La tr¨¢gica desaparici¨®n de Diana allana los planes matrimoniales del heredero de la corona brit¨¢nica
La ¨²nica figura prominente del enlutado Reino Unido que sin duda optar¨¢ por el silencio es Camilla Parker-Bowles. Por un cruel golpe del destino, la amante del pr¨ªncipe Carlos puede ver s¨²bita y tr¨¢gicamente allanado el camino hacia un eventual matrimonio con el heredero de la Corona brit¨¢nica. En el ambiente de incredulidad y dolor, nadie, por supuesto, se atrev¨ªa ayer a sugerir p¨²blicamente el advenimiento de un debate sobre los supuestos planes matrimoniales de Carlos. Pero la irrupci¨®n de una discusi¨®n semejante en el horizonte religioso y constitucional brit¨¢nico es cuesti¨®n de tiempo.
Si hay que guiarse por los gestos e indiscreciones de Carlos y Diana en el ¨²ltimo a?o transcurrido desde el clamoroso divorcio real, el asunto emerger¨¢ tarde o temprano. Su discusi¨®n puede ofrecer la pauta de cu¨¢l ser¨¢ la reacci¨®n p¨²blica frente a los planes con los que la Casa de Windsor tratar¨¢ de hallar una salida a la complicada situaci¨®n sentimental del pr¨ªncipe.Los brit¨¢nicos van a analizar minuciosamente el comportamiento de la reina Isabel. Sobre todo ahora que la princesa de Gales ha sido elevada a icono nacional. Resulta extremadamente complicado siquiera intentar hacer un pron¨®stico cabal de cu¨¢l podr¨ªa ser, por ejemplo, el efecto de cualquier campa?a real, por m¨¢s discreta que fuera, para habilitar a Camilla Parker-Bowles como candidata a ser la esposa de Carlos, una vez que disminuya en intensidad el trauma emocional que supone la muerte de Diana. Tal vez en uno, dos o tres a?os. El rechazo popular podr¨ªa arruinar las pretensiones matrimoniales del heredero o condicionar su acceso a la Corona. ?sta es una posibilidad con sustento s¨®lido.
Intrusa
Parker-Bowles jam¨¢s inspir¨® afecto entre los brit¨¢nicos. Fue, al fin y al cabo, el innegable factor de la ruptura entre Carlos y Diana. Se la considera una intrusa nada recatada en el matrimonio de los pr¨ªncipes antes y despu¨¦s de la boda del siglo en 1981. Al margen de ello, Camilla, 14 a?os mayor que la princesa, tampoco podr¨¢ aspirar a competir con la imagen vivaz y atractiva de la joven y carism¨¢tica Diana. T¨¦cnicamente, si la otra en la accidentada relaci¨®n de Carlos con Diana, quiere, como se le atribuye haber dicho hace tan s¨®lo 10 d¨ªas -pasar el resto de su vida con Carlos "siendo felices con tal s¨®lo respirar el mismo aire"-, podr¨ªa ver su sue?o realizado.
La repentina viudez de Carlos elimina las objeciones de la Iglesia anglicana a un nuevo matrimonio del pr¨ªncipe heredero. George Carey, el arzobispo de Canterbury, en una dura declaraci¨®n claramente orientada a desanimar a Carlos en sus supuestos planes sentimentales, advirti¨® a comienzos de julio que, a ra¨ªz de su divorcio, una segunda boda plantear¨ªa "una grave crisis" en la Iglesia de la que el rey o la reina son la cabeza visible. La ley eclesi¨¢stica es clara: el matrimonio es para toda la vida y los divorciados no merecen una segunda oportunidad. La Iglesia dif¨ªcilmente puede admitir un subterfugio para el hombre que est¨¢ destinado a convertirse en su jefe supremo. Carlos, es cierto, podr¨ªa casarse fuera de la Iglesia, como lo hizo la princesa Ana para su uni¨®n con Tim Laurence bajo el techo de la Iglesia escocesa, pero ello equivaldr¨ªa a una imperdonable y altamente arriesgada afrenta a Canterbury.
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