C¨®lera y criterios
Pegados a la radio estos d¨ªas hemos podido escuchar sin filtros, en directo, la reacci¨®n de la ciudadan¨ªa de a pie. La saturaci¨®n de tanto aguantar ha estallado espont¨¢nea: ETA aqu¨ª tienes mi nuca y Sin pistola no son nadie. Los l¨ªderes pol¨ªticos, sociales, econ¨®micos, sindicales y episcopales presenciaron at¨®nitos la c¨®lera encendida de las familias, de los vecinos, de los trabajadores. Ha caducado el tiempo de los equidistantes, de los especialistas en alquimia, de los manipuladores ventajistas que siempre barren a favor. Se ha escuchado la expresi¨®n de sentimientos aut¨¦nticos y quien no los tenga en cuenta se labrar¨¢ el desafecto de una mayor¨ªa que ha salido a la calle para clamar llamando a las cosas por su nombre sin eufemismos calculadores. La ambig¨¹edad de algunos ha podido ser rentable durante a?os pero ha quedado repudiada de modo clamoroso. En adelante, quienes busquen ese rrecurso se har¨¢n acreedores al desprecio de la ciudadan¨ªa, de los vecinos, de los electores.Volvamos la vista atr¨¢s para decirle al lehendakari que ETA no ha cambiado, que ETA no ha degenerado, que ETA sigue apostando como siempre por el crimen. Lo que ha cambiado ha sido el contexto pol¨ªtico porque de la dictadura hemos pasado a la democracia constitucional. Adem¨¢s ha cambiado la percepci¨®n p¨²blica hacia quienes ti?en de sangre el solar del Pa¨ªs Vasco y del resto de Espa?a. Esa nueva percepci¨®n es la que puede cerrarle el camino a la banda. La banda etarra no podr¨¢ en adelante invocar al pueblo, a este pueblo, como acostumbran a decir el obispo Seti¨¦n y Melchor Miralles tan amantes del contencioso y del ofrecimiento mediador. Tendr¨¢n que buscarse otras invocaciones para perpetrar sus asesinatos. Pero ninguna causa aqu¨ª y ahora permite la reimplantaci¨®n de la pena de muerte, abolida para siempre en nuestra Constituci¨®n. Del por algo ser¨¢, del algo habr¨¢ hecho, del alguna, funci¨®n a?adida estar¨ªa cumpliendo, del jam¨¢s hemos facilitado nosotros datos sobre los etarras, hemos pasado entre el viernes y el lunes a las ant¨ªpodas. Porque en estos d¨ªas d¨¦ angustia y de radio ha vuelto a confirmarse lo que advert¨ªa certero hace a?os Arturo Soria y Espinosa, seg¨²n el cual m¨¢s vale ser asesinados que asesinos. De ah¨ª el grito popular ETA aqu¨ª tienes mi nuca.
Ha dicho Jos¨¦ Antonio Ardanza que "ETA ha dado un golpe de muerte a nuestros deseos de di¨¢logo y reconciliaci¨®n y que no sabemos si seremos capaces de recuperamos". Tambi¨¦n el general Armada cuando el golpe de Tejero quer¨ªa a toda costa evitar lo que consideraba divisi¨®n en el *Ej¨¦rcito. Pero quienes hab¨ªan vuelto sus armas contra los representantes de la soberan¨ªa popular hab¨ªan dejado de ser el Ej¨¦rcito y cualquier intento de establecer la media aritm¨¦tica entre los leales y los golpistas hubiera sido una aberraci¨®n letal. Se trata de asesinatos y de asesinos por un lado y de v¨ªctimas por otro. Tertium non datur. En cuanto a HB, retengamos su decisi¨®n de seguir "en la defensa de los derechos de los presos" y escuchemos a uno de sus dirigentes, Id¨ªgoras, afirmando que asume la p¨¦rdida de apoyos tras la pena de muerte aplicada a Miguel ?ngel Blanco y se?alando que "ya hemos pasado:) antes por situaciones similares". Habr¨¢ que demostrar enseguida a Id¨ªgoras que ha incurrido en un grave error de c¨¢lculo.
Pero antes, el Gobierno de Espa?a y el del Pa¨ªs Vasco, el ministro del Interior, Mayor Oreja, y el consejero Atutxa, el Pacto de Madrid y el de Ajuria Enea deben deshacer el equ¨ªvoco sobre la asignaci¨®n carcelaria de los condenados por los cr¨ªmenes de ETA. Es preciso que aclaren que, con absoluto respeto a la Constituci¨®n y a las Leyes y Reglamentos Penitenciarios, los presos de la banda etarra deben estar recluidos atendiendo a dos criterios b¨¢sicos. El primero es el de situarlos con independencia de cualquier otro factor secundario en el lugar -ya sea cerca o lejos- donde m¨¢s dif¨ªcil sea que sigan colaborando a las acciones terroristas. El segundo es el asegurar que cumplan condena en el establecimiento donde tengan m¨¢s posibilidades de desengancharse de la disciplina del terror y de recuperar su condici¨®n c¨ªvica. Si se procede as¨ª, sus familias dar¨¢n por bien recorrida cualquier distancia a cambio del alejamiento del crimen y de su plena autonom¨ªa personal.
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