Una educaci¨®n para todos
Las movilizaciones del curso pasado en defensa de una ense?anza de calidad y en oposici¨®n a la pol¨ªtica de Esperanza Aguirre han desembocado este curso en dos grandes acuerdos. Por un lado, el acuerdo entre la Consejer¨ªa de Educaci¨®n de Andaluc¨ªa y CC OO y UGT; por otro, la declaraci¨®n conjunta de un amplio abanico de fuerzas sociales. Dos acuerdos diferentes, pero convergentes.Si empezamos por el m¨¢s reciente, el firmado la semana pasada, cabe preguntarse el porqu¨¦ de una declaraci¨®n de fuerzas sociales tan dispares que van desde las organizaciones religiosas a CC OO, UGT, la federaci¨®n de padres CEAPA o los Movimientos de Renovaci¨®n Pedag¨®gica, que no tienen responsabilidad de gobernar ni, por tanto, de gestionarlo y desarrollarlo.
La declaraci¨®n env¨ªa dos mensajes al Gobierno. El primero, expl¨ªcito, que existe un camino que es el del di¨¢logo y el consenso, capaz de evitar la conflictividad que ha salpicado el curso escolar 1996-1997, el m¨¢s conflictivo desde la ca¨ªda de Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall. Ese camino no lo ha sabido transitar el ministerio, sino que ha provocado la contestaci¨®n de los sectores progresistas.
El segundo mensaje, impl¨ªcito, le recuerda al Gobierno que la actual pol¨ªtica educativa no s¨®lo no favorece el di¨¢logo conseguido en pensiones o en reforma laboral, sino que es un obst¨¢culo para ¨¦ste.
A pesar del maquiavelismo medi¨¢tico del que ha hecho gala la ministra, poni¨¦ndose delante, como Charlot en Tiempos modernos, de la marcha sobre Madrid del d¨ªa 17 de mayo en defensa de una ense?anza p¨²blica de calidad, o ahora de esta declaraci¨®n conjunta, lo cierto es que, tanto por su incapacidad para conseguir un acuerdo semejante en las mesas de negociaci¨®n, el Parlamento o el Consejo Escolar del Estado, como por su redacci¨®n, n¨ªtidamente enfrentada a sus grandes declaraciones de principio, la declaraci¨®n conjunta se convierte en una demanda de cambio de su pol¨ªtica educativa.
Frente al humo de las declaraciones sobre la libertad de elecci¨®n de centro o las humanidades, los firmantes del manifiesto se pronuncian por mantener la comprensividad del sistema frente a las tentaciones selectivas, reclaman medios y re cursos para los sectores m¨¢s desfavorecidos, defienden una ley de financiaci¨®n que asegure la estabilidad de la educaci¨®n por encima de los vaivenes pol¨ªticos, reivindican la participaci¨®n de la comunidad escolar en la gesti¨®n de los centros y en los procesos de transferencias.
Ser¨ªa una l¨¢stima que el ministerio tuviera la tentaci¨®n de arruinar este consenso con una interpretaci¨®n partidista o un desarrollo parcial y unilateral.
El acuerdo andaluz empieza donde termina la declaraci¨®n conjunta, desarroll¨¢ndola, a trav¨¦s de medidas y compromisos financieros concretos. El pacto andaluz expresa una pol¨ªtica distinta, en muchos casos alternativa, a la que ha esbozado Aguirre. Ser¨ªa un tremendo error que se malograse por los incumplimientos y se convirtiese en una cortina de humo para el enfrentamiento con el Gobierno central. Para que la pol¨ªtica educativa del consejero Manuel Pezzi recupere credibilidad ha de ser escrupulosa con los compromisos contra¨ªdos.
Y finalmente, para que la gesti¨®n de Aguirre empiece a tener alguna credibilidad, deber¨¢ respetar el acuerdo alcanzado por las fuerzas sociales, evitando manipulaciones imprudentes y abriendo con seriedad un proceso de negociaci¨®n que haga reales los principios de la declaraci¨®n conjunta. Lo contrario ser¨ªa mantener el tono de confrontaci¨®n del pasado curso. En su mano est¨¢.
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