Los patriotas
Que el ingeniero Alberto Fujimori Fujimori no hab¨ªa nacido en el Per¨² sino en el Jap¨®n y que, luego, sus padres, inmigrantes sin recursos, procedentes de la aldea de Kawachi, le fraguaron una nacionalidad peruana, me lo dijeron en las semanas finales de la campa?a electoral de 1990 unos oficiales de la Marina de Guerra del Per¨², seg¨²n los cuales el Servicio de Inteligencia Naval pose¨ªa la constancia del fraude.Estas pruebas jam¨¢s se hicieron p¨²blicas en aquella circunstancia porque, sin duda, a aquellas alturas de la contienda electoral que dirim¨ªamos el ingeniero Fujimori y quien esto escribe, aqu¨¦l ya hab¨ªa establecido la alianza providencial con el celeb¨¦rrimo VIadimiro Montesinos (todav¨ªa no lo era), ex capit¨¢n expulsado del Ej¨¦rcito por "traidor a la patria" -se lo acus¨® de vender secretos militares a la CIA-, ex abogado de narcotraficantes y que, pese a ello, segu¨ªa manteniendo viscerales relaciones con el Servicio de Inteligencia Nacional. ?ste se encargar¨ªa de hacer desaparecer en aquellos d¨ªas, de los registros judiciales, el abultado prontuario del candidato que algunos sabuesos period¨ªsticos, como C¨¦sar Hildebrandt, llegaron sin embargo a mencionar antes de que se volatilizara.
El asunto de la presunta nacionalidad japonesa de Fujimori tampoco se ventil¨® en aquella ocasi¨®n por mi propia repugnancia moral a esgrimirlo como argumento contra un adversario pol¨ªtico. Si hubo falta, no fue la suya, sino de sus padres, y, a ¨¦stos, hay que apresurarse a excursarlos, pues no hicieron m¨¢s que lo que hac¨ªan much¨ªsimas familias de inmigrantes orientales, guiados por la m¨¢s humana de las razones: fabricarles a sus hijos una nacionalidad que los defendiera mejor que a ellos de los atropellos de que eran v¨ªctimas en el pa¨ªs sin ley (los a?os 30 fueron, recordemos, los a?os de las dictaduras militares de S¨¢nchez Cerro y Benavides) al que se hab¨ªan expatriado y al que, trabajando con verdadero hero¨ªsmo, contribuyeron a desarrollar. ?ste se lo pag¨® mal, por lo dem¨¢s, pues, durante la Segunda Guerra Mundial, la comunidad peruana de origen nip¨®n fue injustamente expropiada de sus bienes, discriminada y perseguida, y algunos de sus miembros enviados a campos de concentraci¨®n en EE UU, por un gobierno -civil ¨¦ste, para colmo- ¨¢vido de echar mano al patrimonio de la colectividad peruano-japonesa y nisei.
Despu¨¦s de leer la acuciosa indignaci¨®n llevada a cabo por la periodista Cecilia Valenzuela -un verdadero modelo de periodismo de investigaci¨®n- y cuyas conclusiones parecen dif¨ªcilmente refutables, sigo pensando, sin embargo, que la oposici¨®n a la dictadura que padece el Per¨², y cuya fachada visible es Fujimori, deber¨ªa excluir de su memorial de agravios contra el destructor del r¨¦gimen de legalidad y de libertad que imperaba en el Per¨² hasta el 5 de abril de 1992, la de su falsa nacionalidad peruana. ?Qu¨¦ importa que naciera en una aldea perdida de la isla de Kumamoto? En el Per¨² gate¨® y aprendi¨® a hablar, estudi¨®, creci¨®, trabaj¨® y comparti¨® a lo largo de toda su vida los infortunios y las ilusiones de los dem¨¢s peruanos: eso hace de ¨¦l, no importa cu¨¢n dudosa sea la legitimidad del mal garabateado papel que explica su nacimiento, un ciudadano del Per¨². Seg¨²n una leyenda, el general Salaverry, caudillo rom¨¢ntico que ocup¨® brevemente la Presidencia del Per¨² antes de ser fasilado, hizo poner un libro abierto en la Plaza de Armas y declar¨®: "Todo el que quiera ser peruano, que ponga all¨ª su firma y lo ser¨¢". Esa concepci¨®n generosa de la peruanidad es tambi¨¦n la m¨ªa y ojal¨¢ lo fuera alguna vez la de todos mis compatriotas.
En caso contrario, quienes combatimos a Fujimori desde 1992 por haber cometido la felon¨ªa, apandillado con Montesinos y el General Nicola de Bari Hermoza (que debe ser hijo o nieto de italianos), de destruir la democracia y restaurar la tradici¨®n autoritaria instalando al Ej¨¦rcito una vez m¨¢s en el centro del poder pol¨ªtico, apareceremos tan mezquinos y viles como aquel siniestro tr¨ªo, que acaba de despojar de la nacionalidad peruana al se?or Baruch Ivcher, propietario del Canal de Televisi¨®n Frecuencia Latina, con el hip¨®crita pretexto de que ¨¦ste, nacionalizado peruano desde 1983, no hab¨ªa destruido su pasaporte israel¨ª. La dictadura sabe muy bien que hay muchos miles de ciudadanos peruanos que acumulan todos los pasaportes a los que tienen derecho o pueden obtener, dada la inseguridad jur¨ªdica que caracteriza la vida pol¨ªtica peruana, y que entre ellos figura un elevado n¨²mero de sus servidores (incluidos ex ministros y cac¨®grafos de los medios que le sirven de estercolero period¨ªstico y a quienes todo el mundo conoce).
?Por qu¨¦ ese ensa?amiento singular contra el se?or Icher s¨®lo ahora? Porque los informativos de su canal de televisi¨®n hab¨ªan comenzado a denunciar los cr¨ªmenes y torturas cometidos por el Servicio de Inteligencia, y los planes de ¨¦ste para asesinar a C¨¦sar Hildebrandt y a otros periodistas de oposici¨®n, los pinchazos telef¨®nicos y los fraudes electorales del pasado reciente y a defender un retorno a la legalidad del pa¨ªs del que es ya parte indisoluble, como otros muchos miles de peruanos de origen alem¨¢n, italiano, espa?ol, chino o japon¨¦s. ?Por qu¨¦ no se le priv¨® de la nacionalidad peruana -y se le arrebat¨® Frecuencia Latina con las triqui?uelas jur¨ªdicas con que se le est¨¢ arrebatando ahora- cuando su canal de televisi¨®n defend¨ªa con entusiasmo el golpe de Estado de Fujimori y sus periodistas llenaban de improperios a quienes nos esforz¨¢bamos -sin mucho ¨¦xito, es cierto- por abrir los ojos de nuestros compatriotas seducidos con la propaganda antidemocr¨¢tica de unos medios de comunicaci¨®n acobardados o vendidos a la flamante dictadura?
Cuando, a finales del siglo XVIII, el doctor Samuel Johnson estamp¨® la frase inmortal -"El patriotismo es el ¨²ltimo refugio de los canallas"-, no estaba vociferando contra su pa¨ªs, claro est¨¢. ?l quer¨ªa mucho a Inglaterra, como lo demuestran sus profundos estudios sobre la poes¨ªa inglesa, su luminoso ensayo sobre Shakespeare y, sobre todo, su enciclop¨¦dica investigaci¨®n filol¨®gica sobre la lengua de su patria, que le tom¨® toda la vida y marc¨® un hito en la historia del ingl¨¦s. El voluminoso doctor Johnson pensaba en gentes que, como las tres que ahora han retrocedido al Per¨², pol¨ªticamente, a la condici¨®n de, la ¨²ltima rep¨²blica bananera de Am¨¦rica del Sur, administran el "patriotismo" en funci¨®n de sus intereses, sin el menor escr¨²pulo, como un arma de supremo chantaje para acallar las cr¨ªticas y justificar sus tropel¨ªas, y se arrogan el derecho de reconocer o negar la "peruanidad" de las personas seg¨²n sean ¨¦stas d¨®ciles o ind¨®ciles a los desafueros que cometen gracias a la fuerza bruta que los sostiene.
?sta es grande, desde luego, pero, en los ¨²ltimos meses, y a medida que aquellos desafueros se multiplicaban, se halla cada vez m¨¢s hu¨¦rfana de apoyo civil. Desde que los estudiantes se lanzaron a las calles a protestar contra la defenestraci¨®n de los miembros del Tribunal Constitucional que se opon¨ªan a la reelecci¨®n presidencial y contra las torturas y cr¨ªmenes del SIN, el movimiento de repudio al r¨¦gimen ha ido expandi¨¦ndose a casi todos los sectores sociales, hasta tocar, incluso, el sector empresarial, donde la patra?a de que la dictadura se ha valido para despojar de su empresa a Baruch Ivcher parece haber hecho pensar a algunos industriales, que, despu¨¦s de todo, la legalidad democr¨¢tica pod¨ªa ser m¨¢s adecuada para el futuro de las empresas que una dictadura. Nunca es tarde para enterarse.
La realidad es que, en la ac-
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tualidad, los partidarios del r¨¦gimen son una minor¨ªa bastante reducida de personas, que est¨¢n con ¨¦l porque medran a su sombra o porque temen sus represalias, y este tipo de adhesi¨®n, fragilismo, se quiebra con el primer cambio de viento.
El sost¨¦n primordial con el que todav¨ªa cuenta es la fuerza militar. El crimen mayor que ha cometido Fujirnori no es haber nacido en Kawachi ni adulterado documentos p¨²blicos; es haber de struido, confabulado con Montesinos y Bari Hermoza, un proceso democr¨¢tico que, desde 1980, hab¨ªa comenzado a integrar a civiles y militares dentro de un sistema compartido de respeto a la ley, acabando con aquella fractura entre uno y otro estamento que resulta siempre como consecuencia de una dictadura, tragedia constante de la historia peruana y encarnaci¨®n del subdesarrollo pol¨ªtico de un pueblo.
Reconstruir esa unidad entre la sociedad civil y la fuerza militar ser¨¢ m¨¢s arduo que recuperar la democracia. Los militares peruanos s¨®lo comprender¨¢n el grav¨ªsimo error a que fueron arrastrados cuando adviertan, como ocurri¨® en Espa?a, como ha ocurrido en Centroam¨¦rica o en Chile, que el golpe de Estado los aisl¨® interna mente y los desprestigi¨® a los ojos de toda la comunidad civilizada internacional. Pero eso s¨®lo ser¨¢ evidente para ellos cuando vean enfrente a la sociedad civil en pleno, unida y resuelta, pidiendo libertad. S¨®lo entonces ser¨¢ f¨¢cil para el Per¨² sacudirse de encima al falsario, al fel¨®n y al traidor como, en la hermosa met¨¢fora de William Faulkner, los nobles canes de la tierra se sacuden las pulgas.
copyright Mario Vargas Llosa, 1997. copyright Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SA, 1997.
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