Y una tendencia
Supongamos que Espa?a forma parte del euro en 1999, tal y como aseguran el Gobierno y la oposici¨®n. ?En qu¨¦ tendr¨ªamos que fijarnos los ciudadanos para saber si despu¨¦s las vamos a pasar mal, relativamente mal o incluso bien? Fundamentalmente en tres cosas (y en una tendencia). Las tres cosas son el tipo de cambio de la peseta, el tipo de inter¨¦s del euro y la evoluci¨®n del mercado de trabajo. Y la tendencia: la capacidad de la Uni¨®n para acompa?ar a la moneda ¨²nica con una mayor uni¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica.Parte de nuestra competitividad depender¨¢ de la decisi¨®n que se tome respecto al tipo de cambio peseta-euro, que quedar¨¢ fijado en enero de 1999 de forma irrevocable. Es fundamental que Gobierno y Banco de Espa?a no permitan una apreciaci¨®n de la peseta respecto al marco. S¨ª un coche producido en Espa?a se vende ahora a un mill¨®n de pesetas, nos interesa que se venda despu¨¦s a la menor cantidad posible de euros para poder competir en el mercado.
Los tipos de inter¨¦s, que ser¨¢n fijados por el Banco Central Europeo, afectar¨¢n, por otra parte, a los niveles de crecimiento de nuestra econom¨ªa. Cu¨¢nto m¨¢s caro sea el dinero en Europa, m¨¢s dificultades tendremos todos para seguir creciendo de forma sostenida.
Con la misma moneda y niveles de inflaci¨®n y d¨¦ficit parecidos a los del resto de pa¨ªses-euro, lo ¨²nico at¨ªpico en Espa?a ser¨¢ su nivel de paro. Conseguir que el crecimiento econ¨®mico acarree creaci¨®n de empleo se convertir¨¢ en una prioridad, porque si Espa?a no consigue aproximarse a la media europea (ya de por s¨ª alta), es cierto que introducir¨¢ un elemento de inestabilidad en la moneda ¨²nica y que los otros pa¨ªses la mirar¨¢n con recelo.
En medios europeos se discute sobre la necesidad de un euro fuerte o d¨¦bil. Algunos cifran esa fortaleza en el valor que tenga con respecto al d¨®lar. Otros creen que no importa que sea una moneda "cara" sino que sea una moneda estable. Lo que hay que lograr, dicen, es que los mercados est¨¦n seguros de que no corren riesgos si denominan sus contratos comerciales en euros en lugar de en d¨®lares.
Para conseguir esa estabilidad ser¨¢ necesario que la inflaci¨®n sea equiparable a la de Estados Unidos y Jap¨®n (lo que est¨¢ encomendado a un Banco Central absolutamente independiente), y que las finanzas p¨²blicas de los pa¨ªses euro sigan "saneadas". Tambi¨¦n ayudar¨¢ el que la deuda p¨²blica que se emita a partir del 1 de enero de 1999 est¨¦ denominada en moneda ¨²nica (como acord¨® Maastricht) y que todos los pa¨ªses-euro se comprometan, como ya han hecho Alemania y Francia, a "redenominar" tambi¨¦n en euros la deuda p¨²blica "vieja".
Algunos analistas, especialmente brit¨¢nicos y alemanes, siguen insistiendo en que el euro no podr¨¢ ser estable si en la primera etapa entran pa¨ªses como Espa?a, y sobre todo, Italia. La Uni¨®n Monetaria -afirman- correr¨¢ graves riesgos cu¨¢ntos m¨¢s pa¨ªses la integren, porque albergar¨¢ serias diferencias econ¨®micas y nadie puede garantizar que respeten el compromiso del d¨¦ficit. Los brit¨¢nicos han empezado incluso a hacer circular papeles en los que se calcula el riesgo de que todo el proceso de Uni¨®n Monetaria estalle a la mitad.
Es decir, que entre enero de 1999, en que nacer¨¢ la moneda ¨²nica, y el a?o 2002, en que estar¨¢ fisicamente en manos de millones de europeos, varios pa¨ªses no puedan aguantar el tir¨®n y se retiren del sistema. La estabilidad de la moneda quedar¨ªa hecha a?icos.
Sin duda, ese ser¨ªa el peor escenario posible, tambi¨¦n para los espa?oles. Lo peor que nos podr¨ªa pasar es que hagamos nuestros deberes y que despu¨¦s se nos caiga el colegio encima. Por eso, nos conviene tambi¨¦n estar atentos a las tendencias dentro de la Uni¨®n Europea: todo lo que suponga acompa?ar la moneda de una mayor uni¨®n fiscal, econ¨®mica y pol¨ªtica ayudar¨ªa a mantener la estabilidad y a evitar situaciones dram¨¢ticas en los pa¨ªses menos poderosos.
Lamentablemente nada indica, por el momento, que ese camino est¨¦ abierto.
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