Oficios de fin de siglo
La programaci¨®n de las sesiones paralelas contin¨²a a buen ritmo en esta edici¨®n del festival donostiarra y, lo que es importante, con un nivel de calidad que supera ampliamente el aprobado. Cierto es que en algunas secciones, como la selecci¨®n de los cr¨ªticos o incluso la popular Zona Abierta / Zabaltegi, ese nivel se ve mejorado con t¨ªtulos ya premiados en Cannes o Venecia, como la apasionante La anguila, de Shohei Imamura, o, ayer mismo, Mant¨¦n la calma, valiente cambio de rumbo del consagrado Zhang Yimou. Pero no es desde?able tampoco el inter¨¦s que despiertan algunos de los filmes que aqu¨ª se estrenan: sin ir m¨¢s lejos, En la puta calle, de Enrique Gabriel, el segundo filme espa?ol a concurso.Rodado con convicci¨®n y no poca mala uva, con un actor que, como Ram¨®n Barea, parece eternamente condenado a ser secundario, pero que aqu¨ª se las ingenia para mantener, codo a codo con el cubano Luis Alberto Garc¨ªa, un duelo interpretativo de primer orden, el filme cuenta la poco edificante historia de un obrero en paro que, dispuesto a cambiar su suerte, se traslada a Madrid s¨®lo para encontrarse all¨ª tirado en la puta calle del nombre.
Tiene la pel¨ªcula una san¨ªsima voluntad de transgresi¨®n, un vehemente deseo -a veces demasiado vehemente- de hacer reflexionar al respetable, la vocaci¨®n de propinar un soberano tortazo en los morros de quienes dicen que Espa?a va bien y zarandajas de ese estilo. No recurre, y es ¨¦se su mayor acierto, a la entronizaci¨®n de su h¨¦roe; antes al contrario, Barea incorpora a un obrero con toques xen¨®fobos y autoritarios, poseedor de una mala hostia considerable.
Filme maduro
Es un filme considerablemente maduro, que se hace perdonar sus limitaciones, sobre todo de un gui¨®n apresurado y con hiatos pronunciados, a base de recordarnos el derecho que tienen muchos a no comulgar con las ruedas de molino de los propagandistas del bienestar neoliberal... el filme de ese 20% de parados que no tiene imagen alguna en nuestro cine.
Y si Barea y Garc¨ªa se las ingenian por las calles de Madrid haciendo de la necesidad virtud, las protagonistas de Bandits, de la alemana Katjia von Garnier, deben formar un grupo de rock en la c¨¢rcel para ganarse la vida, paso previo a una fuga improvisada que las convierte en fen¨®meno de masas. Probablemente el primer musical de fugas carcelarias en la historia del cine, Bandits no es m¨¢s que un bien rodado macrov¨ªdeoclip que explota la fama de dos de sus int¨¦rpretes, las cantantes Jasmin Tabatabai y Katia Reimann. Tiene olfato para gustar, entre otras cosas, porque sus canciones son en ingl¨¦s, el lenguaje de sus im¨¢genes, el eternamente acu?ado por el cine americano, y sus personajes, j¨®venes con problemas comprensibles.
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