Fumarada
Muchos restaurantes madrile?os y otros establecimientos no se atrevieron el a?o pasado a marginar a los fumadores por si perd¨ªan clientela, pero es posible que lo hagan ahora. Los partidarios de que se proh¨ªba fumar aumentan a medida que se incrementan las campa?as contra el tabaco, y las dr¨¢sticas normas dictadas con este fin por el presidente de EE UU han convencido a buena parte de la opini¨®n p¨²blica.El asunto no tiene gracia, seg¨²n el humilde parecer de un servidor, que fuma. Pero no porque peligre su h¨¢bito fumante, sino porque tanta campa?a, tantas siniestras admoniciones, tanto tremendismo, le resultan sospechosos. El propio arbitrio del presidente de Estados Unidos (que, adem¨¢s, fuma puros de a palmo) le resulta sospechoso.
Le resulta sospechoso que en la ¨²ltima Conferencia de la Tierra, Estados Unidos vetara la propuesta que presentaron varios pa¨ªses de limitar la emisi¨®n de mon¨®xido de carbono y otros gases contaminantes por su peligro para la vida del planeta y cuantos seres lo habitan, y, en cambio, haya salido despu¨¦s con una estridente defensa de la salud combatiendo el h¨¢bito de fumar.
Aqu¨ª hay gato encerrado.
Un congreso m¨¦dico anunci¨® en 1996 que en 1997 morir¨¢n 40.000 espa?oles v¨ªctimas de su adicci¨®n al tabaco. Como cada a?o mueren cerca de 400.000 espa?oles (toca madera), uno quisiera saber de qu¨¦ van a morir los 360.000 restantes que no fuman. Otro congreso m¨¦dico asegur¨® que en 1997 morir¨¢n 6.000 espa?oles que no fuman, intoxicados por el humo del tabaco de los que s¨ª fuman, ?t¨®cate las narices! La base cient¨ªfica que ha producido semejante conclusi¨®n tambi¨¦n le gustar¨ªa conocerla a un servidor.
Y, mientras tanto, no se dice nunca nada de los que morir¨¢n como consecuencia de los humos de las f¨¢bricas, de. las calefacciones, de los tubos de escape de los coches.
Ni el presidente de Estados Unidos, ni los congresos m¨¦dicos, ni la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, ni instituci¨®n alguna, ni nadie informan de cu¨¢ntos ciudadanos van a morir como consecuencia de la contaminaci¨®n que ha convertido las urbes en irrespirables ratoneras.Un servidor hace su trabajo en un garaje.No es que un servidor sea mec¨¢nico. Un servidor, por razones de urgencia, lleva m¨¢s de veinte a?os escribiendo sus cr¨®nicas en un garaje cercano a la plaza de toros de Madrid, y est¨¢ acostumbrado a ver c¨®mo los guardas pasan todo el tiempo posible en la calle, no porque les molesten los puros que un servidor se fuma, sino porque el humo de los tubos de escape les asfixia. Si enfermaran del pulm¨®n (Dios no lo quiera), los m¨¦dicos diagnosticar¨ªan que son fumadores pasivos y le echar¨ªan las culpas a un servidor.
Hay un aserto: el tabaco es malo para la salud. Y, sin embargo, no es lo ¨²nico malo. Llevamos 500 a?os fumando en este hemisferio de ac¨¢, y la historia no registra que pueblo alguno haya padecido estragos ni cataclismos a causa del tabaco.
Por el hemisferio de all¨¢ a¨²n llevan m¨¢s a?os fumando. Bartolom¨¦ de las Casas registr¨® la sorprendente afici¨®n de los indios americanos, que formaban un canuto con, las hojas de una planta, y por un lado lo daban lumbre mientras por el otro hac¨ªan sahumerio.
Los indios americanos estaban bien lozanos, pese al sah¨²mo. Y si dejaron de estarlo fue por las maldades que les llevaron los conquistadores, llegados de la civilizaci¨®n y de la modernidad.
En los 500 a?os para ac¨¢ y para all¨¢ casi todo lo que el hombre ha a?adido a los recursos estrictamente necesarios para su subsistencia es nocivo. Desde las golosinas hasta las sustancias alucin¨®genas; desde las bebidas espirituosas hasta los afeites; desde el aerosol a la fibra sint¨¦tica. 0 quiz¨¢ deber¨ªa interpretarse al rev¨¦s, y reconocer que el hombre nunca se ha conformado con subsistir mon¨®tonamente, y desde que entr¨® en actividad su genio creador no ha cesado de regalarse con nuevas invenciones que pudieran amenizarle la existencia.
Entre las invenciones entran, los motores y los combustibles que los mueven. Seguramente, el imparable genio creador del hombre ha traspasado los l¨ªmites de la cordura, pues los gases que emiten esos sofisticados inventos matan. Pero constituyen un gigantesco negocio y m¨¢s vale, entonces, echarles la culpa a otros. Por ejemplo, a los que fuman; ya ves.
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