Diana, la princesa triste
Un final tr¨¢gico para una vida dif¨ªcil que empezaba a mejorar tras su separaci¨®n
Esta madrugada, la reacci¨®n es de horror, consternaci¨®n y remordimiento. La muerte de Diana, princesa de Gales, estremece al Reino Unido. Un final tr¨¢gico de una vida triste y torturada.Exactamente un a?o despu¨¦s de su divorcio del Pr¨ªncipe Carlos, Diana hab¨ªa confesado en una entrevista con el matutino parisiense Le Monde que en m¨¢s de una ocasi¨®n hab¨ªa pensado en irse de Inglaterra para huir del constante acoso de la curiosidad p¨²blica. "Cualquier persona en sus cabales se habr¨ªa ido hace tiempo. Yo no puedo hacerlo. Tengo a mis hijos", hab¨ªa dicho reflexionando sobre el papel que, a sus 36 a?os, le tocaba desempe?ar como madre de Guillermo, el futuro rey de Inglaterra, de 15 a?os, y Harry, dos a?os m¨¢s joven.
Desde el divorcio, Diana entr¨® en un limbo de la realeza. Dej¨® de ser Su Alteza Real pero mantuvo el t¨ªtulo de princesa de Gales, un privilegio que le sirvi¨® para promover las numerosas campa?as de beneficencia que la transformaron, en los c¨ªrculos donde se la ve¨ªa con simpat¨ªa a pesar de los esc¨¢ndalos a lo largo de su paso por los palacios, en la reina de corazones".
Diana estaba precisamente convirti¨¦ndose en el s¨ªmbolo m¨¢s visible de la cruzada internacional contra el empleo de minas. Esa preocupaci¨®n la llev¨® de Angola hasta Bosnia, pasando forzosamente por el terreno de la pol¨¦mica esta semana cuando Le Monde le atribuy¨® haber criticado al anterior Gobierno conservador de haber adoptado una postura "desesperante" frente al problema de las minas deperdigadas por viejos campos de batalla.
Terreno minado
La vida de Diana transcurri¨® en su ¨²ltima fase por territorios igualmente peligrosos. Primero fue su veloz distanciamiento de Carlos tras la admisi¨®n de ¨¦ste de su adulterio con su antigua amante, Camilla Parker-Bowles, una admisi¨®n que provoc¨® la clamorosa confesi¨®n propia de que ella misma hab¨ªa sido infiel a su marido. En el centro del esc¨¢ndalo que crisp¨® a¨²n m¨¢s su relaci¨®n con casi toda la familia real, Diana, la otra Novia del Siglo que solloz¨® m¨¢s de una vez en p¨²blico ante la evidente desintegraci¨®n de su matrimonio, consigui¨® sin embargo establecerse a los ojos de sus amigos y admiradores en la personificaci¨®n de la libertad. Eso sucedi¨® cuando logr¨® zafarse del control directo de la familia real. Incluso los que detectaron s¨ªntomas de revancha terminaron por darle la raz¨®n. Una mujer enga?ada, dec¨ªan, tiene todo el derecho a rehacer su v¨ªa como mejor le parezca.
Ello es precisamente lo que Diana estaba tratando de hacer tras dos accidentados romances que la sumieron en la depresi¨®n, primero, y la bulimia, despu¨¦s. Pero en los ¨²ltimos meses, las fotograf¨ªas de Diana dejaron de ser una galer¨ªa de retratos de una joven triste y desdichada. Rara era la semana que no apareciera una foto de la princesa trotando alegremente hacia su gimnasio londinense. Cuando esta primavera la prestigiosa revista norteamericana Vanity Fair le dedic¨® la portada y un ensayo fotogr¨¢fico, qued¨® a todas luces establecido que la metamorfosis de Diana hab¨ªa sido completada. La princesa irradiaba un aplomo y una belleza que los brit¨¢nicos no hab¨ªan visto desde los d¨ªas en que el romance con Carlos evocaba recuerdos de las m¨¢s fant¨¢sticas historias de hadas y amor.
Ir¨®nicamente fue la relaci¨®n de amor y odio entre Diana y las c¨¢maras fotogr¨¢ficas lo que podr¨ªa convertirse en el epitafio para esta mujer que vivi¨® en carne propia lo ef¨ªmero de la felicidad y que sufri¨® como pocas el azote del desd¨¦n familiar, los celos y la persecuci¨®n constante de los tabloides sensacionalistas de todo el mundo. Si Diana era feliz, era noticia. Si lloraba, aun m¨¢s noticia. El af¨¢n por conocer el m¨¢s m¨ªnimo detalle de una vida que oscil¨® entre la admiraci¨®n y las cr¨ªticas nada generosas impuls¨® a los paparazzi a no dejarla ni a sol ni a sombra. Fueron precisamente las fotograf¨ªas de Diana, en ba?ador y abrazando al playboy egipcio Dodi al Fayed en la Costa Azul y el Mediterr¨¢neo el mes pasado las que dieron finalmente testimonio indiscutible de lo que ya se ven¨ªa diciendo con insistencia: Diana vuelve a amar y vivir.
A las 36 a?os, Diana se parece poco a la virgen sonrojada que cautiv¨® al Reino Unido cuando se cas¨® con el pr¨ªncipe Carlos en una ceremonia lujosa en la Catedral de San Pablo en 1981. La t¨ªmida y rellena mujer de 19 a?os era una cara nueva para la familia real aburrida y al principio, fue su mejor baza. Esta madrugada termin¨® su historia.
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