Federico va al cine
Hubo una vez un sue?o que afect¨® en Europa a escritores. Sin llegar al extremo de Proust, que aisl¨® su despacho con l¨¢minas de corcho, o de Aleixandre, que escrib¨ªa sin salir de la cama, el escritor prefiere la vida sedentaria; el arte ya se busca por otro lado a los hombres y mujeres de acci¨®n: escultores, cantantes" actores. En medio del reposo que reina en la casa de la escritura, lleg¨® un d¨ªa el movimiento del cine, algo que no era a¨²n nada pero ten¨ªa trazas de poder acabar con todo, y encima con oropel circense y ¨¦xito de p¨²blico. Muchos se asustaron y cerraron al nuevo invento las puertas y ventanas de su palabra; otros m¨¢s juguetones, m¨¢s listos, m¨¢s curiosos, no tuvieron recelo en seguir el vuelo de las tartas de crema c¨®micas o aguantar la mirada penetrante de la vampiresa. La historia de esa fascinaci¨®n intelectual por el lenguaje deportivo, gesticulante, casi no-art¨ªstico en sus or¨ªgenes, ya se est¨¢ escribiendo en libros y debates sobre un tema que se ha puesto de moda, literatura y cine. Pero queda una parte maldita del ensue?o por despertar.Hace m¨¢s de un a?o apareci¨® en Francia el m¨¢s hermoso libro de cine que conozco, el m¨¢s ferviente acto de celebraci¨®n de los famosos 100 a?os de honradez cinematogr¨¢fica. Se titulaba Anthologie du cin¨¦ma invisible (Ediciones Jean-Michel Place, Par¨ªs) y a lo largo de 700 p¨¢ginas dise?adas con hermosa originalidad el compilador Christian Janicot recog¨ªa 100 guiones de cine de escritores y artistas pl¨¢sticos nunca realizados. Entre los cinco textos espa?oles estaba, naturalmente, el de Garc¨ªa Lorca, un Viaje a la luna que el poeta escribi¨® en dos d¨ªas de Nueva York animado por el cineasta de vanguardia y pintor mexicano Emilio Amero, quien parece que lleg¨® a poner en marcha el proyecto, sin m¨¢s realidad. Influido tal vez por la reciente pel¨ªcula de Dal¨ª y Bu?uel Un perro andaluz (estrenada en Par¨ªs en junio de 1929; la sinopsis lorquiana es de fines de ese a?o o comienzos de 1930) y desde luego por las convulsiones ps¨ªquicas del surrealismo y las formas m¨¢s mudas y sincopadas del cine, al que Lorca, como Alberti, Ayala, Corpus Barga o el propio Aleixandre tan aficionado fue, Viaje a la luna tiene, junto a los brillos propios del genio del granadino, un atrevido, por no decir imposible, aire de ¨¦poca que lo asemeja a muchas de las fenomenales fantas¨ªas del libro de Janicot.
Pero ahora, mientras un director de cine est¨¢ rodando el hasta hoy tambi¨¦n invisible Babaouo de Dal¨ª, otro impetuoso catal¨¢n, el pintor y escen¨®grafo Frederic Amat, prepara la plasmaci¨®n cinematogr¨¢fica del Viaje a la luna, en una iniciativa que cuenta ya con el apoyo de la Sociedad de Autores y de Canal +, pero no de TVE ni del aguerrido Ministerio de Cultura, que no acaba de saber qu¨¦ hacer con los actos y los dineros del inminente centenario Lorca.
He tenido ocasi¨®n de examinar el story-board realizado por Amat, muy buen conocedor del mundo lorquiano, ya que a ¨¦l se deben las extraordinarias escenograf¨ªas de los montajes de Lluis Pasqual de El p¨²blico y Haciendo Lorca, la primera en colaboraci¨®n con quien fue el gran amigo y maestro de Amat, Fabi¨¤ Puigserver. Se trata de un desciframiento muy sugerente del hermetismo, tan lleno de claves autobiogr¨¢ficas, del texto original, hecho adem¨¢s con gran inteligencia y belleza pl¨¢stica. Amat, que ha logrado interesar en su proyecto al trompetista de jazz Wynton Marsalis y al director de fotograf¨ªa Javier Aguirresarobe, afirma ver tras el frondoso irracionalismo del Viaje a la luna "una l¨®gica po¨¦tica absoluta". Hace muchos a?os L¨¦vi-Strauss, otro intelectual apegado a la gran pantalla, confes¨® que para ¨¦l el cine era la "substancia de los sue?os". ?Haremos de 1998 un a?o santo lorquiano o el tiempo en que los imposibles de Federico cobren realidad en una realidad mortecina que los necesita m¨¢s que nunca?
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