Che y otras utopias
"El Che es v¨¢lido porque anticip¨® una actitud moral ante el conservadurismo de las derechas y las izquierdas y ante la evidencia de que hay que volver a aprender qu¨¦ mundo nos preparan y de que hay que volver a aprender a hablar para liberarnos de las palabras demasiado totales y absolutas", escribi¨® Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n en el pr¨®logo de Che, Ernesto Guevara, una leyenda de, nuestro siglo, de Pierre Kalfon, que es la base de El Che, el excelete documental que ha dirigido el franc¨¦s Maurice Dugowson y que fue ayer uno de los platos fuertes de la programaci¨®n donostiarra.Con los a?os y el progresivo deterioro de tanta utop¨ªa de escaso aliento, la figura del Che emerge intocable, a los 30 a?os de su muerte en la selva boliviana, de entre la marea de simbolillos creados por los medios de comunicaci¨®n, y lo hace sobre la certidumbre de que el tiempo no ha devaluado su memoria. Dugowson parte del libro de Kalfon para realizar el que tal vez sea el ¨²nico documental posible sobre Guevara: aquel que sabe mantenerse a distancia del cegador influjo del revolucionario ¨ªntegro, pero tambi¨¦n del lodo que contra su figura han lanzado siempre desde las trincheras de la derecha.
Con el apoyo de testimonios de primera mano, desde familiares directos como su hija Hildita, sus primos y colaboradores cercanos, pero tambi¨¦n enemigos como los rangers bolivianos que lo abatieron, y echando mano de testimonios gr¨¢ficos poco conocidos, Dugowson se adentra en el proceloso terreno en el que la vida linda con el mito. Y de su filme emerge un personaje ¨ªntegro y duro como el diamante, exigente consigo mismo y feroz con sus enemigos, sarc¨¢stico con quienes desde sus propias filas discrepaban de sus puntos de vista y discreto sobre sus discrepancias con Fidel Castro, de cuya jefatura revolucionaria se alej¨® a comienzos de 1965.
F¨²tbol
Y si El Che persigui¨® una utop¨ªa, bien se puede considerar que el chileno Andr¨¦s Wood y el uruguayo Diego Arsuara tambi¨¦n persiguen la suya, que no es otra que realizar pel¨ªculas en pa¨ªses cinematogr¨¢ficamente des¨¦rticos. Historias de f¨²bol, de Wood, consta de tres fragmentos que dan cuenta de la ¨²nica pasi¨®n colectiva en la Am¨¦rica Latina de hoy mismo: devaluada la pol¨ªtica, parece que s¨®lo queda el f¨²tbol. No est¨¢n los tres al mismo nivel, pero sus apuntes sociol¨®gicos son precisos.
En el caso de Otario, de Arsuara, revisitaci¨®n de ambientes y personajes de tantas novelas negras americanas trasterrados al R¨ªo de la Plata, los resultados deben juzgarse a la luz de la modestia de producci¨®n. No es un producto espl¨¦ndido, qu¨¦ duda cabe, pero por lo menos sirve para con firmar el oficio de su creador.
Ni Otario ni Historias de f¨²tbol parecen capaces de optar al Premio Euskal Media a la mejor ¨®pera prima. De lo visto hasta ahora, este cronista debe quedarse forzosamente con s¨®lo tres t¨ªtulos: La vida de Muriel, de Eduardo Milewicz; Aviones de papel, de Farhad Mehranfar, y The Hanging Garden, de Thom Fitzgerald.
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