?Qui¨¦n paga el m¨¢rmol?
Qui¨¦n iba a decirle a Adolfo Marsillach, aquel chico que un buen d¨ªa se march¨® a Madrid, con una carta de recomendaci¨®n de mi padre para Luis Escobar, ilusionado por triunfar en la escena espa?ola -y triunf¨®, merecidamente-..., qui¨¦n iba a decirle que 45 a?os despu¨¦s acabar¨ªa inaugurando el Teatre Nacional de Catalunya, ese TNC a favor del cual Marsillach dice no encontrar casi a nadie en Barcelona, entre la profesi¨®n, y que Boadella califica como el Valle de los Ca¨ªdos catal¨¢n, el mausoleo de Jordi Pujol.Se impon¨ªa, al parecer, inaugurar oficialmente ese teatro con uno de los denominados cl¨¢sicos del teatro catal¨¢n, y Marsillach, el director invitado, de acuerdo con el director fundador, Josep Maria Flotas, se ha pronunciado por L'auca del senyor Esteve, de Rusi?ol. ?Por qu¨¦? Pues se me ocurren tres razones. La primera, entra?able: una t¨ªa materna de Marsillach ten¨ªa una mercer¨ªa en la calle del Pi. Otra, acad¨¦mica: el Senyor Esteve es, seg¨²n palabras de Carles Soldevila, "el ¨²nico habitante hasta hoy [y lo dicho en 1956 sigue siendo v¨¢lido hoy en d¨ªa] de nuestro olimpo barcelon¨¦s". La tercera bastante m¨¢s oportunista, al tiempo que pol¨ªticamente correcta: "Tampoco me parecer¨ªa decente atacar violentamente a los senyors Esteve", ha declarado recientemente Marsillach, "siendo yo una persona que est¨¢ viviendo en Madrid" (el subrayado es m¨ªo). Es decir, que Marsillach se lava las manos: su Auca, su aleluya, ser¨¢ respetuosa con la parroquia, empezando por el que paga (con el dinero de todos, sin molestarse siquiera en preguntar qu¨¦ pensamos del tinglado) el m¨¢rmol, el m¨¢rmol del artista, en este caso Adolfo Marsillach. Imag¨ªnense el foll¨®n que se hubiese organizado si Marsillach, viviendo como vive en Madrid, se hubiera atrevido a hacer de Boadella, de Peter Zadek o de Cheek by Jowl y a ajustarle las cuentas a nuestro emblem¨¢tico antepasado. La pr¨®xima vez que quieran montar el Auca de Rusi?ol que procuren traerse a un director del PP, a ser posible valenciano, un blavero del morro fort [cabezota], pero, ojo, tan bueno, tan genial como Marsillach, a ver si nos divertimos un poco (foll¨®n incluido).
L'auca del senyor Esteve
De Santiago Rusi?ol. Int¨¦rpretes: Jordi Banacolocha, Carles Sales, Francesc Orella, Joan Crescenti, Santi Ricart, Sebasti¨¤ Sellent, M¨°nica L¨®pez, Anna Frigola, Llu¨ªs Torner, Maribel Alt¨¦s, Imma Colomer, Marta Calv¨®, Marta Mill¨¤, Marc Montserrat, Marta Fluvi¨¤, Pep Guinyol, Pere Eugeni Font, V¨ªctor Pi, Josep Maria Dom¨¨nech, Boris Ruiz, Francesc Galceran, Jordi Muix¨ª, Miquel Agell, Joan Monells, Rom¨¤ S¨¤nchez, Resu Belmonte, Susana Egea, Laura Sancho, Bruno Galland, Francesc Marimon. Escenograf¨ªa y vestuario: Montse Amen¨®s. Iluminaci¨®n: Albert Faura. Direcci¨®n: Adolfo Marsillach. Teatre Nacional de Catalunya (TNC), 11 de septiembre.
Respetuoso, lo que se dice respetuoso con los Esteve (los del escenario y los de las butacas), Marsillach lo es hasta la saciedad. Su montaje es blando, tou, como dir¨ªa Eduardo Mendoza. En algunos momentos, pocos, se entretiene arreglando el escaparate, "posant-hi tots els sentits!" (poniendo todos los sentidos), como dir¨ªa el Senyor Ramon. Unas veces le sale bien, como en la imagen, una imagen antropol¨®gicamente barretinaire, como dir¨ªa Flotats, en la que una hucha se convierte en met¨¢fora del amor camal, de la jodienda, de los botiguers Estevet y Tomaseta, recien maridados; o, al final del invento, ese gui?o al filme Novecento, en el que vemos a los menestrales convertidos en obreros saliendo de una f¨¢brica. Muy bonito. O como esa otra imagen, esa otra estampeta, para m¨ª la m¨¢s entra?able, en la que se ve al Senyor Pau, la torna de la tienda, coger de una mano a Ramonet disfrazado de san Juan y de la otra arrastrar un corderito (pero esa imagen est¨¢ ya dibujada en el texto de Rusi?ol).
Olvidable
Otras veces, sin embargo, la labor de escaparatista de Marsillach no funciona en modo alguno, como en la desaprovechad¨ªsima escena del ¨¢gape matrimonial, en la que parece que los protagonistas sean los camareros y no los comensales, as¨ª como en el sarao de la Muntanya Pelada, donde la comparsa roza, literalmente, los l¨ªmites del teatro m¨¢s barretinaire, por seguir empleando el l¨¦xico nacionalista de Flotats.Si una de las razones del TNC es, como dice su director fundador, elevar el list¨®n del teatro catal¨¢n, mucho me temo que con montajes como el que firma Adolfo Marsillach no lo vamos a conseguir. Al contrario, lo vamos a bajar. En definitiva, el espect¨¢culo es perfectamente olvidable, al margen de la fecha, el lugar, el momento, la emoci¨®n, la Marta (Ferrusola), la Antonieta (la madre de Flotats), "els quatre gats baladrers" (los cuatro gatos vocingleros) y otras bernardinas. Tan s¨®lo quedan ah¨ª unas migajas de teatro: el espl¨¦ndido trabajo de Orella, tanto en su Estevet como en el Senyor Esteve. La autoridad y el oficio de Banacolocha en el personaje del abuelo Esteve. Imma Colomer, la primera de las tres Mar¨ªas, perfecta. Y algunos momentos de Llu¨ªs Torner (el Senyor Pau), sobre todo al final de la obra. Ni M¨®nica L¨®pez (Tomaseta) ni Carles Sales (Senyor Ramon), notables int¨¦rpretes, tuvieron su escena. Lo dem¨¢s, gris, muy gris, a pesar de que a Marc Montserrat (Martinet, el viajante) me lo convirtieran en tartamudo para ver si as¨ª -viejo truco- divert¨ªa al personal.
Eso s¨ª: el escenario es la hostia. Vimos desfilar un coche de caballos, vimos llover, vimos alzarse una monta?ita... L¨¢stima que semejante transatl¨¢ntico sirva para transportar tan triste pasaje.
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