino m¨¢s bien desde una postura de centro que desear¨ªa que el gabinete salido de las elecciones durara un tiempo suficiente. Pero para ello ser¨ªa preciso librarse de los manifiestos casos de incompetencia. S¨®lo un entusiasta de Felipe Gonz¨¢lez, dispuesto a olvidar cualquier escr¨²pulo, puede justificar el mantenimiento de Mariscal y Rodr¨ªguez en sus puestos. En especial, cuando a cualquier per sona se le ocurren, a bote pronto, decenas de posibles sustitutos razonables y capaces de de sempe?ar su puesto con una competencia que favorecer¨ªa a su patr¨®n.
A los fiscales lespreocupa la legalidad del nombramiento de Fungairi?o, pero al autor de este art¨ªculo todav¨ªa le angustia m¨¢s la inconsecuencia en el terreno pol¨ªtico. Un Gobierno de centro-derecha debiera partir del respeto a las instituciones y a la realidad social, pero ¨¦ste, que lo proclam¨® en las elecciones, ha decidido olvidarlas en cuesti¨®n de segundos. ?C¨®mo se va a tomar en serio el nombramiento de los miembros del Consejo del Poder Judicial por los propios jueces cuando en la pr¨¢ctica se trata a manotazos a los fiscales?
Resulta, adem¨¢s, la ant¨ªtesis de lo que debiera ser una sensibilidad de centro ese af¨¢n pendenciero que est¨¢ empezando a convertir a los voceros del PP en unos pelinazos. Cuando la inexperiencia o la incompetencia le lleva al Gobierno a meterse en un embrollo gratuito trata de salir de ¨¦l por el procedimiento de ningunear el problema -la sonrisa- o de recordar que el pasado todav¨ªa fue peor. Aunque en eso pueda tener raz¨®n, el argumento demuestra una pobreza y una irresponsabilidad desoladoras. No s¨®lo la existencia previa de Eligio Hern¨¢ndez no justifica llamar tremendistas a todos los fiscales de Espa?a, sino que ya se puede calcular lo que con estos antecedentes podr¨ªa hacer el partido de la oposici¨®n al volver al poder.
Estas dosis, cada d¨ªa m¨¢s fuertes, de incompetencia, y agresividad perjudican a un Gobierno al que muchos deseamos en su momento el mejor ¨¦xito. Por desgracia, de todo ello parece deducirse que Aznar no es Su¨¢rez y para ello basta con establecer un paralelismo. De Su¨¢rez se dijo en su d¨ªa que hab¨ªa cumplido a la perfecci¨®n aquella sentencia de Maquiavelo: ser capaz de sorprender d¨ªa a d¨ªa, a los ciudadanos; Aznar, m¨¢s que sorpresas brillantes, nos proporciona sustos. Su¨¢rez no acos¨® a ese adversario en situaci¨®n dif¨ªcil como era el PSOE de 1979 y Aznar ha llevado su voluntad de hacerlo hasta el pacto "contra natura". Su¨¢rez oblig¨® a que su partido absorbiera tensiones en perjuicio propio y Aznar las multiplica sin ninguna necesidad. Aznar no es Su¨¢rez: cada d¨ªa se parece m¨¢s a la imagen que ¨¦l mismo ten¨ªa, en la oposici¨®n, de Felipe Gonz¨¢lez.
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