Estafados despu¨¦s de muertos

La cita era donde siempre, cinco a?os despu¨¦s de la muerte y dos horas m¨¢s tarde del anochecer. Un coche f¨²nebre con un hombre llamado Emilio al volante rodeaba el cementerio de M¨¢laga hasta alcanzar una puerta trasera, una de esas salidas de emergencia que tienen los locales p¨²blicos y que s¨®lo se pueden abrir desde dentro. Al cabo de unos segundos, cuando el motor ya hab¨ªa dejado de importunar a los cipreses, la puerta se abr¨ªa y aparec¨ªa Francisco. Entre los dos descargaban unas cajas cuadradas, amarillentas, de unos 70 cent¨ªmetros. Las dejaban al otro lado de la puerta, a unos metros del horno crematorio. Mascullaban un "hasta luego" y el coche f¨²nebre, con Emilio, se alejaba. A la ma?ana siguiente, se volv¨ªan a ver. Francisco devolv¨ªa la visita a Emilio y junto a los "buenos d¨ªas" le dejaba unas urnas con ceniza.El viernes pasado, la polic¨ªa desbarat¨® de un tajo la relaci¨®n nocturna de Emilio y Francisco. Desde hace m¨¢s de dos a?os, y con la colaboraci¨®n espor¨¢dica d¨¦ m¨¢s personas, ambos Emilio Paloma, due?o de Pompas F¨²nebres La Popular, y Francisco Yepes, empleado del cementerio de M¨¢laga -trataron il¨ªcitamente los restos humanos procedentes de exhum¨¢ciones y destinados a ser incinerados. La polic¨ªa sostiene, seg¨²n sus declaraciones, que La Popular y otras cuatro funerarias -Funema, Funesur, La Soledad y La Nueva contrataron los servicios de Francisco, para utilizar ilegalmente el horno crematorio.

El negocio era sencillo y mi uy boyante. Las funerarias, de acuerdo con los familiares de los difuntos y con la preceptiva autorizaci¨®n sanitaria, exhumaban los cad¨¢veres a los, cinco a?os de su entierro para incinerarlos y desalojar el nicho. Dados los altos precios del proceso de cremaci¨®n en M¨¢laga -unas 1.00.000 pesetas-, las funerarias ofertaban a sus clientes trasladar los restos a los cementerios de Marbella, Granada y Sevilla. Y ah¨ª llegaba el fraude. En vez de trasladarlos a ellos, eran enviados a Francisco, quien, aprovechando el turno di noche y la puerta trasera del cementerio, pon¨ªa en marcha el horno y cobraba 10.000 pesetas por servicio.

Un dia, a principios de a?o, el encargado de una funeraria le dijo al due?o de La Popular: Emilio, yo que t¨² me andar¨ªa con cuidado; creo que alguien se ha enterado de tus' tejemanejes". Pero no hizo caso. Muy al contrario. "A m¨ª me da igual, como yo no soy el ¨²nico...", respondi¨® al confidente. La segunda advertencia lleg¨® d¨ªas despu¨¦s. Y fue por boca del propio Francisco. Los responsables de Parcemasa, el Parque Cementerio de M¨¢laga, hab¨ªan notado una sucesi¨®n de hechos extra?os: el n¨²mero de cremaciones descend¨ªa sin remedio desde hac¨ªa dos a?os y el consumo de combustible segu¨ªa siendo el mismo; alguien hab¨ªa visto alg¨²n movimiento extra?o en el cementerio por las noches... La primera medida consisti¨® en instalar un sistema de seguridad en el horno para evitar que funcionara desde la medianoche hasta las nueve de la ma?ana.

Francisco le dijo a Emilio que, en tanto amainara el temporal, dejara de traerle restos. Y Emilio as¨ª lo hijo.

El viernes pasado, funcionarios de polic¨ªa descubrieron que el due?o de La Popular dej¨®, efectivamente, de incinerar restos ilegalmente. Pero hizo algo peor. En el garaje de su casa, junto a dos coches f¨²nebres, desvencijados y unos sacos de comida para caballos, , Emilio ten¨ªa, apiladas, amarillentas, unas cajas de madera de unos 70 cent¨ªmetros de lado y un ata¨²d. Un agente, bajo la atenta mirada de otros compa?eros, un secretario judicial, un forense y un abogado de oficio, fue abri¨¦ndolas. Se encontraron restos de m¨¢s de 50 personas y un cad¨¢ver momificado. Junto a cada una, una etiqueta con un nombre.

A la misma hora, dos polic¨ªas de paisano deten¨ªan a Emilio en Fuengirola, a donde hab¨ªa acudido con un veh¨ªculo de su empresa para trasladar el cad¨¢ver de un extranjero. Uno d¨¦ los agentes debi¨® regresar a M¨¢laga a bordo del coche f¨²nebre.