Ciudadano Collins
Como un festival de luz y de color, dec¨ªa el eslogan. As¨ª pas¨® el recital que Phil Collins ofreci¨® en un Sant Jordi m¨¢s circular que nunca. Con el escenario en el centro de la pista y el p¨²blico a su alrededor, el rey de la normalidad despach¨® en dos horas y media un espect¨¢culo que, convertido en cifras, llevar¨ªa a sumar m¨¢s de 30 toneladas colgadas del techo. Parte de ellas correspond¨ªan al equipo de sonido y se emplearon para que hasta el m¨¢s sordo oyese, y el resto a un dispositivo de luz destinado, a lograr que el m¨¢s ciego viese. Sin embargo, hab¨ªa poco que ver, todo lo m¨¢s un tipo bajito que corr¨ªa en c¨ªrculo y otros 12 personajes. En cuanto a o¨ªr, algo m¨¢s, aunque tampoco demasiado. Era Phil Collins, el ciudadano cotidiano y ma?oso convertido en estrella.Pocos conciertos, se han o¨ªdo tan bien en el Sant Jordi y pocos artistas se han ba?ado con juegos de luz como Collins. Cierto que la luz descargaba su poder a lo crudo, sin tacto y a lo bruto, pero era evidente el impactante efecto causado entre una concurrencia pasmada. Es el milagro de la tecnolog¨ªa, o el que se produce cuando falta carisma y sobran recursos.
Phil Collins
Palau Sant Jordi. Barcelona, 7 octubre.
Repas¨® Collins la gran mayor¨ªa de sus. lugares comunes, canciones que trepan en las listas col¨¢ndose en millones de cocinas. Cada pieza era saludada de manera conveniente, y as¨ª todo fue ternura en Against all odds, aunque tama?o balad¨®n es arrasado por una bater¨ªa que rompe cualquier asomo de intimidad.
Cl¨ªmax
Este tema dio pie a un set tierno que alcanz¨® el cl¨ªmax con Separate lives, justo antes de que el repertorio enfilase una tediosa sesi¨®n de dormitorio. Para despu¨¦s estaba In the air con unos focos que emerg¨ªan de las tripas del entarimado, una exhibici¨®n de percusi¨®n para seis brazos y una panzada de soul digerible encabezada por Easy lover. De ah¨ª al final todo fue un suspiro..T¨¦cnicamente irreprochable y musicalmente obviable, Phil Collins dej¨® satisfacci¨®n entre las 15.000 personas que le fueron a escuchar. Algunos tuvieron bastante con hora y media, pero como hab¨ªa espect¨¢culo sostenido muchos m¨¢s asistieron incluso a la pormenorizada presentaci¨®n y despedida de los 12 miembros del grupo. El bater¨ªa se fue el ¨²ltimo y dej¨® solo en el escenario a un Phil Collins que, a punto de tomar su avi¨®n para dormir con su esposa en Ginebra, escuchaba el clamor de la multitud. Porque, reconozc¨¢moslo, lo bueno y lo malo de Phil Collins es que podr¨ªa ser cualquiera de nosotros. As¨ª de bajito.
Babelia
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