Espa?oles
C¨¢novas: "Es espa?ol el que no puede ser otra cosa". Recuerdo su frase desde que comenzaron los alaridos entusiastas por el centenario del maestro de Aznar. Era cuando se debat¨ªa el art¨ªculo uno de su Constituci¨®n: c¨®mo definir al espa?ol. Ahora hay otra frase, que o¨ª en Canal + y confirmo en El Mundo: "Seguir¨¦ siendo ambiguo si para dejar de serlo he de ser espa?ol". Es ambigua. Pero t¨®pica: nadie quiere ser espa?ol, a excepci¨®n de los tenores y tiples de zarzuela ("Soy espa?oooolah / de?spa?a veeeengoh") y sus letristas: pero interpretaban, fing¨ªan.C¨¢novas tambi¨¦n en sus discursos. En cambio, este Egibar que amenaza con dejar de ser espa?ol para dejar de ser ambiguo no representa: dice que prefiere ser vasco. Yo puedo ser de la ciudad donde est¨¦. Del Par¨ªs hostil, pero con una capacidad de acogida y de talento que han sido ¨²nicos. De T¨¢nger, donde la libertad era verdad (para los ricos: como en todo el mundo).
Tampoco creo que el nacionalismo no implique violencia. Nacionalismo y religi¨®n, que mezclan bien: he ah¨ª el enemigo. El nacionalsocialismo buscaba ansioso una religi¨®n para poderse sujetar a ella: Hess, del que ahora los neonazis celebran el aniversario, y que estaba loco, buscaba religiones y signos en leyendas. Hitler se conformaba con el Walhala. Yo siento el nacionalismo al rev¨¦s: del pa¨ªs donde no estoy. No me gusta que hablen mal de Par¨ªs o de T¨¢nger, de Francia o de Marruecos. Ni de Espa?a cuando estoy fuera. Dentro, no tengo m¨¢s remedio que admitir las realidades.
(Cuidado: una lectora, ayer, dec¨ªa en las cartas que la "tolerancia sexual del T¨¢nger colonial a la que alude Haro Tecglen...". No, de ninguna manera. La tolerancia sexual es de todo el islam cuando no es fan¨¢tico; y exist¨ªan antes y ahora. Hablo del hombre: la intolerancia con la mujer es espantosa. Las autoridades coloniales, las que, con su idea occidental del sexo, quisieron prohibir las costumbres libres. No todos. Hay una sentencia hist¨®rica de un juez ingl¨¦s, en la ¨¦poca internacional, frente al que se llev¨® a un "delincuente sexual": le absolvi¨® diciendo "que, dadas las costumbres del pa¨ªs..."). Si de lo que habla Ruth Rama Dellepiane es de la prostituci¨®n, de la venta de ni?os o ni?as, no hace falta que piense en T¨¢nger: Londres, Par¨ªs, Madrid...
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