Pavarotti canta de o¨ªdo
El c¨¦lebre tenor confiesa que no sabe leer partituras y que no se considera m¨²sico
Han tenido que darse las condiciones intimistas de un peque?o festival veraniego en Citt¨¢ di Castello para que se descubra el secreto mejor guardado por el mayor de los tres tenores que han cambiado el teatro por el campo de f¨²tbol. A sus 62 a?os, Luciano Pavarotti acaba de confesar que es incapaz de leer una partitura. Y, rodeado por los bellos campos de Umbr¨ªa, ha a?adido: "Yo no soy m¨²sico; no puedo profundizar. No soy como Domingo, que dirige la orquesta de vez en cuando".Para completar el cuadro, Leone Magiera, el pianista que desde siempre ense?a las ¨®peras a Pavarotti como un Pigmali¨®n capaz de hacer recitar Shakespeare a un actor analfabeto, aclara el misterio de los grandes cuadernos que el gran Luciano suele colocar en el atril cuando da conciertos: "Con su propia letra, a mano, anota signos quirom¨¢nticos ascendentes o descendentes, seg¨²n la l¨ªnea mel¨®dica". Los signos acompa?an al texto de lo que se canta, escrito en enormes caracteres, porque, como explica el tenor, "puedes olvidarte de la letra, pero no de la m¨²sica. ?sta la debes dar siempre de memoria"
La noticia fue publicada el domingo por Corriere della Sera. Pero no levant¨® la liebre un periodista, sino otro veterano del espect¨¢culo internacional, Vittorio Gassman, que recit¨® e incluso enton¨® alguna melod¨ªa con Pavarotti en el escenario de Citt¨¢ di Castello. "Me qued¨¦ sorprendido. Me di cuenta durante los ensayos. Canta de o¨ªdo, pero no se equivoca nunca", coment¨® el monstruo sagrado del teatro italiano, que dice haber heredado de su madre un amor por la l¨ªrica y una cultura oper¨ªstica considerables.
El pianista Magiera, que es de M¨®dena, como, Pavarotti, y tiene tambi¨¦n 62 a?os, templa gaitas. Para quitar importancia a la revelaci¨®n saca a colaci¨®n a otra gran, cantante de la misma ciudad y de la misma quinta, la soprano Mirella Freni. "Tampoco Mirella sabe leer m¨²sica. De chica tuvo una educaci¨®n rudimentaria, apenas estudi¨® dos meses. Adem¨¢s, hasta los a?os cincuenta o sesenta, no era en absoluto infrecuente que los cantantes ignoraran el solfeo", ha dicho el maestro.
Es verdad que bantantes tan amados como Giuseppe di Stefano, ejemplo de entrega interpretativa y de gusto innato, han visto en el pentagrama un jerogl¨ªfico, m¨¢s que una ayuda, y que otras grandes voces hicieron importantes carreras de o¨ªdo, incluso sin llegar a agudizar demasiado tal sentido. Quien frecuent¨® los teatros de ¨®pera hace cuatro d¨¦cadas recordar¨¢ que el inolvidable Franco Corelli se hac¨ªa acompa?ar de un diapas¨®n entre bambalinas, porque se iba brutalmente de tono.
Pero Pavarotti pertenece ya a otra ¨¦poca, caracterizada, precisamente, porque los cantantes han pretendido dejar de ser simples gargantas privilegiadas, divos dotados en el mejor de los casos de Sentimiento, para convertirse en artistas totales, int¨¦rpretes musicales y actores dram¨¢ticos. Es el modelo propuesto por Pl¨¢cido Domingo. Hoy es raro que un aspirante a tenor o soprano no haya pasado a?os en el conservatorio, como habr¨¢ seguramente frecuentado la escuela dram¨¢tica e incluso habr¨¢ probado algunos pasos de baile. Pese a ello, muchos no lograr¨¢n jam¨¢s poner pie en un escenario.
Un origen modesto, que Pavarotti comparti¨® con Freni, hija, como ¨¦l, de una obrera de la f¨¢brica de tabaco de M¨®dena, en la que el tenor y la soprano se criaron juntos, ppede explicar esa falta de formaci¨®n inicial. M¨¢s dif¨ªcil de entender es que, tras 36 a?os de carrera, el cantante m¨¢s admirado del momento no haya colmado lagunas b¨¢sicas de su bagaje. "Luciano lo pasa un poco mal. Me di cuenta porque de vez en cuando discute con los m¨²sicos. Hubiera querido estudiar m¨²sica a fondo, pero ya es demasiado tarde", ha dicho su pianista acompa?ante.
Lo cierto es que el amor por la ¨®pera de Pavarotti no fue a primera vista, que, aun siendo hijo de un buen tenor aficionado, prefiri¨® siempre el f¨²tbol al teatro y que, hasta muy poco, antes de debutar en Reggio Emilia como Rodolfo de La boh¨¦me, con 26 a?os, pensaba ser maestro de escuela, no cantante. El triunfo le cay¨® tan rotundo que no ha encontrado el tiempo o las ganas de pulir la belleza natural de su fraseo ni de desarrollar su musicalidad espont¨¢nea con instrumentos m¨¢s abstractos. Esto explica que los cr¨ªticos le sigan reprochando, cada vez m¨¢s con los a?os, el car¨¢cter caprichoso y la superficialidad de muchas de sus interpretaciones, esa incapacidad para profundizar que acaba de reconocer ¨¦l mismo. Pavarotti quedar¨¢, en todo caso, como una de las voces m¨¢s bellas que hemos o¨ªdo. S¨ª se hubiera empleado m¨¢s habr¨ªa sido tambi¨¦n uno de los mejores tenores del siglo.
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