Miguel ?ngel Blanco

El s¨¢bado 12, a las 17.15, escuchaba la radio por uno de los auriculares sentado en una hamaca en la piscina. Mi hijo, de cinco a?os, se acerc¨® y cogi¨® el otro auricular, para imitarme. Se qued¨® escuchando las mismas noticias espantosas que o¨ªa yo. Y le dej¨¦ escuchar. "Pap¨¢, ?qu¨¦ significa ejecutado? me pregunt¨®. Intent¨¦ explic¨¢rselo mientras ¨¦l segu¨ªa escuchando la radio. "?Y a qui¨¦n han matado?", sigui¨® preguntando. "?Y qui¨¦n le ha matado? ?Y por qu¨¦ le han matado?".Qu¨¦ dificil de explicar. Qu¨¦ dif¨ªcil de entender, y no s¨®lo para un ni?o. Horas m¨¢s tarde, mientras ayudaba a columpiarse a su hermano, de dos a?os de edad, a¨²n se me hac¨ªa un nudo en la garganta. Pensaba en Miguel ?ngel Blanco y en su novia. Imaginaba sus proyectos de futuro, que seguramente incluir¨ªan momentos como los que yo viv¨ªa en ese instante; ve¨ªa re¨ªr a mi ni?o y pensaba cu¨¢nto me gustar¨ªa poder dar a Miguel Angel un cachito de mi vida, ese cachito de mi vida. Nunca antes me hab¨ªa afectado tanto algo tan, en teor¨ªa, ajeno. Tal vez esta muerte me haya cambiado. Tal vez esta muerte haya servido para que todos cambiemos un poquito; para que el Pa¨ªs Vasco cambie ese poco que hace falta para denunciar a los que han matado a Miguel Angel y a los que los justifican. Qu¨¦ f¨¢cil me resultar¨ªa explicar eso a mis hijos.-