El cine ruso resucita en las fuertes im¨¢genes de la pel¨ªcula 'El ladr¨®n', de P¨¢vel Chujrai
Bello idilio de Nastassja Kinski y Wesley Snipes en 'One night stand', de Mike Figgis
Mientras cin¨¦filos y periodistas italianos se enzarzan en pol¨¦micas caseras -indescifrables fuera de este pa¨ªs- provocadas por los filmes Porzus y Los vesubianos, ayer volvi¨® a verse buen cine -es decir, inteligible para todo el mundo- en la competici¨®n de esta interesant¨ªsima Mostra. El brit¨¢nico afincado en Estados Unidos Mike Figgis aport¨® en One night stand un bello idilio entre Nastassja Kinski y Wesley Snipes, no satisfactoriamente resuelto pero admirablemente planteado y desarrollado. Y en El ladr¨®n, P¨¢vel Chujrai despert¨® al gran cine ruso, que se considera muerto, pero que en realidad s¨®lo duerme en espera de tiempos mejores. En las fuertes im¨¢genes del filme de P¨¢vel Chujrai recuperamos una de las m¨¢s s¨®lidas tradiciones del cine europeo.
El ladr¨®n es una pel¨ªcula muy bien hecha, maravillosamente construida e interpretada, emocionante y grave, pero al mismo tiempo con una ¨¢gil, graciosa y trepidante mezcla de dolor y de humor, que impregna el largo itinerario -que abarca desde los atroces a?os del fin del estalinismo a los coletazos de esta espantosa tragedia hist¨®rica en la reciente guerra de Chechenia- de la vida de un ni?o en busca de un padre.El itinerario de este ni?o arranca desde el instante en que su madre lo pare en la cuneta de un camino embarrado de la estepa rusa y desemboca all¨ª donde, ya convertido en un viejo, alcanza el lugar que le reserva el destino: un coronel al mando de un destacamento de tropas rusas genocidas durante una batida de exterminio en las calles de Grozni, donde con un rictus de loco amargo este hijo de Stalin sigue todav¨ªa en busca de un padre, real o imaginario, que sostenga las quiebras de su identidad.
Carcoma ancestral
En el enorme vertedero de desdichas que llamamos Rusia, el sentimiento de orfandad es una virulenta carcoma ancestral, pero cada vez menos ajena a la vida en este otro lado, el supuestamente afortunado, de Europa, donde el hueco de la muerte o de la inexistencia de una imagen paterna amistosa es llenado por esa misma, sorda y corrosiva, b¨²squeda de la fuente de donde cada uno proviene. Asunto, por tanto, de alcance universal, extremadamente complejo pero resuelto por Chujrai con gran inteligencia y sorprendente sencillez. Hay cine importante dentro de este vivificador y divertido tragedi¨®n ruso, que contribuye a mantener en pie el arriesgado cambio de rumbo de la Mostra veneciana a que estamos asistiendo estos d¨ªas.
Otra ayuda para sostener el nuevo enfoque de este festival ha llegado de Estados Unidos. Se titula One night stand y lo dirige el brit¨¢nico Mike Figgis. Es otra buena pel¨ªcula, m¨¢s ligera y contemporizadora que la anterior, pero igualmente concebida contra la corriente, a pecho descubierto. El director brit¨¢nico asesta en su nueva pel¨ªcula otra patada en mal sitio a la sacrosanta ideolog¨ªa de la instituci¨®n familiar estadounidense. Sin tanto desgarro y amargura como la que destil¨® en Leaving Las Vegas, Mike Figgis vuelve a insistir en la condici¨®n inevitablemente clandestina y subversiva del amor en una sociedad ensuciada por la limpieza del puritanismo y de la moral del gueto.
Con suavidad y dulzura, sin mover a sus personajes en una situaci¨®n l¨ªmite tan extremada como la que bordaban en la anterior pel¨ªcula Nicholas Cage y Elizabeth Shue, One night stand es m¨¢s de lo mismo. La alemana Nastassja Kinski -m¨¢s bella que nunca- y el afroamericano -m¨¢s actor que nunca- Wesley Snipes trenzan con elegancia y verdad, en las calles de una Nueva York invivible, los hilos de una aut¨¦ntica pasi¨®n, pero no estridente, sino entonada a media voz, casi susurrada, pero no menos comprometida y en carne viva que aquella del alcoh¨®lico y la puta, ambos a la deriva, de Leaving Las Vegas.
Ahora mueve Figgis no a dos habitantes de las cloacas de Am¨¦rica, sino a dos pobladores de sus moquetas de alcurnia: una mujer lumbrera de un laboratorio de alta inform¨¢tica militar y un hombre lumbrera de un estudio de creaci¨®n publicitaria. Dos arist¨®cratas del modelo de vida estadounidense, ambos casados, que, tras encontrarse y -en una escena memorable- amarse, se convierten en focos naturales de subversi¨®n contra la impostura de que son modelos en sus vidas legales.
Obviamente, acaban eligiendo la huida a la clandestinidad, y s¨®lo las innecesarias vueltas y revueltas que Mike Figgis les hace dar al final de su segundo y definitivo encuentro fallan en esta en lo dem¨¢s bien medida pel¨ªcula, que podr¨ªa haber sido bastante mejor si su escritor, director y tambi¨¦n m¨²sico -?qu¨¦ hermos¨ªsima banda sonora nos regala!- les hubiese dejado libres y sueltos para encarrilarse antes por donde era completamente evidente que lo har¨ªan.
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