"Un ata¨²d pintado de blanco"
"Un ata¨²d pintado de blanco". As¨ª defini¨® en su momento el ingeniero Julio Iglesias Zamora el habit¨¢culo en el que ETA le mantuvo enterrado durante 111 d¨ªas, desde el 5 de julio hasta el 29 de octubre de 1993. A?os despu¨¦s ha sido el funcionario de prisiones Jos¨¦ Antonio Ortega Lara el que durante 532 ha sufrido presuntamente en el mismo agujero esa "inhumana tortura de la incomunicaci¨®n" que denunci¨® Iglesias.Iglesias calific¨® de "brutal" su despertar en la tumba una vez pasados los efectos del somn¨ªfero que le inyectaron. Una sensaci¨®n, compar¨®, como la que debe de experimentar alguien que circula en su coche con toda tranquilidad y, de repente, se encuentra delante con un muro de hormig¨®n de dos o tres metros y tiene que dar un frenazo en seco: "Desde el primer instante fui consciente de que estaba secuestrado. Incluso ten¨ªa unas ropas que no eran las m¨ªas. El choque fue fort¨ªsimo. Como en los accidentes o las enfermedades graves, nunca crees que te va a pasar a t¨ª".
Su familia tuvo que pagar a los terroristas cerca de 1.000 millones de pesetas, seg¨²n se estima, a cambio de su libertad. No le soltaron en un paraje de pinos y hayedos me pareci¨® grandioso poder respirar y contemplar la noche y la Luna", confes¨®- hasta que se embolsaron 500. Los restantes los fueron cobrando en diferentes entregas. En cualquier caso, Iglesias nunca consider¨® su cautiverio como algo estrictamente personal. "Se ha tratado", dijo, "de un chantaje a mi empresa [Ikusi] y a toda la sociedad vasca".
La dignidad
Iglesias se marc¨® un ¨²nico e inequ¨ªvoco reto: salir del lugar en las mismas condiciones f¨ªsicas y ps¨ªquicas en las que hab¨ªa entrado: "Sab¨ªa que mi cuerpo estaba en ese pozo, pero mi mente la ten¨ªa en casa y en la oficina".As¨ª que cada d¨ªa, tras los ejercicios de gimnasia que el estrecho espacio le permit¨ªan y la escapada esquiando por la monta?a nevada o correteando alrededor del lago que dos de los cuatro carteles de las paredes le mostraban -los otros dos le escup¨ªan la realidad con el anagrama de ETA y la pelabra independentzia-, comenz¨® a trabajar con unos libros, inofensivos seg¨²n sus guardianes, sobre el sistema inform¨¢tico Windows era dif¨ªcil imaginarse un ordenador, pero...- y a repasar los verbos irregulares ingleses.
Su fuerza de voluntad no impidi¨®, por supuesto, que en ocasiones se sintiera desesperanzado: "El secuestro es una tortura, la de la incomunicaci¨®n. Es como si a alguien le crucifican y luego, cuando ya est¨¢ clavado de pies y manos, le dan crema de protecci¨®n solar para que no se le queme la cara. Estaba en su poder. Mi dependencia era total. Con cerrar el ata¨²d, all¨ª me quedaba".
Sin embargo, siempre le reanimaba el pensar en los suyos, en su gente, y... su dignidad: "Yo pod¨ªa estar con todo tipo de humillaciones o deficiencias. Pero mi dignidad, ¨¦sa, desde luego, no me la tocaban". Por eso, en sus conversaciones con ellos, jam¨¢s vacil¨® al espetar a sus captores: "La violencia no lleva a ning¨²n lado".
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