El encanto de la traici¨®n
Mientras el f¨²tbol ha pasado hace tiempo al orden del mercado, los hinchas, todav¨ªa inocentes, contin¨²an en el orden del amor. "No te vayas, te queremos", le suplica la afici¨®n a Mijatovic, a Ronaldo, a Karanka o a Rivaldo, mientras uno u otro dejan tras de s¨ª la camisola, supuestamente tan amada, y corren a firmar el contrato que aumentar¨¢ su fama y su remuneraci¨®n. El jugador es quien con mayor rapidez ha asumido el fin de aquel f¨²tbol gara?¨®n, enraizado en la tribu, her¨¢ldico y sagrado, para beneficiarse leg¨ªtimamente de la traici¨®n. Ni siquiera el nacionalismo es hoy, en el f¨²tbol, superior al mercantilismo. No s¨®lo Karanka ha sucumbido a las ofertas, Guardiola tuvo que ser sobornado para permanecer en su hecho diferencial.Los jugadores no creen ya en las diferencias sustantivas entre uno y otro clubes. Las diferencias, si existen, las sustancia finalmente la ficha y la cl¨¢usula de rescinsi¨®n. Todos los jugadores est¨¢n de antemano fichados por los grandes clubes, y si estas sociedades no los tienen todav¨ªa bajo su poder es porque, de momento, no les caben.
Todos los jugadores ambicionan jugar en un club superior, y si no se marchan es porque, de momento, ese club no les desea lo bastante. La inclinaci¨®n de cada aficionado, naturalmente chapado a la antigua, es amar con todas sus fuerzas a sus jugadores, mientras la inclinaci¨®n de cada jugador moderno es hallarse en condiciones de desapego. ?sta ser¨¢ su mejor manera de vivir, de prosperar y, seguramente, la mejor manera de jugar.
Hasta hace unos a?os, los futbolistas hechos una pe?a con las pe?as, se part¨ªan el pecho por los colores de la localidad. El deporte, como la religi¨®n o la cultura, se encontraba todav¨ªa al margen del mercado. El mercado segu¨ªa creciendo, pero todav¨ªa no hab¨ªa incorporado en su ¨¢mbito ni el coraz¨®n aficionado ni el coraz¨®n del jugador.
Ahora, los aficionados se han quedado solos. No hay nadie que los represente de verdad, mientras los representantes de los jugadores han evolucionado mucho. Estos no son ya los padres o los t¨ªos de los futbolistas, sino unos agentes comerciales que de no declarar su condici¨®n podr¨ªan pasar por traficantes de cualquier cosa. No s¨®lo parecen astutos sino sospechosos, temibles, veloces, conectados a la red. De mover m¨¢s veces la mercanc¨ªa, el beneficio aumenta y no habr¨¢ por tanto una sede estable para el jugador.
Las grandes figuras de hace d¨¦cadas cumplieron lustros en un club. Sus nietos, se llamen Ronaldo o Rivaldo, tienen por meta pasar s¨®lo unos meses en un mismo lugar. Como el capital financiero en la econom¨ªa global, el crack vale m¨¢s volando de una plaza a otra, sustituyendo contratos, apagando sentimientos y acentuando, con su dificultad para ser retenido, la calidad y el estipendio de su seducci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.