La insidiosa globalizaci¨®n
?Qu¨¦ es esa dichosa globalizaci¨®n que, en estos d¨ªas, obsesiona a los pol¨ªticos y nos suele hacer la pascua a los dem¨¢s? ?Se trata de un se?uelo utilizado para hacer tragar a los ciudadanos pol¨ªticas econ¨®micas y sociales a favor de los intereses de los de siempre? Al fin y al cabo, en t¨¦rminos econ¨®micos, la inmensa mayor¨ªa de la producci¨®n y el empleo, y buena parte del consumo y la inversi¨®n, son de ¨¢mbito nacional, regional y, sobre todo, local. Y el comercio de la Uni¨®n Europea con el resto del mundo representa menos de la cuarta parte de su PIB. En cuanto a la vida de la gente, con excepci¨®n de unos cuantos ciudadanos del mundo de la alta sociedad, las identidades son, en realidad, cada vez m¨¢s locales y nacionales.Y, sin embargo, siento decirles que esto de la globalizaci¨®n va en serio, que es un nuevo fen¨®meno hist¨®rico, permitido e impulsado por las nuevas tecnolog¨ªas de comunicaci¨®n e informaci¨®n y que est¨¢ transformando nuestras sociedades y nuestras vidas. Aunque la mayor parte de la actividad econ¨®mica es de ¨¢mbito nacional y, sobre todo, local, el n¨²cleo b¨¢sico de la econom¨ªa, el que marca los ritmos y orientaciones de inversi¨®n y mercados, es global, es decir, tiene la capacidad de funcionar cotidianamente como una unidad en un ¨¢mbito planetario, a trav¨¦s de sistemas de informaci¨®n telecomunicados y de redes de transporte informatizadas. En particular, los mercados financieros y monetarios (dimensi¨®n esencial de la econom¨ªa capitalista) est¨¢n globalizados, en la medida en que existe la posibilidad de invertir casi desde cualquier lugar en valores o monedas de cualquier otro lugar, trasvasando electr¨®nicamente miles de millones de d¨®lares en segundos. El m¨¢s vol¨¢til es el mercado monetario, en el que diariamente se cambian divisas por valor de 1,3 billones de d¨®lares, o sea, m¨¢s o menos el producto bruto total de Francia. Pero tambi¨¦n los flujos de capitales se han globalizado extraordinariamente en la ¨²ltima d¨¦cada. En 1980, los flujos financieros internacionales que afectaban a las econom¨ªas de los siete principales pa¨ªses no representaban, en ninguno de estos pa¨ªses, m¨¢s del 10% de su producto bruto. A mediados de los noventa, en seis de esos siete pa¨ªses, el valor de los flujos financieros internacionales superaba con creces el valor del producto bruto de sus econom¨ªas, y en Jap¨®n, la excepci¨®n, alcanzaba el 75%. Es cierto que la mayor parte del capital de cada pa¨ªs a¨²n se invierte en los mercados burs¨¢tiles nacionales, pero ello no contradice el hecho de que los fondos de inversi¨®n y los grandes inversores busquen oportunidades de rentabilidad en el ¨¢mbito global, moviendo sus fichas de forma constante. De modo que sus ahorros y mis ahorros, aunque los depositemos en una caja local, est¨¢n vinculados a inversiones que esa caja hace en circuitos financieros internacionalizados. Hoy d¨ªa, del total de lo que se comercia internacionalmente en el mundo, el 97% corresponde a valores financieros y s¨®lo un 3% a bienes y servicios.
El comercio internacional ha aumentado m¨¢s r¨¢pidamente que la producci¨®n en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas. Pero m¨¢s importante a¨²n que el comercio es la inversi¨®n. La inversi¨®n extranjera directa se multiplic¨® por 4 entre 1980 y 1996. El n¨²mero de empresas multinacionales aument¨® desde 7.000 en 1970 a m¨¢s de 37.000 en la actualidad, que controlan otras 150.000 empresas filiales en el mundo. El valor total de esa producci¨®n multinacional representa un 25% m¨¢s que el valor total del comercio mundial. Las multinacionales s¨®lo emplean directamente a 70 millones de trabajadores, pero la producci¨®n de ¨¦stos representa una tercera parte de la producci¨®n empresarial en el mundo. M¨¢s a¨²n, estos miles de empresas multinacionales articulan redes de decenas de miles de otras empresas, y constituyen alianzas estrat¨¦gicas entre s¨ª y entre sus filiales. Esta estructura en red flexible explica por qu¨¦ la mayor parte de la producci¨®n, empleo y mercado es local, pero en cambio los capitales, mercados l¨ªderes, tecnolog¨ªa, informaci¨®n y mano de obra altamente cualificada dependen de conexiones globales.
La globalizaci¨®n tambi¨¦n incluye la globalizaci¨®n de la actividad criminal, a trav¨¦s de alianzas y operaciones conjuntas de las organizaciones criminales de todo el mundo. El dinero criminal (casi un bill¨®n de d¨®lares anuales) se mueve constantemente para evitar la detecci¨®n de su origen, exacerbando as¨ª las turbulencias de los mercados financieros.
Todos los ¨¢mbitos esenciales de nuestra vida est¨¢n penetrados por actividades cuyo n¨²cleo central se globaliza. A saber, la ciencia y la tecnolog¨ªa, los medios de comunicaci¨®n (formando grandes conglomerados mundiales diversificados nacionalmente), los servicios financieros, los profesionales cualificados, el arte, el turismo, la m¨²sica, la cultura, el deporte, la religi¨®n (que, desde tiempo ha, fue casi siempre transnacional). La globalizaci¨®n afecta a todo el planeta, pero no todo el planeta est¨¢ incluido en el sistema global. En realidad, la mayor parte de la gente no lo est¨¢: se conecta globalmente aquello a lo que se da valor y se desconecta lo que no interesa. La desconexi¨®n selectiva no s¨®lo afecta a ?frica o a las inmensas ¨¢reas rurales de Asia, sino a los j¨®venes parados de Badalona o Carabanchel, y a las ¨¢reas marginadas de Meseta de Orcasitas o del Camp de la Bota.
La globalizaci¨®n tiene enormes consecuencias pr¨¢cticas para cada quisque. La primera es que tiende a igualar, en t¨¦rminos relativos, las condiciones de producci¨®n (y, por tanto, condiciones de trabajo y salarios), en la medida en que los niveles de productividad y calidad entre distintos pa¨ªses se aproximan r¨¢pidamente por la difusi¨®n de tecnolog¨ªa e informaci¨®n, al tiempo que los mercados se unifican y liberalizan. Y, desde nuestra perspectiva, la tendencia a la aproximaci¨®n de condiciones se da a la baja. 0 bien se construye un nuevo modelo social y econ¨®mico, o, en las condiciones actuales, s¨®lo un pacto social global que relacione apertura de mercados y mejora de condiciones de trabajo para todos, tal y como propone la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo, puede evitar una decisiva p¨¦rdida de competitividad para Europa y, a medio plazo, la puesta en cuesti¨®n de nuestras instituciones laborales y de seguridad social. La segunda y decisiva consecuencia es que los Estados nacionales son claramente incapaces de controlar los flujos financieros y monetarios que determinan sus econom¨ªas, as¨ª como los flujos de informaci¨®n, la comunicaci¨®n medi¨¢tica y la multinacional del crimen. En Europa, la construcci¨®n de la Uni¨®n Europea es un intento de acumular influencia conjunta para controlar los intercambios mundiales. Pero en la medida en que para crear esa Uni¨®n (simbolizada por el euro) hay que empezar por homogeneizar las econom¨ªas en tomo al rasero de los mercados globales, en ¨²ltimo t¨¦rmino la integraci¨®n europea se convierte en el instrumento de la globalizaci¨®n.
La globalizaci¨®n ha venido, nadie sabe como ha sido. Y ha venido para quedarse. Salvo que haya un improbable retorno a comunidades autosuficientes, no podemos escapar a su l¨®gica, inscrita en las redes inform¨¢ticas que arquitecturan nuestras vidas. No hay otro remedio que navegar en las encrespadas aguas globales, aprendiendo a sortear sus torbellinos y aprovechar sus vientos. Sabiendo que podemos contar poco con Estados nacionales obsoletos y defensivamente agrupados en carteles poco operativos, que los sindicatos de la era industrial bastante tienen con sobrevivir y que las empresas viven al d¨ªa, pendientes del parte meteorol¨®gico de los mercados financieros. Por. eso es esencial, para esa navegaci¨®n ineludible y potencialmente creadora, contar con una br¨²jula y un ancla. La br¨²jula: educaci¨®n, informaci¨®n, conocimiento, tanto a nivel individual como colectivo. El ancla: nuestras identidades. Saber qui¨¦nes somos y de d¨®nde venirnos para no perdemos a donde vamos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.