Adicci¨®n japonesa a la fauna virtual
El pa¨ªs que invent¨® las mascotas digitales crea 'guarder¨ªas' y afronta una nueva fiebre social
Las mascotas virtuales que inventaron los japoneses a finales de 1996 han desatado en muchos pa¨ªses un furor casi adictivo que ha llevado a algunos gobiernos a limitar su uso y controlar sus efectos psicol¨®gicos. En Jap¨®n, sin embargo, los diminutos pollitos, gatos, dinosaurios y otros esp¨¦cimenes de esta nueva fauna digital siguen enganchando no s¨®lo a los ni?os, sino a millones de j¨®venes y adultos.Pese a que ya ha amainado la fiebre inicial que provocaba interminables colas frente a las tiendas o agitadas negociaciones de recompra, la pasi¨®n por estos animalillos electr¨®nicos no decae en Jap¨®n.Tan s¨®lo del pollito tamagotchi, comercializado por la firma pionera Bandai, se han vendido m¨¢s de 10 millones de unidades, a los que hay que sumar las imitaciones y la amplia gama de otros cachorros creados por distintas empresas para nutrir la insaciable demanda generada en Jap¨®n.
Algunas de estas nuevas marcas presentan, adem¨¢s de distintas razas de animales, prestaciones m¨¢s sofisticadas, aunque la esencia del juego es la, misma: dar vida, alimentar y mimar a una mascota que, encerrada en su pantalla de cristal l¨ªquido, acaba estableciendo con el usuario el mismo tipo devinculaci¨®n afectiva que los animales dom¨¦sticos que han proporcionado compa?¨ªa al ser humano desde el origen de los tiempos.
La adicci¨®n a las mascotas virtuales ha generado tambi¨¦n en Jap¨®n problemas sociales como desatenci¨®n de las, responsabilidades escolares o profesionales, e incluso accidentes de tr¨¢fico mientras los amos atend¨ªan la inaplazable llamada de sus mascotas, ya que, seg¨²n las reglas del juego, deben atenderse puntualmente para evitar que el muera de inanici¨®n, enfermedad o soledad. Sin embargo, frente a las restricciones de uso acordadas en pa¨ªses como el Reino Unido y la mayor¨ªa de naciones asi¨¢ticas -China ha prohibido a los ni?os llevarlos al colegio-, el problema ha sido en Jap¨®n solucionado a la japonesa, dotando a las mascotas de toda la infraestructura social para una vida compatible con la de sus amos.Por ejemplo, algunas empresas han organizado guarder¨ªas donde una empleada ofrece los cuidados necesarios a las mascotas del resto de trabajadores durante la jornada laboral. Los amos de estas mascotas cuentan asimismo con numerosos espacios en los medios de comunicaci¨®n e incluso libros especializados sobre su cuidado, algunos de los cuales se han convertido en superventas. Para compartir dudas, inquietudes y pasiones hay tambi¨¦n multitud de clubes de fans, algunos con p¨¢ginas en Internet, al estilo de los que se organizan alrededor de los grandes del cine o de la m¨²sica.
La gama de servicios a disposici¨®n de estas mascotas incluye tambi¨¦n "entierros virtuales" organizados por templos budistas en Internet para rendirles el ¨²ltimo homenaje y por el descanso eterno de sus almas.
La din¨¢mica social que han generado estos animalillos ha mantenido ocupados a psic¨®logos, soci¨®logos y antrop¨®logos japoneses, quienes han analizado el hecho de que mientras en el resto del mundo se trata de un juego de ni?os, aqu¨ª se, han convertido en el mejor amigo de los japoneses. Las conclusiones de sus estudios son variadas, pero coinciden en un punto importante: estas mascotas no son una moda pasajera, sino el icono de una nueva generaci¨®n de relaciones en las que las fronteras entre lo real y lo virtual han desaparecido.
La deshumanizaci¨®n de las grandes ciudades ha desencadenado soledad e incomunicaci¨®n, al tiempo que los avances tecnol¨®gicos est¨¢n fundiendo realidad y ficci¨®n. Adem¨¢s, una mascota virtual presenta importantes ventajas frente a sus hom¨®logos de carne y hueso: puede disfrutarse de su compa?¨ªa aunque los apartamentos sean peque?os, y ya no hay que preocuparse por la esclavitud de sacar a pasear al animal, limpiar sus excrementos o pagar facturas de veterinario.
Adem¨¢s, cuando uno sale de vacaciones o se ha cansado d¨¦ cuidar al cachorrillo, siempre es posible apagarlo y volver a darle vida m¨¢s tarde. Partiendo de esa base, diferentes empresas de alta tecnolog¨ªa han desarrollado proyectos perros-robot que no ladran por la noche ni muerden donde no deben. Estas enormes ventajas encajan perfectamente en una sociedad que se caracteriza por un sentido pragm¨¢tico tan arraigado como la japonesa, lo que ofrece la tentaci¨®n de bromear sobre el futuro de esta tendencia y el posible desarrollo de una suegra digital, por ejemplo.
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