El p¨²blico de San Sebasti¨¢n despide entregado al m¨²sico Steve Coleman
El festival de jazz ve recompensadas sus audaces propuestas
Muy pocos festivales veraniegos pueden permitirse el lujo de programar proyectos de tan alto riesgo como los que propuso San Sebasti¨¢n en su pen¨²ltima jornada. Por suerte, la valent¨ªa tuvo su recompensa y el p¨²blico reconoci¨® la sobria sabidur¨ªa de Steve Lacy (saxo soprano) y despidi¨® el domingo, totalmente entregado, a Steve Coleman (saxo alto) y a sus multicolores huestes. Coleman practica un jazz de investigaci¨®n y acudi¨® a la plaza de la Trinidad con una nutrida banda, dividida en dos secciones.
Por un lado, AfroCuba de Matanzas, integrada por un danzante, seis percusionistas y tres vocalistas, y por otro, The Mystic Rhythm Society, compuesta por saxo tenor, trompeta y bajo el¨¦ctrico. S¨®lo citar tal configuraci¨®n instrumental produce v¨¦rtigo r¨ªtmico. Desde que empezaron a sonar los sagrados tambores b¨¤t¨¢, la Cuba m¨¢s ancestral conquist¨® el escenario. Todo sonaba a aut¨¦ntico: los isle?os daban la impresi¨®n de estar compartiendo su herm¨¦tica pureza casi con recelo y de estar descubriendo un p¨²blico ajeno secretos esenciales de sus ritos sonoros.Por su parte, los norteamericanos procuraban incorporarse a la liturgia percusiva con atenta cautela, como si temiesen que alg¨²n dios caribe?o les partiera con un rayo si se les ocurr¨ªa faltarle al respeto musical. El concierto describi¨® una imparable curva ascendente y acab¨® en org¨ªa percusivo vocal, sobre todo cuando en la primera propina los de Matanzas se quedaron solos y simplificaron los ritmos hasta l¨ªmites hipn¨®ticos.
Tambi¨¦n Steve Lacy hubiera hecho carrera como encantador de o¨ªdos. Hoy es un maestro absoluto del saxo soprano. Lo ha demostrado en multitud de discos de culto. En esta ocasi¨®n se present¨® en forma de tr¨ªo junto a los espl¨¦ndidos Jean-Jackues Avenel (contrabajo) y John Betsch (bater¨ªa) para reproponer algunas piezas de Bye-ya, su disco m¨¢s reciente, con esa desnuda elocuencia que a algunos todav¨ªa les parece algo cr¨ªptica y otros consideran visionaria. Con lo bien que marchaba todo, no se entendi¨® que se sumara al tr¨ªo la esposa de Lacy, Irene Aeby, con una severa muestra vocal.
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