Madrid, ciudad sin ley
NADA HAY tan perjudicial para la tranquilidad de los ciudadanos y el buen gobierno -de las grandes ciudades como el furor urban¨ªstico de los alcaldes y los inmoderados deseos de algunos de ellos de pasar a la historia cambiando el aspecto de calles y plazas, o resolviendo, mediante m¨¢gicas soluciones, los asfixiantes problemas del tr¨¢fico. El mejor ejemplo est¨¢ en el Madrid de hoy. La gesti¨®n del equipo de gobierno del municipio, obsesionado por las obras p¨²blicas (inacabadas) y por vender a la opini¨®n p¨²blica una imagen de eficacia, est¨¢ alcanzando importantes grados de agresi¨®n a los vecinos, al tiempo que reduce su capacidad para disfrutar de los servicios de la capital de Espa?a.Madrid es una ciudad minada por las obras, socavada de trincheras, acordonada por los andamios, pintarrajeada en sus paredes y repleta de suciedad. No hay calle que no tenga levantado el pavimento en alguno de sus puntos. Los ciudadanos se encuentran con frecuencia con que deben esperar al autob¨²s en plena calzada, porque las aceras est¨¢n levantadas como si hubieran sufrido un bombardeo, o con pasos de cebra pintados en las aceras para controlar un tr¨¢fico desviado por los lugares m¨¢s inveros¨ªmiles. Los viandantes deben atravesar zonas en obras con dudosas protecciones para los cascotes, al tiempo que tratan de sortear los hoyos de las calzadas en pavimentaci¨®n.
Un n¨²mero razonable de obras forma parte del paisaje l¨®gico de una ciudad. En Madrid, la prolongaci¨®n de las l¨ªneas del metro impone incomodidades evidentes pero necesarias, que el ciudadano sufre con buen talante. Pero ?lvarez del Manzano ha tenido la escasa precauci¨®n de acumular el mayor n¨²mero de faenas en marcha que se recuerdan en la historia del Madrid contempor¨¢neo. Las de la plaza de Oriente se han prolongado durante a?os; proliferan las plazas cerradas para construir aparcamientos y los cruces bloqueados para abrir t¨²neles, la obra favorita de los concejales del PP, y las transformaciones en Barajas se eternizan, sin que a nadie parezcan importarle los plazos.
A todos estos males hay que sumar, para desgracia de los vecinos, el provinciano sometimiento de las autoridades espa?olas, sean estatales o municipales, a las exigencias de los sistemas de seguridad de cuanto alto dignatario visita la ciudad. Con motivo de la cumbre de la OTAN, los madrile?os observaron at¨®nitos c¨®mo se cerraban al tr¨¢fico calles importantes sin raz¨®n aparente. Que se sepa, en Ginebra, Bruselas u otras capitales europeas se celebran reuniones semejantes sin que se clausuren tantas calles y avenidas. Con la misma sumisi¨®n aldeana a los servicios de seguridad de los personajes reunidos en Madrid, el Ministerio de Fomento cerr¨® al tr¨¢fico, sin previo aviso, el aeropuerto de Cuatro Vientos, con gran perjuicio para las empresas que operan en el citado aer¨®dromo, la acumulaci¨®n de tr¨¢fico a¨¦reo en el ya de por s¨ª ca¨®tico aeropuerto de Barajas y la consiguiente afluencia de tr¨¢fico rodado a la nacional II. Los madrile?os ya est¨¢n acostumbrados a circular por su ciudad con el alma en vilo, sorteando trincheras y sin saber en qu¨¦ calle acabar¨¢n finalmente. La capital se ha convertido en una ciudad sin ley.
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