Aislamientos
El verano del 97 ha quedado marcado por las grandes movilizaciones ciudadanas contra el asesinato del concejal de Ermua. Y esa respuesta c¨ªvica fue tan convincente y masiva que logr¨® lo que antes parec¨ªa imposible: cambiar la definici¨®n de la realidad, obligando a todos los partidos pol¨ªticos, incluidos los que apoyan o comprenden a ETA, a modificar su estrategia. As¨ª es como ha surgido un nuevo consenso antiterrorista, que busca como principal objetivo neutralizar pol¨ªticamente a Herri Batasuna y cuyo principal fruto se obtuvo el jueves pasado, al recuperar la alcald¨ªa de Mondrag¨®n poni¨¦ndola bajo el control de las fuerzas que defienden la legalidadNo obstante, es tanto el miedo que tenemos todos a no poder vencer a esta criminal mafia pol¨ªtica, que en seguida se han levantado voces agoreras lamentando por anticipado la inevitable ruptura del nuevo consenso antiterrorista. Y en cuanto explicables episodios aislados han parecido darles la raz¨®n, estos profetas de la derrota se han apresurado a proclamar triunfalmente: ?v¨¦is?, ya lo dec¨ªa yo. Por eso, como las profec¨ªas tienden a cumplirse a s¨ª mismas, ser¨ªa conveniente que nuestros cenizos se guardasen los augurios derrotistas, sum¨¢ndose con mayor optimismo al clamor popular que reivindica la posibilidad de una victoria pol¨ªtica contra ETA.
Pero hablando de disputas entre dem¨®cratas y de profec¨ªas pesimistas, lo que m¨¢s amenaza al nuevo consenso antitetrorista es sin duda la pol¨¦mica sobre la naturaleza que debe tener el aislamiento al que se somete a la trama civil de ETA. ?Debe ser un aislamiento s¨®lo pol¨ªtico, como sostienen Izquierda Unida y los nacionalistas? ?O debe ser, tambi¨¦n, un aislamiento social, como defendemos muchos, e incluso legal, como aventura el Gobierno al proponer medidas penales sospechosas de discriminaci¨®n anticonstitucional?
El aislamiento legal no parece admisible. La trama civil no debe ser legalmente discriminada por id¨¦ntica raz¨®n que a ETA s¨®lo hay que aplicarle el mismo c¨®digo penal que a los dem¨¢s criminales comunes. Esto significa que no, puede haber excepciones para la edad penal ni para ninguna otra disposici¨®n normativa (como pueda ser la autorizaci¨®n municipal para instalar txoznas). A los militantes o votantes de Jarrai o HB s¨®lo se les pueden recortar sus derechos legales por sentencia firme de los tribunales. Y ello de igual modo que no se puede cerrar el Egin ni ilegalizar HB, auque s¨ª procesar a sus redactores o dirigentes cuando se sospeche que delinquen.
Por lo tanto, lo ¨²nico discutible (y creo que deseable) es el aislamiento social de la trama civil. Aqu¨ª se dan dos razones para desaconsejarlo (como ha hecho, por ejemplo, mi apreciado colega Javier Elzo, de quien me honro sentirme amigo): que es imposible, dada la complejidad del tejido social vasco, y que no resulta conveniente porque causar¨ªa peores efectos, exacerbando el radicalismo antisistema de la trama civil. Pues bien, ambos argumentos pueden ser rebatidos. El aislamiento social es dif¨ªcil pero no imposible, dado que se trata de una cuesti¨®n de grado: ignorarlos completamente no se puede, claro, pues para coexistir hay que cederles paso cuando menos. Pero se debe reducir al m¨ªnimo el trato con ellos para hacerles comprender que no los reconoceremos como dignos de convivir con nosotros hasta que no renuncien a ser c¨®mplices morales de los criminales.
Respecto a la utilidad del aislamiento social, supuestamente provocador de mayor radicalizaci¨®n, debe recordarse que la peor inducci¨®n a la violencia es su tolerancia t¨¢cita, pues el que calla otorga. Lo que se busca no es obtener el apaciguamiento de quienes componen la trama civil sino su deserci¨®n: hay que convencer a los simpatizantes de ETA para que abandonen el gueto, aunque a cambio se radicalicen todav¨ªa m¨¢s los que se quedan dentro. Pues la ¨²nica posibilidad de vencer a ETA pasa por privarle poco a poco de su base social: y eso s¨®lo puede lograrlo la propia sociedad civil.
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