Ya huele a San Ferm¨ªn
No es que el santo huela. Se dice que huele a San Ferm¨ªn por las ganas de que lleguen las fiestas; y algo especial y estimulante flota en el aire.Suele darse a partir de los primeros d¨ªas de junio. La rutina de la vida ciudadana se ve cambiada en esas fechas porque una brigada de trabajadores con mono azul aparece por la cuesta de Santo Domingo y por la plaza de Rochapea y comienza a descargar maderos de un cami¨®n.
La primera operaci¨®n consiste en abrir los agujeros del suelo que durante el resto del ano han permanecido tapados. Poco a poco van encajando en ellos los pies derechos destinados a sostener los largueros que cierran las calles por donde pasan los toros del encierro. Al percibir el p¨²blico -pamplon¨¦s estas labores casi artesa?ales, se da cuenta -como si despertara de un letargo- de que faltan pocos d¨ªas para las fiestas.
Tambi¨¦n por estos d¨ªas la actividad de la administraci¨®n de la Casa de Misericordia se ve aumentada por el movimiento de encargo de entradas, que ya no quedan, puesto que todas se venden en la renovaci¨®n del abono.
Quince a?os atr¨¢s estos encargos ten¨ªan sentido porque los billetes no se terminaban en el abono. Uno de nuestros residentes, que prestaba servicios de portero en la casa y que en su juventud vivi¨® exiliado en Francia, cuando ve¨ªa entrar a alguien con aspecto de forastero, le preguntaba: "?Entrad¨¦s para les tor¨¦s?", y le se?alaba la puerta de la administraci¨®n.
Otro residente bohemio, que cuando se cansaba de vivir con orden tomaba el portante y no aparec¨ªa hasta que su cuerpo no pod¨ªa soportar el r¨¦gimen de libertad, volv¨ªa de una de estas aventuras cuando en la puerta se encontr¨® con el celador que le atend¨ªa en sus necesidades y al que con frecuencia sacaba de sus casillas. Este, al verle, le espet¨®: "?Ad¨®nde va usted?" "A encargar entradas para los toros", le respondi¨® impasible y con toda dignidad, "?y ?a callar!"
A mediados de junio aparecen camiones llenos de vol¨²menes multicolores que descargan en la explanada donde se instalar¨¢ el real de la feria, que aqu¨ª llaman las barracas. Esta operaci¨®n todav¨ªa despierta expectaci¨®n entre la chiquiller¨ªa, a pesar de que en los tiempos que corremos, raro es el peque?o que no est¨¢ harto de andar en bicicleta, moto, coche y hasta avi¨®n, mientras que, hace relativamente pocos a?os, esto era un aut¨¦ntico sue?o que lo ve¨ªan realizado en su fantas¨ªa cuando montaban los artilugios de la feria.
Cuando ya de verdad se dice "Huele a San Ferm¨ªn", es el instante en que llegan los toros a los viejos corrales de El Gas. Hace varios a?os, el llamado desencajonamiento -?vaya palabra!- constitu¨ªa un acontecimiento social al que las damas pamplonesas acud¨ªan vistiendo sus mejores galas y adonde se presum¨ªa de acudir en autom¨®vil. Hoy este acontecimiento ha desaparecido y se lleva a efecto en presencia de la autoridad seg¨²n van llegando los camiones.
Los toros se pod¨ªan (y se pueden) contemplar desde el mirador de la Taconera, cuya barandilla se llenaba de curiosos, aunque lo vieran a respetable distancia. La visita a. los corrales, acompa?ada de merienda o almuerzo al aire libre, constitu¨ªa otro acontecimiento presanferminero al que daban prestancia los mayorales de las ganader¨ªas con su peculiar indumentaria. Hoy les pasa como a los eclesi¨¢sticos despu¨¦s del Concilio: que apenas se les distingue del resto del paisanaje.
Pues s¨ª, aunque hace fr¨ªo, ya huele a San Ferm¨ªn.Ignacio Cia es director general de la Casa de Misericordia de Pamplona.
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