Una escalada a la antigua usanza
Pantani hace una exhibici¨®n de principio a fin en Alpe d'Huez- Olano pierde toda opci¨®n al podio
El Alpe d'Huez rehabilit¨® con todos los honores a Marco Pantani, y justo es celebrarlo. El Pirata firm¨® toda una exhibici¨®n al m¨¢s puro estilo de los escaladores. Fue una ascensi¨®n cl¨¢sica, limpia de estrategia. A su estela fueron perdiendo posiciones todos los hombres grandes de la general, casi por riguroso orden jer¨¢rquico. El ¨²ltimo resistente fue Ullrich, a quien su director, Walter Godefroot, recomend¨® calma en los momentos de apuro porque corr¨ªa el riesgo de caer v¨ªctima de su ¨ªmpetu juvenil. Pantani quer¨ªa inscribir su nombre por segunda vez (la primera fue en 199.5) en la n¨®mina de esta monta?a, y no era oportuno retenerlo. El Alpe d'Huez termin¨® de sanear la general, le tom¨®, la temperatura a los hombres fuertes del pelot¨®n. Resultado de ello fue otra reca¨ªda de Abraham Olano, que abandona toda esperanza de podio.El Alpe d'Huez sobresal¨ªa como nunca en el horizonte de la etapa. No hab¨ªa otro obst¨¢culo de por medio. No era necesario franquear otras dificultades que exigieran lanzar hombres por delante: se trataba de subir esa monta?a y sus famosas 21 curvas. Nada m¨¢s. As¨ª de simple. El pelot¨®n lleg¨® intacto a sus faldas precedido de una maniobra protocolaria: el Telekom escoltando al l¨ªder, los Festina reagrup¨¢ndose. Pero tras la primera curva apareci¨® Pantani.
A diferencia de otros a?os, no hubo labores de distracci¨®n. Tampoco calma chicha. Pantani apret¨® de salida, como los cl¨¢sicos escaladores, pleno de inspiraci¨®n. Una subida de este estilo data ya de alg¨²n tiempo, cuando Lucho Herrera y los escarabajos colombianos estaban en pleno apogeo. As¨ª fue hasta que Indur¨¢in propuso otros modos y costumbres.
Pantani se llev¨® a Ullrich, Virenque, Riis y Casagrande en el primer impulso. Olano comenz¨® su calvario particular escoltado por sus hombres (Jim¨¦nez, Beltr¨¢n y Orlando Rodrigues). Escart¨ªn hizo un intento frustrado por agarrarse al vag¨®n. Un nuevo empuj¨®n y se descolgaba Casagrande. Al siguiente era Riis. Quedaban 10 kil¨®metros y era obvio que los tres hombres de cabeza formaban el previsible podio de Par¨ªs. La monta?a hab¨ªa hecho la selecci¨®n natural de la carrera bajo el gui¨®n del escalador italiano.
Pero Pantani no estaba dispuesto a firmar una entente. En ning¨²n momento busc¨® un relevo: lo quer¨ªa todo, la etapa y los segundos que fueran necesarios. Volvi¨® a empujar y se descolg¨® Virenque. Un kil¨®metro despu¨¦s le tocaba el turno a Ullrich, mientras su director aceleraba para aconsejarle que no planteara una resistencia en toda regla. El l¨ªder estaba cayendo en una trampa propia de su inmadurez: si se cebaba con el italiano pod¨ªa pagarlo muy caro. Quedaban ocho kil¨®metros y la carretera estaba expedita para El Pirata. A Ullrich se le cay¨® la m¨¢scara: su rostro ya no era r¨ªgido e inmutable; hab¨ªa perdido color, ten¨ªa que abrir la boca para seguir pedaleando ?Sufr¨ªa! ?Qu¨¦ diferencia respecto de otras ascensiones!
Todas las previsiones salta ron en pedazos. Se hablaba de esperar las primeras maniobras de los festina, se comentaba que pod¨ªa ser apropiado lanzar hombres para explorar el terreno, guardar fuerzas hasta los ¨²ltimos cinco kil¨®metros, buscar colaboraci¨®n. Nada sirvi¨®: Pantani actu¨® a la antigua usanza y dej¨® a cada cual negociando sus propias miserias.
Fue, nuevamente, el caso de Olano, para quien no acabar¨¢ este calvario, porque sus problemas no tienen remedio a corto plazo. Bien es sabido: en el Tour nadie se cura. Olano s¨®lo pudo resistir a fuerza de voluntad, instalado sobre esa velocidad media, harto insuficiente para mayores empresas. Su situaci¨®n semeja una lenta hemorragia sin fin: ayer perdi¨® respecto a todos sus rivales y sali¨® despedido definitivamente del podio. Hay hombres definitivamente m¨¢s fuertes que ¨¦l, pero no todos le han adelantado todav¨ªa, caso del italiano Casagrande. Su capacidad de resistencia pende de un hilo, y no puede hacer otra cosa que sufrir y esperar. Esperar, quiz¨¢, a que la situaci¨®n se normalice y el Tour entre en una din¨¢mica conservadora. Suele suceder cuando cada cual se siente razonablemente satisfecho con el puesto que ocupa.
Y eso es, justamente, lo que est¨¢ por ver. ?Est¨¢ satisfecho Pantani con restablecer su cr¨¦dito en Alpe d'Huez? ?Le basta con haber demostrado que su recuperaci¨®n es total despu¨¦s de m¨¢s de un a?o inactivo a causa de un accidente? ?Le es suficiente con asegurarse una plaza en el podio? ?Quiere m¨¢s Pantani, a la vista de que falta por atravesar lo m¨¢s fuerte de los Alpes? Ullrich deber¨ªa ofrecerles un armisticio honroso a sus rivales si no quiere verse envuelto en alguna complicaci¨®n. Si Pantani lo firma, que Virenque lo har¨ªa gustoso, el Tour viajar¨¢ en calma.
Porque ascensiones as¨ª son las que despiertan la imaginaci¨®n de los aficionados. Viendo la impaciencia de Pantani recordamos la agresividad natural del escalador nato, del hombre que atacaba siempre cuando entraba en su terreno natural, del ciclista generoso que actuaba sin c¨¢lculo. Pantani ha demostrado que no es un estratega cuando siente que las fuerzas le acompa?an, cuando le mueve el estado de euforia. Habr¨ªa que ver qu¨¦ es lo que tiene reservado para hoy, porque el dise?o de este Tour permite cualquier aventura. en los Alpes. Ullrich tendr¨¢ que someter al orden a este hombre. Algo hemos ganado: capacidad para imaginar nuevas jornadas como las de ayer.
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