Odio
El amor es un sentimiento sobrevalorado a la hora de hablar de las cosas que nos ayudan a no meter la cabeza en el horno y despedirnos de este mundo cruel. Uno intenta creer que con el cari?o de su mujer y de sus amigos tiene suficiente para salir a la calle feliz, pero a menudo lo duda y piensa que necesita un poco de odio para que la sangre le corra eficazmente por las venas.Hay dos tipos de odio. Uno de ellos conlleva beneficios econ¨®micos o sociales, y es el que practica gente tan variopinta como Kitty Kelley con la familia real brit¨¢nica, Paula Jones con el presidente de Estados Unidos o Garc¨ªa Trevijano con el editor de este diario. Es el odio de la gente que tiene algo que sacar del asunto: Kelley se forrar¨¢ con su libraco anti-Windsor, Jones har¨¢ lo propio a la que alguien saque un primer plano de los cataplines de Clinton y Garc¨ªa Trevijano se convertir¨¢ en presidente de la rep¨²blica a la que Polanco est¨¦ entre rejas y el Rey parta para el exilio, eventos que, para el ex asesor de Mac¨ªas y sus amigos, est¨¢n a la vuelta de la esquina.
Conceptualmente, es mejor el odio puro, el que no sirve absolutamente para nada m¨¢s que para hacer sentir vivo a quien lo experimenta. Es el que practica, por ejemplo, ese perturbado inofensivo que me env¨ªa por correo panfletos supuestamente ingeniosos contra Javier Mar¨ªas. Este individuo podr¨ªa hacer lo que hacemos todos con los escritores que no nos gustan: no leerles.
-Pero ¨¦l necesita al se?or Mar¨ªas para seguir viviendo.
Estoy convencido de que si yo odiara a alguien ser¨ªa m¨¢s feliz. Pero lo m¨¢ximo que me produce la gente que me cae mal es desprecio, hast¨ªo, aburrimiento o tristeza. Ahora s¨¦ que mis ataques de melancol¨ªa, que tamizan mis seres queridos, s¨®lo terminar¨¢n cuando encuentre alguien a quien odiar.
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