El Tour inaugur¨® la moda Cipollini
El velocista italiano gana la Segunda etapa vestido de amarillo integral
Moda Cipollini. Para la presentaci¨®n del Tour, para la carrera propiamente dicha, para la victoria y para el liderato. -Y, adem¨¢s, moda italiana, que siempre tiene pedigr¨ª en las pasarelas. Cipollini present¨® ayer ante la sociedad ciclista su nuevo modelo, versi¨®n l¨ªder del Tour, de amarillo integral. Amarillos eran su bicicleta -los tubulares, el cuadro, el sill¨ªn-, los guantes (con la palma en negro para disimular el sudor), los calcetines, el culotte y, naturalmente, el maillot. Por un momento cre¨ªmos ver a un gal¨¢n en medio del pelot¨®n. Gal¨¢n y protagonista. Suya fue la victoria en la segunda etapa de forma incontestable. Es grande Cipollini.Gracias a su iniciativa, el antiest¨¦tico vestuario del ciclista puede llegar a transformarse en algo m¨¢s esbelto, m¨¢s parecido al de un windsurfista, que tiene una connotaci¨®n actual y festiva. Puede que las marcas comerciales tomen nota, porque la publicidad no debe estar re?ida con la elegancia. Cipollini ha violado por segunda vez ciertas reglas de la carrera y seguramente ser¨¢ multado. Qui¨¦n sabe si apercibido de expulsi¨®n. Pero ?se atrever¨¢ alguien a eliminar de la carrera al l¨ªder por una cuesti¨®n de qu¨ªtame all¨¢ esos colores? El pulso del velocista italiano ha sido bien acogido por todos sus colegas.
Su atrevido vestuario captur¨® ayer toda la atenci¨®n de la prensa, que le someti¨® a un verdadero bombardeo gr¨¢fico. Sin embargo, la an¨¦cdota no debe enmascarar el verdadero valor de su empresa: ciertamente, Cipollini viaj¨® a este Tour con la idea preconcebida de ser el l¨ªder en alg¨²n momento. Para hacer lo que hizo :ayer tuvo que haber encargado con semanas de antelaci¨®n todo el equipaje amarillo (bicicleta incluida) que estren¨® en tan peculiar pasarela. Y para lograrlo tuvo que disputar a conciencia la etapa pr¨®logo, con vistas a colocarse a tiro de las bonificaciones. Y necesitaba controlar la primera etapa, y ganarla. Y hasta gan¨® la segunda. Lo que hizo no est¨¢ al alcance de un buen sprinter. Lo que hizo s¨®lo lo hace quien se siente el mejor. A sus 30 a?os bien llevados a?os, nadie puede discutirle el reinado en la siempre afilada vida de los grandes velocistas.
Su segunda victoria fue magn¨ªfica. No tan poderosa como la del primer d¨ªa, pero definitivamente perfecta. Su sentido de la colocaci¨®n fue, espl¨¦ndido; su dominio del cambio de ritmo a tan altas velocidades -con Moncassin echando el resto y Zabel tomando posiciones-, espectacular. Llegados los ¨²ltimos 500 metros -el pelot¨®n sin riendas-, Cipollini iba resguardado en una tercera l¨ªnea como si escurriera el bulto; pod¨ªa permitirse ese lujo, porque el liderato iba a ser suyo ganara quien ganase. De pronto, observ¨® la rueda de Zabel, ley¨® el final, se introdujo por la orilla izquierda de la calzada, entr¨® en escena, esper¨® un par de segundos para encontrar hueco y explot¨® su velocidad punta. Transcurrieron no m¨¢s de cinco segundos y Cipollini, de amarillo dorado, elevaba los brazos en la meta.
Todo lo que hab¨ªa pasado antes, a lo largo de 262 kil¨®metros (la etapa m¨¢s larga de este Tour) apenas serv¨ªa sino para cap¨ªtulo de inventario. Por el camino, Z¨¹lle hab¨ªa lanzado un ataque para probarse, un detalle que agradeci¨® el respetable que gusta de ver a los buenos ciclistas, y la gente quiere a Z¨¹lle recuperado. Poco despu¨¦s salt¨® Jalabert, que cosech¨® seis segundos de bonificaci¨®n en una meta volante. mucho antes anduvo escapado el franc¨¦s Thierry Gouvenou, natural de la regi¨®n. Gouvenou pag¨® cara su aventura y lleg¨® descolgado a la meta, cansado del esfuerzo.
Pero ni Z¨¹lle, ni Jalabert, ni Gouvenou pod¨ªan competir ayer con Cipollini. De amarillo integral, parec¨ªa m¨¢s l¨ªder que nadie. Le sienta bien el modelo. Le sienta perfectamente. Los puristas le mirar¨¢n con reparos, aunque no puedan negar su talento. Y las c¨¢maras le adoran porque da color al escenario. Perfectamente maquillado, atendi¨® a las entrevistas. No parec¨ªa un ciclista. Hay un punto de irreverencia en su comportamiento, pero vivimos a finales de siglo. El Tour sigue siendo el Tour, no importa que Cipollini alterne el papel de sprinter con el de gal¨¢n.
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