Los cr¨¦ditos de siete horas y los kil¨®gramos de 700 gramos
RICARDO AROCAEl autor rechaza la reducci¨®n de carga lectiva de los cr¨¦ditos acad¨¦micos que han propuesto los rectores y el Consejo de Universidades
El Consejo de Universidades reclama a Esperanza Aguirre que saque en el Bolet¨ªn Oficial del Estado las cosas que le ha recomendado. Varios rectores han salido a la prensa, no s¨¦ si porque han perdido la esperanza de que la ministra de Educaci¨®n les haga caso, entre otras cosas en lo de la rebaja del cr¨¦dito.Recurrentemente, los rectores -no todos- recuerdan que es necesario reformar la reforma de la reforma de los planes de estudios. Recuerdan que ellos son "los que saben" del tema y que es preciso que el ministerio les atienda en varios asuntos pendientes, entre ellos lo de que el "cr¨¦dito" pase de 10 a 7 horas lectivas (lo dicen m¨¢s complicado, pero suena a aquellos decretos de los a?os cuarenta o cincuenta que establec¨ªan que el pan de a kilo no pod¨ªa pesar menos de 700 gramos).
El argumento principal es que deben haberse equivocado con los planes que acaban de homologar y los chicos est¨¢n muy agobiados con tantas horas de clase que hacen que los nuevos planes est¨¦n fracasando.
Como gestor de un nuevo plan duramente peleado contra los criterios del Consejo de Universidades, y que ha comenzado este a?o con considerable ¨¦xito en la Escuela de Arquitectura de la Polit¨¦cnica de Madrid, me permito humildemente discrepar de los criterios del Consejo de Universidades y aportar nuestra experiencia, que apunta, a que las causas del fracaso podr¨ªan estar en otras cosas; lo malo es que el tratar de incidir en ellas es peligroso pol¨ªticamente (me refiero a pol¨ªtica universitaria, por supuesto), ya que intentar cambiar h¨¢bitos del profesorado puede poner en peligro alguna que otra reelecci¨®n, siempre muy necesaria para el buen gobierno de cada universidad.
En Arquitectura tenemos un plan de 450 cr¨¦ditos de los de verdad, es decir, 4.500 horas lectivas que se imparten en su totalidad -bien es verdad que eso obliga a empezar las clases el 8 de septiembre, como en el extranjero- A pesar de esas 4.500 horas en 30 semanas de verdad, o tal vez gracias a ellas, los estudiantes han aprobado colectivamente, el primer cuatrimestre, el 85% de las asignaturas, y el segundo, en primera convocatoria, el 70% (esperamos que con la segunda convocatoria se ronde tambi¨¦n el 80%), de manera que el curso pr¨®ximo tendremos, en el tercer cuatrimestre, cuatro de los seis grupos que, empezaron; un: quinto estar¨¢ en el segundo cuatrimestre -s¨®lo habr¨¢ perdido medio curso- y el sexto se repartir¨¢ entre abandonos y repetidores de casi todo.
De mantenerse esta tendencia, m¨¢s de la mitad de los alumnos que empezaron completar¨¢ a carrera en los cinco a?os previstos, y la media de duraci¨®n de os estudios no sobrepasar¨¢ mucho los seis a?os. El plan en extinci¨®n, de seis a?os te¨®ricos, arroja una duraci¨®n media de los estudios pr¨®xima a los 11 a?os, con un coste social y econ¨®mico enorme.
Estos resultados, en el plan con m¨¢s horas lectivas de la universidad espa?ola exceptuando Medicina, desmienten la necesidad de reducir horas de clase, al menos con car¨¢cter general. Bien entendido que no todas las carreras son iguales, pese al ¨ªmpetu homogeneizador del Consejo de Universidades. ?cu¨¢les son las claves del problema y las posibles soluciones?
En primer lugar, el n¨²mero de asignaturas. El proceso de redacci¨®n de los planes, por escuelas facultades, y dentro de ¨¦stas por departamentos, y dentro de, ¨¦stos por grupos de presi¨®n, ha resultado en general en un n¨²mero disparatado de asignaturas (alguna deber¨ªa tener nombre y apellido de un profesor), fomentado adem¨¢s indirectamente por el Consejo de Universidades, que prohib¨ªa mezclar en una asignatura diversos "tipos" de cr¨¦ditos -de cuya clasificaci¨®n, no muy diferente de la de las categor¨ªas de ¨¢ngeles, hago gracia al lector-.
Se retras¨® un a?o la puesta en marcha de nuestro plan porque el inefable Miguel ?ngel Quintanilla -a la saz¨®n secretario del Consejo de Universidades- se empe?¨®, con ¨¦xito administrativo, en que duplic¨¢ramos el n¨²mero de asignaturas para que no estuvieran revueltos, por as¨ª decir, serafines y querubines de la misma materia, ya que "el n¨²mero de asignaturas no era un par¨¢metro relevante" a juicio del Consejo de ? Universidades -poco deb¨ªan recordar de cuando estudiaban-.
Al final tuvimos que ceder, pero la verdad es que hemos hecho trampa y. recompuesto las materias originales haciendo de dos una, de forma que no hay m¨¢s de cinco asignaturas por cuatrimestre, el est¨¢ndar de nuestro plan es de 10 cr¨¦ditos, es decir, 100 horas lectivas por asignatura.
En segundo lugar, el cambio de h¨¢bitos. Un plan necesita romper h¨¢bitos, que los profesores se replanteen lo que tienen que hacer, pero ah¨ª est¨¢ la trinchera de los departamentos para evitarlo. Salvo honrosas excepciones, se oponen a cualquier control de qu¨¦ y c¨®mo se explica (naturalmente' casi todos consideran "lo suyo" como un fin en s¨ª mismo, independiente de cualquier objetivo de conjunto, y, naturalmente, s¨®lo ellos est¨¢n cualificados para opinar).
Las dos reuniones mensuales de control y seguimiento del plan que hemos impuesto han sido, con frecuencia, batallas campales, y los c¨¢nticos sobre la autonom¨ªa de las materias, entonados. por la creciente horda de refugiados en ambientes departamentales, que s¨®lo caritativamente pueden ser descritos como endog¨¢micos -?hay familias completas!-, eran ¨¦picos. Si uno no les conociera, se habr¨ªa compadecido del grado de ignorancia del pobre Einstein.
Al final, el sempiterno recurso a un rectorado te¨®ricamente renovador, pero con prudencia, de departamentos con m¨¢s del doble de horas contratadas de las que. imparten, neg¨¢ndose a repetir en segundo cuatrimestre una asignatura para "no causar un quebranto econ¨®mico a la Universidad" (ellos cobran religiosamente aunque no den las clases).
Algunos departamentos y la mayor¨ªa de los profesores han colaborado con entusiasmo, y ah¨ª est¨¢ el resultado, que hubiera sido mejor si algunos departamentos no hubieran adoptado una posici¨®n de claro boicoteo: hay cartas de una directora de departamento prohibiendo a "sus" profesores dar los programas a la direcci¨®n.
Los problemas reales de los planes est¨¢n en:
1. El n¨²mero de asignaturas.
2. La coordinaci¨®n de la ense?anza.
3. Que el curso tenga la duraci¨®n que debe y los alumnos tengan confianza en el sistema de ense?anza.
Entrar en las tripas de lo que realmente sucede es duro, desagradable y quita votos a admirables colegas dispuestos a seguir sacrific¨¢ndose, mandato tras mandato, por el bien de sus universidades; plantear una ense?anza cuatrimestral real, lo que obliga a empezar a primeros de septiembre, es cosa de extranjeros, ya se sabe que en- Espa?a no funciona. ?Qu¨¦ f¨¢cil es que las profec¨ªas se cumplan si quien las hace es el propio cocinero!.
Por el contrario, reducir el n¨²mero de horas de clase tiene el benepl¨¢cito de los profeso res si adem¨¢s no se les tocan los cr¨¦ditos, en principio no molesta a los alumnos y, sobre todo, ayuda a la reelecci¨®n, aunque estoy seguro de que en ning¨²n caso es la motivaci¨®n consciente de la petici¨®n.
Sin embargo, deber¨ªa considerar el Consejo de Universidades que, aunque es dif¨ªcil, puede equivocarse, y la reciente historia es testigo de que lo ha hecho con bastante frecuencia.
En su resistencia al kilo de 700 gramos, el sentido com¨²n de Esperanza Aguirre merece un sincero aplauso.
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