Clinton y Faulkner
El novelista norteamericano William Styron naci¨® en Virginia pero vive frente a las costas de Massachusetts, en Marthas Vineyard, una isla ardiente de d¨ªa y brumosa de noche. All¨ª, hace un par de veranos, Styron nos reuni¨® a cenar al novelista colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, al diplom¨¢tico mexicano Bernardo Sep¨²lveda y a m¨ª con el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.Tras una hora de conversaci¨®n pol¨ªtica, Clinton dijo, bueno, estoy rodeado de escritores y me gustar¨ªa saber cu¨¢l es la novela favorita de cada uno de ustedes. Styron, sure?o como Clinton, escogi¨®, como era de esperarse y de celebrarse, el Huckleberry Finn, de Mark Twain, la ¨¦pica-picaresca del r¨ªo Mississipi, "el gran padre de las aguas".
La selecci¨®n de Garc¨ªa M¨¢rquez, en cambio, nos sorprendi¨® a todos: El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas padre. ?Por qu¨¦? Porque es la m¨¢s grande novela sobre la educaci¨®n, contest¨® Gabo. T¨² encierras a un joven marinero casi iletrado en una mazmorra del castillo de If y 15 a?os m¨¢s tarde sale sabiendo f¨ªsica, matem¨¢ticas, altas finanzas, astronom¨ªa, tres lenguas muertas y siete vivas.
Yo estuve a punto de decir la verdad -mi novela favorita es el Quijote, de Cervantes-, pero me mord¨ª la lengua y dije mi segunda verdad, Absal¨®n Absal¨®n, de William Faulkner. Quer¨ªa llevar a Clinton a su tierra, ese sur de Estados Unidos que la novelista Katherine Anne Porter describe como "hija dolorosa de una guerra perdida".
Bill Clinton habl¨® entonces con gran emoci¨®n y franqueza de su infancia y juventud en Arkansas. Habl¨® de las tensiones dentro de su familia y fuera de ella, en ese "sur profundo" te?ido de racismo. Siendo adolescente, nos cont¨®, Clinton sol¨ªa tomar el cami¨®n y viajar hasta Oxford, Mississipi, para visitar la casa de William Faulkner y convencerse a s¨ª mismo de que el sur era algo m¨¢s que discriminaci¨®n, el Ku-Klux-Klan, linchamiento e iglesias incendiadas. El sur era, tambi¨¦n, la patria de William Faulkner. El sur pod¨ªa, tambi¨¦n, producir un gran genio literario.
Clinton cit¨® entonces de memoria algunos pasajes -y no los m¨¢s sencillos- de El sonido y la furia. Al d¨ªa siguiente, Gabo y yo nos cercioramos, en la biblioteca de Styron, de su fidelidad.
Cuando yo era muy joven y empezaba a leer a Faulker, el autor de Santuario no era considerado en su patria, generalmente, ni como un autor universal o siquiera nacional, sino apenas "regionalista". Uno de los m¨¢s eminentes cr¨ªticos de la ¨¦poca, Allen Tate, se despach¨® a Faulkner llam¨¢ndolo "un gongorista sure?o". Ser comparado con el m¨¢s grande poeta espa?ol, Luis de G¨®ngora y Argote, seguramente el m¨¢s grande del siglo XVII junto con su compatriota Quevedo y el ingl¨¦s John Donne, no me parec¨ªa un m¨¦rito menor, a pesar de la intenci¨®n peyorativa de Tate.
Pero G¨®ngora, adem¨¢s, fue el m¨¢ximo art¨ªfice del barroco en poes¨ªa y fue esta relaci¨®n, G¨®ngora-barroco-Faulkner-barroco, lo que me dio a m¨ª la dimensi¨®n Iatinoamericana" de William Faulkner. Despu¨¦s de todo, el barroco, trasladado a las Am¨¦ricas, es la est¨¦tica del Nuevo Mundo que permite al mundo vencido de los indios y al mundo esclavizado de los negros hacerse presente, disfrazado, bajo las c¨²pulas de la cristiandad. Gracias al barroco americano, el mestizaje resucita a los dioses muertos y recobra los sue?os perdidos.
Por ese mismo camino, es posible recuperar la dimensi¨®n tr¨¢gica de Estados Unidos, no el Norte donde "nada tiene m¨¢s ¨¦xito que el ¨¦xito mismo", sino ese Sur faulkneriano en el que las facciones de la derrota nos permiten a los habitantes del hemisferio entero reconocernos en el rostro del otro.
Las novelas tr¨¢gicas de William Faulkner nos obligan, reconociendo al otro, a mirarnos en el espejo de la historia y hacerla, tambi¨¦n, nuestra. Desde luego, la historia es una cosa y la historia de la novela otra bien distinta. Lo que el viento se llev¨®, de Margaret Mitchell, es una novela sobre la guerra de secesi¨®n, pero no aporta nada o casi nada a la historia de la novela. Es, adem¨¢s, una novela lineal, sucesiva, tal y como la historia nos es ense?ada en la escuela. Absal¨®n Absal¨®n, de William Faulkner, nos presenta, en cambio, la historia del sur como ¨¦sta se presenta en la memoria y en el deseo.
La novela de Margaret Mitchell pasa en el pasado. La novela de William Faulkner pasa en un presente capaz de recibir tanto el pasado como el porvenir. En Faulkner, el presente es el tiempo en que recordamos y el tiempo en que deseamos. ?l mismo lo dice: "El presente empez¨® hace 10.000 a?os y el pasado se inici¨® hace apenas un minuto...".
Es esta concepci¨®n de las mujeres y los hombres como portadores de memoria y deseo en el presente lo que da su inmenso poder humano a las novelas de Faulkner. Como todo gran novelista, este que hoy celebra sus primeros 100 a?os de haber nacido nos permite comprender que las grandes novelas no se encuentran detr¨¢s de nosotros. Est¨¢n delante de nosotros, nos miran a la cara. Y el pr¨®ximo lector de William Faulkner ser¨¢ siempre el primer lector de William Faulkner.
Babelia
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