El pu?etazo
ALFONSO LAFORA
No tiene sentido avergonzarse en nombre de otros, y menos a¨²n hacerse responsable de sus actos, pero hay momentos en los que la teor¨ªa no consuela. Y algo de eso est¨¢ ocurriendo ahora: que muchos nos sentimos abochornados, por delegaci¨®n, y que llevamos las orejas gachas despu¨¦s del fallido homenaje a Miguel Angel Blanco en la plaza de Las Ventas. En conjunto, Madrid no es una ciudad particularmente cruel o repulsiva, pero tiene una imperfecci¨®n que le afea mucho el cutis: personas. Personas que siempre est¨¢n ensuciando nuestra ciudad. Se sabe que son muchas y que en los ¨²ltimos tiempos andan crecidas, aunque la ciencia no ha logrado todav¨ªa explicar su juego.Esta vez, en manada, han aprovechado el homenaje a Miguel ?ngel Blanco y han conseguido que su aliento se notara m¨¢s all¨¢ de la meseta. El lema de aquel acto era "Unidos por la paz y la libertad", y, como todo el mundo sabe, iba dirigido a fortalecer un general sentimiento de horror ante el terrible asesinato del concejal de Ermua. Sin embargo, parad¨®jicamente, fueron los propios asistentes (madrile?os, en su mayor¨ªa) quienes se encargaron de liquidar el proyecto. Una celada memorable, en la que cayeron millones de incautos, en directo y por televisi¨®n, y que a buen seguro se recordar¨¢ como una joya en el ¨¢mbito de los timos. Raimon fue abroncado por cantar en catal¨¢n -un idioma incre¨ªble, por los escozores que produce-, y he aqu¨ª el primer resbal¨®n de la noche; aunque comprensible, si consideramos los antecedentes del caso: recu¨¦rdese que a¨²n no hace ni 18 meses Pujol era un destrozaespa?as con cabeza de sand¨ªa y un sacapelas que exprim¨ªa al resto del pa¨ªs, adem¨¢s de un enano al que se exig¨ªa desempolvar su castellano. Pero cierto d¨ªa cambi¨® la brisa, alguien se puso a trabajar en un despacho de G¨¦nova y el malentendido se arregl¨® por las bravas: el enano hab¨ªa crecido y se hab¨ªa convertido en un gran estadista.O dicho de otro modo:"Pujol, guaperas, habla como quieras".
Y por tanto, dado el n¨²mero de curvas, hasta cierto punto se entiende que los cachorros abroncaran a Raimon por cantar en catal¨¢n. Lo que ya se entiende menos es su reacci¨®n ante las palabras del cantante valenciano respecto a Franco. Les disgust¨® aquello, evidentemente, y como son unos rebeldes, respondieron al hereje con una nueva bronca, m¨¢s intensa si cabe. ?Nostalgia, indignaci¨®n?, qui¨¦n sabe. Lo cierto es que un sentimiento muy profundo recorri¨® el gallinero y que las bases no pudieron contenerse. Segundo gran fallo de la noche, porque olvidaron que a este respecto las normas son tajantes prohibido mostrar en p¨²blico la admiraci¨®n que se siente por el general. Pero son j¨®venes, y las hormonas empujan, de manera que se animaron unos a otros y terminaron por perder el rumbo. Y como una cosa lleva a la otra, a continuaci¨®n le amargaron la vida a Sacrist¨¢n. Le interrumpieron, le abuchearon y le llamaron a sangre fr¨ªa comunista (su insulto m¨¢s duro), y optaron por dedicar su juvenil alegr¨ªa a Julio Iglesias y a Perales, por no mencionar el momento cumbre del carnaval: Macarena, la nueva musa de La Moncloa. He aqu¨ª la aut¨¦ntica faz de estos esp¨ªritus ignorantes: muchas manitas al aire y mucha sonrisa con lentejuelas, pero demasiado salitre en las venas. Frot¨¢ndose las manos deben estar los de HB, los jarrai o cualquiera de esos iluminados despu¨¦s de la ayuda recibida.
Sin embargo, tambi¨¦n es de ley recordar a todos los que se vieron atrapados en aquel estercolero y mantuvieron un comportamiento digno. En concreto hubo uno, llamado Rafa, que no quiso callarse y que recibi¨® un brutal pu?etazo en la nariz. Lleg¨® a casa deprimido, con sangre hasta en las zapatillas, y a punto estuvo de echarse a llorar cuando su hija peque?a le pregunt¨® a qu¨¦ se deb¨ªa la nueva disposici¨®n de su tabique nasal. "A la paz y a la libertad", habr¨ªa respondido yo, llorando probablemente. Pero ¨¦l tiene m¨¢s cuajo y no quiso hacerse el importante. Y aunque no cambie mucho las cosas, Rafa, por lo menos, es madrile?o. Un consuelo, pero no lo suficiente como para evitar que uno, a menudo, sienta verg¨¹enza por pertenecer a esta ciudad y por seguir manteniendo en ella su domicilio. No suena muy bien, pero as¨ª de duro viene el oto?o.
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