'Lumis'
A las lumis de la Casa de Campo les est¨¢n buscando un rinc¨®n donde ejercer su oficio sin escandalizar a la infancia y a las se?oras de edad. M¨¢s o menos pretenden meterlas en una jaula de los arrabales del zoo, como especie necesaria pero vergonzante. Espantar a las putas, sin embargo, no es asunto f¨¢cil. La Gran V¨ªa se traz¨® con la ilusa idea de acabar por lo sano con las callejuelas m¨¢s representativas del lenocinio castizo y temerario. Medio siglo despu¨¦s, las rameras m¨¢s t¨ªpicas siguen ah¨ª, inasequibles al desaliento y a la pasma.?stas de la Casa de Campo bastante lejos han ido a menearse, las pobres. Porque es cosa notoria que a las mancebas siempre les ha gustado merodear por el bullicio del centro. De hecho, en casi todas las grandes ciudades de Europa, el barrio chino suele lindar con la catedral o alg¨²n templo de relumbr¨®n. Las de la Casa de Campo tienen m¨¢s m¨¦rito que el Alcoyano y est¨¢n expuestas a todo tipo de vejaciones, aunque ellas se defienden como leonas. No en vano su profesi¨®n maneja tradicionalmente con desparpajo el descaro, el lenguaje directo y las contestaciones viperinas. Si no fuera as¨ª, las masacrar¨ªan.
Un viejo cliente del negocio algo cansado ya afirma: "No, si a m¨ª las putas me siguen gustando. Lo que no aguanto es su entorno, apestado de yonquis y cocain¨®manos. Las chicas, por lo general, son buenas, pero algo tontas o demasiado amarradas a diversas drogas. Las listas no est¨¢n tiradas por ah¨ª a media noche. Las listas pululan por las discotecas de moda y los c¨®cteles de la gente guapa. Hay mucha infiltrada en el oficio. Y los travestis ganan cada vez m¨¢s terreno".
Cuando mejor funcion¨® en Madrid la cosa de la prostituci¨®n fue con Felipe II, monarca de injusta fama integrista y carcamal. Hab¨ªa entonces en la villa m¨¢s de 200 casas de manceb¨ªa legales. Y cada manceba, con su cartilla sanitaria y sus papeles en regla. Que consigan eso ahora. Si se piensan que el gueto es la soluci¨®n, lo llevan claro los ediles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.