Un enigma llamado Guillermo
Los ojos de los brit¨¢nicos ven en el hijo de Carlos y Diana la salvaci¨®n de la monarqu¨ªa
Cuando el pr¨ªncipe Carlos apareci¨® finalmente con una flor para Diana en las puertas del Palacio de Kensington el viernes pasado, m¨¢s de una persona entre la multitud apostada ante la antigua casa de los Pr¨ªncipes de Gales estuvo tentada a abuchearlo. La flor no era suya. Se la hab¨ªa entregado una se?ora con el ruego de que la colocara junto a la gruesa alfombra multicolor que durante una semana de duelo se form¨® gradualmente a la entrada del palacio. Mientras Carlos cumpl¨ªa con el encargo y caminaba cariacontecido hacia la gran verja de hierro forjado, una muchacha inglesa le susurr¨® al o¨ªdo a una amiga: "No puedo soportar tanta hipocres¨ªa. Me quedo callada s¨®lo porque no quiero herir a Guillermo". Fue una frase que resumi¨® el respeto popular hacia el primog¨¦nito de Carlos y Diana, el espigado joven rubio que a los 15 a?os ya personifica lo que muchos brit¨¢nicos definen como "la ¨²nica salvaci¨®n posible de la corona brit¨¢nica".
Guillermo Arturo Felipe Luis Windsor est¨¢ destinado a ser rey, y muchos de los s¨²bditos de Isabel, cansados del r¨ªgido y anticuado estilo mon¨¢rquico de Isabel, no ven la hora de festejar un cambio. Si fuera posible, pasando por alto la coronaci¨®n de Carlos, el impopular pr¨ªncipe heredero a quien en estos d¨ªas de duelo se culpa, con m¨¢s intensidad que nunca, de gran parte de la infelicidad que acompa?¨® la existencia de Diana. Guillermo, o Wills, como le llaman cari?osamente sus amigos, recibi¨® su bautizo de fuego la misma tarde del viernes, horas antes del funeral de su madre, cuando demostr¨® pleno control de s¨ª mismo ante la emocionalmente abrumadora experiencia de aparecer por primera vez en p¨²blico desde la muerte de Diana. Vestido con un sencillo traje oscuro casi id¨¦ntico al que llevaba esa tarde su hermano Enrique, de 12 a?os, Guillermo se mov¨ªa c¨®modamente ante una multitud ansiosa por darle el p¨¦same. Conmovido como estaba, respond¨ªa ocasionalmente con una t¨ªmida sonrisa de gratitud genuina a la gente que le extend¨ªa la mano pero que le resultaba imposible tocar.
Compensaba las limitaciones de esa distancia impuesta agitando el brazo y sonriendo bajo ese lacio flequillo rubio que le cubr¨ªa la frente. El centro del inter¨¦s Con la barbilla pegada al pecho y la expresi¨®n de sorpresa en los ojos, no era dif¨ªcil hallar un paralelo en la memoria con las primeras fotograf¨ªas de Diana, cuando comenz¨® a sentirse el centro de inter¨¦s p¨²blico, una posici¨®n que tuvo que aceptar inocentemente en la primavera de 1980, la ¨¦poca en que su romance con el pr¨ªncipe Carlos de Gales dej¨® de ser un secreto. Por tr¨¢gicas maquinaciones del destino, Guillermo est¨¢ hoy en una situaci¨®n bastante similar, s¨®lo que en circunstancias infinitamente peores, m¨¢s complejas y delicadas.
Al igual que su madre, el joven pr¨ªncipe est¨¢ saliendo de la adolescencia para quedar virtualmente confinado en el ¨¢ngulo m¨¢s expuesto a una curiosidad universal. A tan inc¨®moda situaci¨®n hay que a?adir, en el caso de Guillermo, las enormes expectativas de una opini¨®n p¨²blica brit¨¢nica desencantada con la monarqu¨ªa, ansiosa por ver una modernizaci¨®n de la corona y sobre todo nost¨¢lgica de los esfuerzos con los que Diana trat¨® de dar una dimensi¨®n humana a los actos de La Familia Real. Es, a todas luces, un encargo colosal el que hereda el joven pr¨ªncipe en quien muchos brit¨¢nicos ven venir el segundo cap¨ªtulo de la "revoluci¨®n silenciosa" emprendida por la Princesa de Gales y combatida no muy silenciosamente por la reina Isabel y sus hijos.
Guillermo naci¨® bajo el signo de la adversidad el 21 de junio de 1982, menos de un a?o despu¨¦s del matrimonio de sus padres -la boda del siglo, como fue descrita ingenuamente por los cronistas de la ¨¦poca- y en tiempos en que ya no quedaban sino unos cuantos fr¨¢giles vestigios del romance. Su hermano Harry lleg¨® al mundo dos a?os m¨¢s tarde, el 16 de septiembre de 1984, s¨®lo para incorporarse a un hogar en plena fase de desintegraci¨®n y abierta recriminaci¨®n mutua. Tras una ni?ez que transcurre a la sombra de las intrigas y los rumores, las cada vez m¨¢s frecuentes ausencias de su padre y en un mundo sin otra fuente de amor que el de su madre, Guillermo pasa sus primeros a?os protegido de los tabloides. Pero provoca sus primeros titulares a los nueve a?os, cuando tiene que ser hospitalizado de emergencia con una fractura de cr¨¢neo: jugando al golf, uno de sus compa?eros del internado de Ludgrove le golpea accidentalmente dej¨¢ndolo temporalmente inconsciente y a merced de las primeras y nada piadosas especulaciones de los tabloides acerca de su futuro estado mental.
Ese accidente es lo que inevitablemente abre uno de los tantos debates sobre la sucesi¨®n, ejercicio favorito de los brit¨¢nicos, pero que en este caso demostrar¨ªa ser un ejercicio apresurado e irresponsable dada la, celeridad con que Guillermo se recuperar¨ªa totalmente semanas despu¨¦s. La proximidad de Diana con sus hijos y el sentimiento de unidad que la princesa impone en su hogar sin marido mayormente presente, es seguramente uno de los factores que ayudan a Guillermo a vencer gradualmente la inseguridad t¨ªpica de hijos que son testigos de un desastre matrimonial inminente. Entorno familiar Con m¨¢s a?os que Enrique, Guillermo es m¨¢s consciente de lo que ocurre en el entorno familiar y halla solaz en su madre. Diana, a la que Carlos y sus parientes acusaron m¨¢s de una vez de "manipular" a los chicos, se encarga de verlos crecer con una visi¨®n m¨¢s abierta de la vida. Los lleva al cine. Van de paseo.
Sus vacaciones son id¨¦nticas a las que pueden aspirar a pasar los hijos de un vendedor de zapatos o un m¨¦dico con cierto desahogo econ¨®mico. Mientras que Carlos lleva a los ni?os al Castillo de Balmoral, Diana les hace conocer Disneylandia y los momentos m¨¢s felices de esas y otras vacaciones est¨¢n por ejemplo ilustrados con los videos (interminablemente difundidos esta semana) del tr¨ªo -Diana y los chicos- desliz¨¢ndose por un tobog¨¢n acu¨¢tico de Florida o, m¨¢s recientemente, con la algarab¨ªa de las excursiones marinas en el yate Jonikal, cortes¨ªa de los Al-Fayed. Pero al margen de las diversiones, que en el caso de Guillermo y Enrique inclu¨ªan frecuentes salidas con mam¨¢ para tareas tan mundanas pero remotas para ni?os de su status como hacer la compra en un supermercado, como cualquier persona corriente, el mundo de los chicos se va construyendo con otras experiencias.
Si Carlos trata de criar a su primog¨¦nito poniendo exclusivo ¨¦nfasis en su futuro papel de rey, Diana comienza a inculcar les inter¨¦s por conocer hospitales, asilos y escuelas en un af¨¢n de exponer el otro lado de la vida detr¨¢s de los muros de los palacios y los castillos. As¨ª, Guillermo visita con su madre en la Navidad de 1994 un asilo de mendigos y una cl¨ªnica infantil. M¨¢s tarde combinar¨ªa esas actividades sociales con sus deberes y compromisos como alumno de la exclusiva escuela de Eton, el templo pedag¨®gico de la vieja nobleza y la nueva riqueza donde hoy cursa su tercer a?o. Cr¨ªticos de Diana insistieron en que su empe?o por transformar a los ni?os, particularmente a Guillermo, en "gente normal" no har¨ªa sino confundir m¨¢s a sus hijos.
No sin poca raz¨®n, por ejemplo, cuestionaban su tenacidad por dotar de criterios ordinarios a ni?os extraordinarios por excelencia. No todos los compa?eros de Guillermo y Harry, por ejemplo, visten trajes elaborados por sastres de la misma estirpe que vistieron a reyes y pr¨ªncipes. No todos, ni siquiera los reto?os de los herederos de nuevas fortunas con los que Wills comparte aulas en Eton, est¨¢n obligados a vivir bajo la constante protecci¨®n de guardaespaldas. Y ciertamente nadie m¨¢s que ellos tienen una abuela Reina de Inglaterra. Con filosof¨ªas dispares, Carlos y Diana jam¨¢s lograron siquiera ponerse de acuerdo en los nombres de los chicos. En ambos casos se impuso Diana, salvando as¨ª a Guillermo de ir por la vida con el cacof¨®nico nombre de Alberto Alfredo.
En esa atm¨®sfera de constante competencia, la ampliaci¨®n de caprichos al terreno de qu¨¦ valores deb¨ªan primar en la educaci¨®n de los pr¨ªncipes fue s¨®lo una cuesti¨®n de tiempo. La separaci¨®n y divorcio de Carlos y Diana no hicieron m¨¢s que acentuar una rivalidad que dur¨® hasta la muerte de Diana. Andrew Morton, autor de la biograf¨ªa Diana, su verdadera historia, recopila los esfuerzos de Carlos por combatir la imagen de padre descuidado que Diana se encarg¨® de proyectar ante la prensa. "Creo que cualquiera puede ver que ella usaba a los chicos m¨¢s que el, aunque posiblemente de forma involuntaria", escribi¨® en su ¨¦poca Ingrid Seward, autora del libro Ni?os de la realeza. Paisaje traum¨¢tico Para Guillermo, el paisaje m¨¢s traum¨¢tico de su vida hasta la muerte de su madre hab¨ªa sido sin duda la espectacular revelaci¨®n p¨²blica de las andanzas ad¨²lteras de sus progenitores. Fue un devastador golpe, asestado por medio de entrevistas separadas por la televisi¨®n, del que muchos sostienen que dejar¨¢ marcas indelebles en la personalidad del futuro rey de Inglaterra.
Una de ellas es la evidente aversi¨®n de Guillermo a la prensa en general y a los fot¨®grafos en particular. Convencido de que el divorcio de sus padres fue sobre todo obra de rumores impresos impunemente en los peri¨®dicos, Guillermo odia a la misma prensa que m¨¢s temprano que tarde comenzar¨¢ a perseguirlo, estudiarlo y analizarlo en el af¨¢n de presentar a los brit¨¢nicos los aspectos m¨¢s ¨ªntimos de su futuro soberano. Alto, atl¨¦tico, de sonrisa f¨¢cil, Guillermo es la personificaci¨®n del adolescente saludable con un futuro dorado. No en vano su retrato adorna los dormitorios de las chicas de su edad a lo largo y ancho del Reino Unido.
S¨®lo en virtud de uno de los pocos pactos que se mantienen misteriosamente intactos entre la corona y la prensa brit¨¢nica no se han publicado fotograf¨ªas de las fiestas en las que el joven supuestamente se divierte en grande con una infinidad de admiradoras de su misma edad. Poseedor de ideas claras y de una precoz madurez, Guillermo completa la imagen de un joven astro de cine gracias a los rasgos de su madre. Pero detr¨¢s de ese aspecto de aplomo, algunos observadores sugirieron hace poco que el joven pr¨ªncipe se debat¨ªa al borde de una crisis. Dos semanas antes de la muerte de Diana, el Sunday Mirror lo suger¨ªa con claridad. "El extraordinario desgaste emocional derivado de las peleas entre sus padres, junto con las expectativas y las esperanzas d¨¦ la naci¨®n est¨¢n comenzando a imponerse como una carga demasiado pesada sobre sus hombros", dijo el popular rotativo que, como la mayor¨ªa de los tabloides brit¨¢nicos, debe su circulaci¨®n al insaciable apetito por noticias relacionadas con la turbulenta vida de los Windsor. "Guillermo ya les ha dicho a sus padres que no desea ser rey, y que preferir¨ªa crecer hasta convertirse en un ciudadano com¨²n y corriente, alejado de las responsabilidades y del escrutinio p¨²blico", escribi¨® el semanario el 17 de agosto pasado. Citando al doctor Dennis Friedman, experto en relaciones de la realeza, psiquiatra y autor de Herencia, historia psicol¨®gica de la familia real, el Mirror dijo que los problemas caseros a los que Guillermo ha sido expuesto han infligido al futuro rey un sentimiento de desconfianza en s¨ª mismo "que bordea en lo catastr¨®fico".
"Para Guillermo fue una experiencia horrorosa ver y escuchar a su madre discutir su infidelidad y hablar de su sexualidad ante las c¨¢maras de televisi¨®n", agreg¨® en referencia a la famosa entrevista con el programa Panorama de la BBC en el que la princesa admiti¨® haber sido infiel a Carlos. "La entrevista televisada de Carlos con el periodista Jonathan Dimbleby [en la que el pr¨ªncipe confes¨® sus propios pecados con Camilla Parker] fue igualmente desastrosa para Guillermo", agregaba. "Ah¨ª estaba Guillermo, escuchando a sus padres admitiendo haber roto promesas y profesando su amor por otras personas. ?A qui¨¦n pod¨ªa dirigirse entonces Guillermo?", se preguntaba Friedman. Desastre personal El cuadro de desastre personal inminente ha quedado, al menos de momento, descartado.
El aplomo con el que Guillermo ha decidido actuar en los momentos m¨¢s dif¨ªciles de su vida ha inyectado esperanzas en un rey de car¨¢cter capaz de sobreponerse a las m¨¢s dolorosas circunstancias emocionales. Desde ya, es un contraste con la personalidad del padre. Eso lleva a muchos brit¨¢nicos a asegurar que si la Casa de los Windsor tiene verdaderamente una salvaci¨®n y ¨¦sta a su vez tiene un nombre, no es otro que el de Guillermo. Prisionero de la gen¨¦tica como todo ser humano, el peque?o pr¨ªncipe no podr¨¢ eludir ni la influencia ben¨¦fica y mundana de Diana ni la debilidad de esp¨ªritu y el estiramiento que enmascaran la inseguridad de Carlos. Guillermo Arturo es, al fin y al cabo, mitad Windsor y mitad Spencer, aunque la cuota de lo ¨²ltimo sea m¨¢s visible y, por lo tanto, universalmente m¨¢s atractiva. Gran parte del ¨¦xito en la tarea de forjar un buen pr¨ªncipe y un buen rey depende del grado de independencia, por vigilada que esta sea, que la Familia Real otorgue a Guillermo para expresarse al pueblo que lo ha consolado y que ahora le quiere escuchar, escuchar y fotografiar.
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