Rosa roja, rosa blanca
Teresa, Diana: igualadas en la muerte. Desde un punto de vista period¨ªstico en el que hay que desprenderse de apreciaciones personales. Veo lo que han hecho: Teresa desciende a las partes bajas de la primera, Diana se mantiene en las grandes cabeceras a los siete d¨ªas de morir. No se sabe qui¨¦n empezar¨¢ antes los milagros. En la elevaci¨®n de D. hab¨ªa muchos enfermos de los cl¨¢sicos para milagros: paral¨ªticos, perl¨¢ticos, ciegos. Muy visibles. Habr¨¢ curaciones. La histeria ten¨ªa un grado muy alto: se ha ido calentando en la semana tr¨¢nsito hacia la tumba.Quiz¨¢ el entierro de Teresa, si no lo carga el Papa, se quedar¨¢ en su modestia. Las dos mujeres ten¨ªan similitudes, y ellas lo sab¨ªan y lo provocaban. Teresa preparaba cuando muri¨® la misa por Diana, que deb¨ªa coincidir con Westminster; Diana hab¨ªa ido a verla y ayudarla. Pienso que yo, si hubiese vuelto a ser director de peri¨®dico -?estoy a salvo, para siempre!-, hubiese dedicado menos espacio y menos valor a Diana: un error, que hubiera corregido r¨¢pidamente. En cambio a Teresa le hubiera dado un trato mayor, y no hubiera relegado su biograf¨ªa a gentes de la gran cepa del catolic¨ªsmo escrito, y practicado, como Juan Arias y Miret Magdalena (en este admirable peri¨®dico), sino a gente de mundo. Seguro que a Verd¨², que estar¨ªa hoy m¨¢s en su lugar en la India que en Londres. Como se ve, las razones para que yo no pueda ser director de peri¨®dico son abundantes. ?Ser¨ªa, de verdad, justo en estas diferencias? No: no habr¨ªa podido evitar mi estrato personal, y hubiera preferido. a Teresa, para llevarme la contraria a m¨ª mismo. C¨®mo no voy a preferir a Diana, esa gran mujer del amor libre, con su belleza madura y su habilidad personal para luchar contra la casa de Windsor, y esa capacidad para utilizar a la prensa hasta llevarla donde la ha llevado -a la gloria- y, sin embargo, aparecer como su v¨ªctima; para ser la madre del que ser¨¢ un rey, despu¨¦s de haber desde?ado ser la esposa de otro, pero acabando a le?azos con la monarqu¨ªa. C¨®mo no voy a pensar en que quiz¨¢ Teresa no haya salvado una vida jam¨¢s, que sus medios sanitarios eran primitivos, que corr¨ªa por el mundo entero detr¨¢s de los fot¨®grafos; que a m¨ª me neg¨® una ni?a en adopci¨®n porque no estoy casado por la Iglesia y no la iba a comprometer con esa Iglesia. As¨ª que he hecho lo contrario porque ser¨ªa lo objetivo. Una vez m¨¢s, me habr¨ªa equivocado.
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