El coraz¨®n de los Windsor
LA C?LIDA y oportuna reacci¨®n del primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, ante la muerte de la que llam¨® la princesa del pueblo" y el propio dolor popular contrastan con el elocuente silencio de la Casa de los Windsor. M¨¢s all¨¢ de un digno protocolo y de alguna espor¨¢dica apanci¨®n, los miembros de la familia real se han mostrado incapaces de gestos personales y humanos hacia la difunta, a la que se retir¨® el tratamiento de Alteza Real tras su separaci¨®n del pr¨ªncipe de Gales, pero cuyo f¨¦retro se ha arropado -como muestra de gran deferencia- en la bandera real y no en la brit¨¢nica. Quiz¨¢ la Casa de los Windsor no haya asumido a¨²n que justamente la popularidad de Diana hinca sus ra¨ªces en los aires de modernidad y apertura que la joven e inexperimentada princesa intent¨®, sin ¨¦xito, llevar a partir de 1981 a un palacio encorsetado. Le falt¨® algo esencial para el ejercicio de su funci¨®n de consorte del pr¨ªncipe heredero: profesionalidad. Y probablemente en su fuero interno la clase dirigente recibi¨® mal la noticia, desvelada este verano, del idilio de Diana con el egipcio Dodi Fayed, hijo del que comprara uno de los emblemas brit¨¢nicos: los grandes almacenes londinenses de Harrods. El imperio vuelto del rev¨¦s.La muerte de Diana ha disparado un debate sobre el futuro de la monarqu¨ªa brit¨¢nica. No tanto sobre la instituci¨®n -pues, aunque el pa¨ªs ha entrado en un periodo de profundo cambio constitucional, la opci¨®n republicana es a¨²n marginal-, cuanto sobre la sucesi¨®n y la necesidad de que la familia real se oree. Incluso tiene una dimensi¨®n religiosa, al ser el soberano brit¨¢nico cabeza oficial de la Iglesia anglicana, lo que, entre otras cosas, impide al monarca casarse con una divorciada.
La desaparici¨®n de Diana no soluciona la situaci¨®n del pr¨ªncipe heredero, Carlos, sino que acaso la empeora. Pues m¨¢s que nunca tendr¨¢ que esconder su relaci¨®n con Camilla Parker Bowles, impopular aunque no se lo merezca. Carlos tendr¨¢ que demostrar que tanto o m¨¢s que un posible futuro buen rey es un buen padre, y centrarse sobre lo que en estos momentos constituye una esperanza de renovaci¨®n de la Casa de los Windsor: el pr¨ªncipe Guillermo, hijo de Carlos y Diana, a¨²n de 15 a?os de edad, y su hermano Enrique, de 12, en tomo a los cuales parece forjarse un pacto impl¨ªcito de no agresi¨®n medi¨¢tica. Es pronto para saber si Carlos reinar¨¢ o no el d¨ªa en que Isabel II fallezca o abdique. Pero la tr¨¢gica muerte de Diana ha dejado una mueca en los brit¨¢nicos respecto a la idoneidad de Carlos como rey: una idoneidad que, no sin malicia, cuestion¨® la propia princesa de Gales; es posible, sin embargo, que los brit¨¢nicos est¨¦n dispuestos a darle una ¨²ltima oportunidad.
La crisis de la monarqu¨ªa brit¨¢nica viene de lejos. Es quiz¨¢ una de las monarqu¨ªas que menos se ha adaptado a la modernidad y, en particular, a la era de la comunicaci¨®n global, con los medios en permanente observaci¨®n y aun en permanente espionaje. Los medios contribuyeron a la popularidad de la monarqu¨ªa, pero en la medida en que desvelaban toda suerte de esc¨¢ndalos palaciegos han acelerado la crisis de imagen de la instituci¨®n. Incluso, en opini¨®n de algunos soci¨®logos, la deslegitimaci¨®n parcial de la monarqu¨ªa se ha visto favorecida por la crisis de las instituciones provocada por los largos a?os de un thatcherismo que diviniz¨® el mercado y busc¨® la americanizaci¨®n del Reino Unido. Una monarqu¨ªa en democracia no puede sobrevivir de espaldas al pueblo, por mucho que uno de los sue?os m¨¢s recurrentes de sus ciudadanos sea, seg¨²n revelan los psiquiatras, tomar el t¨¦ con la Reina.
A ra¨ªz del tr¨¢gico accidente de Par¨ªs, los focos de la aldea global se han encendido otra vez sobre la Casa de los Windsor. El s¨¢bado, cuando tenga lugar el funeral ¨²nico para una princesa ¨²nica", millones de brit¨¢nicos retendr¨¢n su aliento. El silencio clamoroso de una naci¨®n puede ser la ocasi¨®n para que los Windsor demuestren que, m¨¢s all¨¢ del dominio del protocolo, tambi¨¦n tienen coraz¨®n. Diana les brinda esta p¨®stuma posibilidad que, de aprovecharse, redundar¨¢ en beneficio de la propia instituci¨®n mon¨¢rquica.
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