La amenaza espacial de los microbios
Algunas de las 140 especies en ¨®rbita pueden devorar metales y pol¨ªmeros
Los fallos t¨¦cnicos y humanos no son los ¨²nicos peligros que acechan a la estaci¨®n orbital Mir. Existe una arrienaza que puede resultar incluso peor que los anteriores. Se trata de unos inquilinos que ostentan el r¨¦cord absoluto de permanencia en el laboratorio espacial: los microbios.Pese a las barreras que se les ha puesto, los microbios llegaron a la Mir hace 11 a?os y desde entonces se han estado re,produciendo cada vez con mayor fuerza, seg¨²n afirma el semanario ruso Ogoniok. Si en 1990 hab¨ªa 94 especies, hoy en d¨ªa ya viven 140 en ¨®rbita (54 de bacterias pertenecientes a 17 g¨¦neros y 86 de hongos pertenecientes a 20 g¨¦neros).
Estas bacterias y hongos pueden literalmente comerse la Mir o la futura estaci¨®n internacional Alfa, que ser¨¢ puesta en ¨®rbita el a?o pr¨®ximo. Eso, al menos, es lo que se infiere de una carta alarmante escrita por especialistas japoneses a la empresa Energuia, la constructora de la Mir -y que ahora est¨¢ construyendo el llamado bloque funcional y de carga de la Alfa, primera fase del proyecto-, seg¨²n informa Ogoniok.
Sucede que la Agencia Espacial Rusa ha firmado sendos contratos con Estados Unidos y Jap¨®n, de acuerdo con los cuales les. da muestras de microorganismos procedentes de la Mir. Y los bi¨®logos nipones acaban de descubrir que all¨ª hay microbios sumamente agresivos, con una alta capacidad para comer pol¨ªmeros y metales.
Hay algunos que oxidan el hierro 200.000 veces m¨¢s r¨¢pido que el aire, mientras que otros se especializan en el aluminio, el titanio, el oro, etc. Hay hongos que segregan ¨¢cidos que corroen las aleaciones m¨¢s s¨®lidas. Y en el espacio unos y otros tienen condiciones ¨®ptimas para, desarrollarse, adem¨¢s de que la elevada radiactividad ejerce sobre ellos una influencia estimulante.
Los microbios ya han hecho de las suyas en el espacio. De hecho, unas bacterias lograron pasar de la Mir a una nave Soyuz que estaba acoplada, y como all¨ª nadie luchaba contra ellas, acabaron con la superficie de un Ojo de buey, a consecuencia de lo cual ya no se pod¨ªa ver nada a trav¨¦s de ¨¦l. El Bacilius polimixa, indiferente al cristal, se alimentaba de la humedad que se formaba en su superficie, pero ¨¦l mismo serv¨ªa de alimento a los hongos Penicillium chrisogenun y Aspergilus Versicolor, los cuales, a su vez, segregaban unos ¨¢cidos que corro¨ªan al cristal m¨¢s duro. Si hubieran trabajado amigablemente durante algunos a?os, sencillamente hubieran agujereado el ojo de buey.
La verdad es que ya en 1992 los m¨¦dicos rusos notaron que hab¨ªa un aumento de la agresividad de los microbios en el espacio, pero el art¨ªculo que publicaron sobre ello en una revista especializada era de un tono tan tranquilo que muchos no comprendieron el peligro que representan las bacterias y hongos en la estaci¨®n orbital. Los japoneses, en cambio, han tocado a rebato, porque opinan que la gran agresividad de los microbios de la Mir es propia de los mutantes.
Alexandr V¨ªktorov, el principal microbi¨®logo espacial ruso, opina en cambio que todav¨ªa no se puede hablar de mutantes. Lo que sucede, dice, es que la actividad de los microorganismos se desarrolla en forma de onda y lo que importa es su promedio. Lo que sucedi¨® a los japoneses, aventura, es que a sus manos lleg¨® una prueba procedente del punto m¨¢s elevado de la onda.
As¨ª y todo, V¨ªktorov reconoce que la agresividad de los mciroorganismos ha crecido sustancialmente en los 11 a?os de vida en la Mir. Los gr¨¢ficos hechos durante estos a?os muestran que cada c¨²spide de cada onda de actividad de las bacterias es m¨¢s alta que la anterior.
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