El rock de la lipotimia
El calor y los excesos pasan recibo al p¨²blico del Doctor Music
El grupo de heavies trasladaba piadosamente sobre una carretilla de obra al compa?ero desvanecido. ?ste arrastraba brazos, piernas y gre?as por el polvoriento suelo. La comitiva pas¨® junto a un contenedor de basuras y pareci¨® dudar. Siguieron. Seguramente lo vieron muy lleno. Llegaron hasta la tienda de asistencia m¨¦dica y volcaron su carga. "Oye, a ver qu¨¦ pod¨¦is hacer con el colega". La cosa no ofrec¨ªa muchas esperanzas. Pero al cabo de una hora el tipo ya estaba saltando frente al escenario Alt Aneu con una birra en cada mano. "Nos viene mucho lipot¨ªmico", explica una joven en la carpa m¨¦dica. "Claro, beben y beben, pero no agua. Y bailan. Y este sol. Les damos agua con azucar. Sueroral. Descanso. Se recuperan". El cuerpo humano, qu¨¦ notable organismo. El parte de ayer del festival, que incluye la noticia de que se han superado los espectadores de la pasada edici¨®n -ya se han vendido 26.200 abonos-, cifraba en 676 las incidencias m¨¦dicas, 23 personas tuvieron que permanecer unas horas ingresadas en la tienda de servicios sanitarios. La mayor¨ªa eran cefaleas, resfriados, torceduras, intoxicaciones et¨ªlicas y "linotipias" (sic).En un arranque de empirismo, este reenviado especial trat¨® de experimentar ayer a mediod¨ªa qu¨¦ se siente al bordear la lipotimia. No le fue necesario ir muy lejos. Camin¨® los 625 pasos entre el escenario Espot y las duchas m¨¢s cercanas de la zona de acampada, sin gorra. Al pasar por delante del concierto de Enac Ska, incluso bail¨® un po-, quito, toma salero, a ver qu¨¦ pasaba. A 200 metros de los lavabos ya se notaba un suave desapego del yo, y flojera de piernas. A 100 metros, notable confusi¨®n mental e indicios de delirio, manifestados en el recitado de largos pasajes de Rimbaud. Y sin alcohol, porros, pastillas ni absenta.
Meter la cabeza bajo el grifo despeja, igual que acercarse a los urinarios masculinos, de los que emana un hedor agrio que atraviesa cualquier alucinaci¨®n. Observaciones: en las duchas, la cola de las chicas quintuplica a la de los chicos. El dato parece significativo y ah¨ª queda.
El d¨ªa avanza y la gente aguanta lo que los escenarios, el festival y la naturaleza le echan. Algunos van m¨¢s all¨¢ y se perforan, se tat¨²an o se compran una chupa de cuero. Otros aprovechan la zona de, sombra y se dejan caer all¨ª. Hay quien parece no sufrir los bruscos cambios de temperatura: un tipo que anoche se paseaba con camiseta de tirantes hoy duerme al sol con los ojos entreabiertos. Parece una v¨ªctima de los apaches mescaleros, m¨¢s a¨²n porque en la carpa de Llongueras le han te?ido el pelo color rojo sangre. En todas partes, el olor a porro se funde inexplicablemente con el aire caliente. Hay quien va muy pasado, como ¨¦se que lleva una cr¨¦pe por sombrero. Anoche rodaban sin disimulo las pastillas en la zona Dance. La carpa Dance I es inmensa, irreal, y emanan de ella humo, luces misteriosas y un ritmo puls¨¢til y membranoso. Circo inferno. La caldera de Pedro Botero. Aqu¨ª es f¨¢cil integrarse: una camiseta siete tallas menor y muy chillona adquirida en el bazar, la gorra con la visera para atr¨¢s y tropezar siguiendo el ritmo. Por otro lado, nadie se fija mucho en nadie. El suelo del vecino chill out, a las tres de la madrugada, est¨¢ sembrado de cuerpos. Parece una estaci¨®n de tr¨¢nsito hacia otra galaxia. Contrasta con la intimidad de dos jovencitos que han elegido como respaldo para su amor la parte de atr¨¢s de una cabina de retrete. La gente se besa mucho en este festival. Besos largos, repentinos, fugaces, apasionados, casuales, con pizza. Una pareja rodaba entrelazada en una zona oscura cuando de repente ella grit¨®: "?Sanguijuelas!". No eran tales, sino babosas negras, decenas de ellas, que se aprovechaban de los restos del festival Una incluso prob¨® una colilla de porro.
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