Barcelonas
No es s¨®lo Barcelona la ciudad de los filisteos, en que el ¨²nico discurso es ganar dinero y los ¨²nicos comercios son bancas y negociados en que los comisionistas ocupan las televisiones, denunciados por tejer oscuros negocios. O la ciudad de un equipo de balompi¨¦ que en ocasiones parece centro de un universo rid¨ªculo, lleno de estrellas y palabras que no son, que el f¨²tbol no es (a pesar y al decir de cierto popular) de inter¨¦s nacional. O la ciudad en exceso limpia y ordenada donde la geograf¨ªa urbana (por ejemplo, el delicioso y tradicional paseo de la Barceloneta, con los restaurantes en las playas y el olor a vino y pescado en el aire) ha sido sustituida por la mole hortera del Puerto Viejo. Tampoco es el feudo de un tal Pujol que desde su periferia intenta gobernar todo el Estado, que recibe a presidentes contentos de hablar catal¨¢n en privado y anunciarlo en p¨²blico por arrancar alianzas que no conocen mesura, ni l¨ªmites. Ni la ciudad antip¨¢tica y jacobina, orgullosa de su ombligo y sus sacras costumbres. Ni la ciudad con hoteles, o s¨ª, donde el viajero se despierta a las doce de la noche, porque en la piscina hay una fiesta con altavoces que primero vomitan Macarena y luego el himno Visca Catalu?a.Barcelona, aparte y sobre todo, es una ciudad viva, bulliciosa y cosmopolita, de gente amable y despierta, que atiende al viajero y se ilusiona al contemplar la Sagrada Familia, iglesia construida a la gloria de la inteligencia y el mag¨ªn humanos, cielos arrebolados al atardecer, de granadas celestes, a?iles mar¨ªtimos y verdes montaraces. Un emporio de existencias donde la calidad de vida anida entre el mar y la monta?a. As¨ª, un aire limpio penetra las aceras y los pulmones; es posible levantarse y acudir a la naturaleza, apenas caminando unas paradas de autob¨²s. Que cambi¨® para la Olimpiada y que luego ha encontrado la fabulosa identidad de su no menos fabulosa belleza arquitect¨®nica, remozando viejos edificios, organizando calles de tal manera que el viandante disfruta con la visi¨®n de los edificios. Y all¨ª, entre la vegetaci¨®n de los montes, el aleteo de las gaviotas y las casas de hormig¨®n y metal, limitando al norte con la plaza de Catalu?a y al sur con el mar, se levantan los bulevares, donde la vida popular y la cultura de la calle terminan por estallar. Las Ramblas son el punto de encuentro y de expresi¨®n de la ciudad, con Innumerables puestos de peri¨®dicos y de flores salpic¨¢ndolas. Al comienzo, a orillas de la plaza de Catalu?a, se ve un grupo de m¨²sicos peruanos cantando con guitarras y flautas. Bajando, en medio de un remolino de gente que baila a la luz del anochecer, unos jazzistas desgranan un blues. El vocalista atesora una voz rota, se lo cree. Caminando hay titiriteros y funambulistas, recitadores y tal vez domadores de pulgas. Si una ciudad se mide por la cantidad de cultura que respiran sus calles al margen de la oficialidad, Barcelona es una de las primeras de Europa.
En estos d¨ªas se celebra el Grec 97, festival de teatro de la ciudad. De Barcelona salieron las nuevas compa?¨ªas que revolucionaron el teatro espa?ol: Els Joglars, Dagoll Dagom, Els Comediants, La Fura, el Lliure. Compa?¨ªas con planteamientos que hicieron y hacen un teatro tan festivo como combativo. En el Grec 97, en cualquier festival de teatro actual, se echa de menos a estos grupos, la apuesta de riesgo sin la que el arte se convierte en una chapuza diletante. El euskera define a Euskadi; el catal¨¢n a Catalu?a. A la cultura en particular la definen todas las lenguas que se hablan en el lugar donde se desarrolla. El Grec 97, mientras la ciudad se internacionaliza, comete el error de ocultarse en sus intestinos. Uno o como mucho dos espect¨¢culos se pueden ver en espa?ol, el idioma mayoritario de Barcelona junto con el catal¨¢n. Eso es peligroso, deforma la cultura, la esclerotiza, niega trabajo a otro idioma que tambi¨¦n pertenece a esa cultura, radicada en la propia tierra. El Grec 97 ha entrado en declive si no soluciona o desmantela sus veleidades nacionalistas. La otra cultura, en cambio, la no oficial, goza de una salud de hierro. Hay en los garitos y las radios de Barcelona un grupo que suena con fuerza y canta en castellano. Construye letras que se pegan, son inteligentes, modernas si se le permite al viajero el adjetivo, y cuentan historias de la vida, el amor y la muerte. Un poema, una letra, debe contar una historia. La m¨²sica es redonda.
El viajero, al despedirse de la ciudad, entrar¨¢ en una tienda y comprar¨¢ el disco de Jarabe de palo, y le pedir¨¢, como en la canci¨®n, un beso a la flaca.
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