Blair, total
"NO SEREMOS los m¨¢s grandes, y probablemente tampoco los m¨¢s poderosos, pero podemos ser los mejores". Con tal discurso, y una propuesta de soluciones dif¨ªciles pero prometedoras para renovar el Estado de bienestar, el nuevo laborista Tony Blair es ya el primer ministro m¨¢s popular del Reino Unido en este siglo. Blair tiene un magn¨ªfico instinto pol¨ªtico. Ha sabido calibrar perfectamente lo que son demandas, ansiedades y humores de los brit¨¢nicos en este fin de siglo. Y se postula, como ha reiterado esta semana en el congreso de su partido en Brighton, como un dirigente posimperial, ansioso de reformas radicales y muy profundas de las instituciones de su pa¨ªs.Su instinto lo ha demostrado de forma extraordinaria durante la crisis de la Monarqu¨ªa que supuso la muerte de Diana de Gales, las reticencias en la familia real ante un entierro de alto rango oficial, el rechazo popular a la actitud de Buckingham y la inmensa oleada de solidaridad y emoci¨®n que desencaden¨® aquel desgraciado accidente de Par¨ªs.
Blair hace bandera del radicalismo para impulsar las reformas para la modernizaci¨®n. La de la econom¨ªa para abrirla m¨¢s de lo que lo hicieron casi dos d¨¦cadas de thatcherismo. La de la educaci¨®n para reactivar una educaci¨®n p¨²blica sistem¨¢ticamente desmantelada por falta de recursos. La modernizaci¨®n del Estado de bienestar, la "opci¨®n dif¨ªcil" que no esconde Blair, pretende alentar el trabajo y el empleo y disuadir de la dependencia en el Estado, como explic¨® sin tapujos en Brighton.
Su discurso parece calar. Propone un mayor equilibrio entre lo p¨²blico y lo privado en este nuevo Estado de bienestar. El cuarto pilar reformista ser¨ªa el de la reforma de instituciones y descentralizaci¨®n. Aqu¨ª ya ha conseguido sus primeros ¨¦xitos con las consultas de Escocia y Gales. La reforma de la anacr¨®nica Casa de los Lores y sus esca?os hereditarios es otro de sus objetivos.
Blair goza de un inmenso prestigio en este momento. Un 93% de los ingleses se declara conforme con su labor desde que fue elegido. Es un ¨ªndice absolutamente ins¨®lito.
Blair se ha presentado en Brighton como el heredero de una doble tradici¨®n radical, la de los laboristas y la de los liberales, que se separaron en el siglo pasado y que le gustar¨ªa volver a unir. Cita a Lloyd George con tanto entusiasmo como a Ernest Bevin. Por eso, y porque quiz¨¢ crea que para llevar a cabo sus proyectos necesite, a la larga, del apoyo de los liberales-dem¨®cratas.
A las modernizaciones se?aladas cabe a?adir una ¨²ltima: la de la pol¨ªtica exterior, y en concreto la integraci¨®n europea, con una plena participaci¨®n en la futura moneda ¨²nica. No parece fruto de la casualidad que el supuesto cambio de actitud del Gobierno al respecto se haya filtrado estos d¨ªas. El mensaje ha quedado claro.
El Reino Unido participar¨¢ en la uni¨®n monetaria, aunque no lo haga desde el principio en 1999. Son muchos y espectaculares los cambios que se auguran en el Reino Unido bajo Blair. Y todo hace pensar que ser¨¢n beneficiosos para un proyecto europeo en el que Londres debe volver a jugar el importante papel que le corresponde como uno de los l¨ªderes y no como el incendiario que ha sido durante ya demasiado tiempo.
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