Los cuentos tristes, seg¨²n Jacobs y Monterroso
La pareja re¨²ne una antolog¨ªa que "muestra la evoluci¨®n hacia el relato moderno"
Augusto Monterroso (Guatemala, 1921) y B¨¢rbara Jacobs (M¨¦xico, 1947) son una pareja llena de inteligencia despaciosa y pasi¨®n por la literatura. Vi¨¦ndolos ironizar o re¨ªr cada minuto y medio resulta dif¨ªcil entender c¨®mo un d¨ªa, hace 15 a?os, les dio por compilar los cuentos m¨¢s tristes que conoc¨ªan. Explican que fue volviendo de Nueva Orleans, "la ciudad m¨¢s alegre del mundo". El caso es que lo hicieron, y hoy encuentran la Antolog¨ªa del cuento triste "quiz¨¢ poco recomendable para depresivos, pero muy ¨²til para observar la evoluci¨®n del relato breve". El libro, que incluye 24 cuentos de 22 autores de 14 pa¨ªses -Flaubert, Ch¨¦jov, Joyce...- se reedita ahora en Alfaguara.
La Antolog¨ªa del cuento triste aparece simult¨¢neamente con dos obras personales de los autores: La oveja negra, de Monterroso, y Las hojas muertas, de Jacobs. Negrura, muerte, tristeza... Tres conceptos que no pueden estar m¨¢s lejos de la impresi¨®n de humor a tumba abierta e iron¨ªa suave que deja esta pareja de escritores que se conoci¨® en 1970 en el taller literario que dirig¨ªa Monterroso y se cas¨® seis a?os despu¨¦s.Jacobs y Monterroso aman el humor -"Los genios de la literatura son muy humor¨ªsticos: Cervantes, Quevedo, Moli¨¨re, Rabelais, Shakespeare y Arist¨®fanes", dice ¨¦l-, los cuentos -"La oveja negra de los g¨¦neros", bromea Jacobs- y la vida. Lo que paga, explican en el pr¨®logo de la compilaci¨®n, es que la tristeza es como la alegr¨ªa: "Si te detienes a examinar sus causas, acabas con ella. ?Y qui¨¦n quiere acabar con la tristeza? O deber¨ªamos decir: ?qui¨¦n puede acabar con ella? La vida es triste. Si es verdad que en un buen cuento se concentra toda la vida, y si la vida es triste, un buen cuento ser¨¢ siempre un cuento triste".
As¨ª, que eso es -"Literatura de primera", seg¨²n Monterroso- lo que propone esta reuni¨®n de 544 p¨¢ginas, muestra de dos siglos literarios. El viaje parte de la "tristeza p¨¢lida, ingenua, rom¨¢ntica y l¨¢nguida, usada como moda y como arma de seducci¨®n en el tiempo de Flaubert, Clar¨ªn, Ch¨¦jov, Yv¨¢n Bunin, Melville o Thomas Mann", hasta la melancol¨ªa -y luego la depresi¨®n- del siglo XX, "que es una tristeza m¨¢s solitaria, menos exhibicionista" y que ejemplifican aqu¨ª Joyce, Katherine Mansfield, Dorothy Parker, Faulkner, Rulfo, Onetti, Bellow o el propio Monterroso.
"El requisito era. que fueran buenos, antes que tristes", dice ¨¦l. Y agrega Jacobs: "Aunque todos son b¨¢sicamente tristes, algunos incluso trist¨ªsimos -sobre todo Una nubecilla, de Joyce-, todos despiertan alguna sonrisa en un momento dado. Lo que pasa es que hoy se confunde la risa con la sonrisa, que es la que de verdad hace pensar. La gente no quiere recordar lo triste, lo profundo, lo verdadero".
Algunos, s¨ª, bromea Monterroso: "Todo el que empieza a escribir quiere hacer algo muy triste. Y cuando uno es muy joven, lo m¨¢s triste no es que se te muera tu padre o tu madre, sino escribir sobre la muerte del perro. De lo que se deduce que cada escritor ha matado un perro para alcanzar su meta".
En la Antolog¨ªa hay un ejemplo de eso, el relato Tob¨ªas Mindernickel, de Thomas Mann que, seg¨²n Monterroso "mat¨® el perro y luego escribi¨® La monta?a m¨¢gica". Pero los relatos m¨¢s tristes no tratan de la muerte: "Los peores son esos en que no pasa nada, los que no traen tragedias, ni atropellos, ni perros, ni truculencia. S¨®lo la tristeza absoluta de la vida. Un sue?o realizado, de Onetti; el de Carson McCullers, que no cuenta nada pero es fin¨ªsimo y trist¨ªsimo... Lo que importa es la profundidad. Y estos van al centro de las cosas".
Aunque no creen que sea una lectura muy recomendable para la gente depresiva", tampoco quieren negarle ese placer a nadie: "Nunca hay que resistirse a la emoci¨®n del arte", dice Monterroso, "y nosotros hemos buscado esa tristeza de todos los d¨ªas, dom¨¦stica, suave, asumible, consciente, como una mosca, que suele depositarse en las familias sobre todo los domingos". Y Jacobs: "Adem¨¢s, saber que un autor fue capaz de ponerse a escribir una historia tan triste y que logr¨® acabarla tambi¨¦n puede ser una catarsis".La historia de pap¨¢
A prop¨®sito de acabar, ella emple¨® casi diez a?os en terminar su primera novela, Las hojas muertas, que public¨® en M¨¦xico en 1987 y se edita ahora en Espa?a. "Escrib¨ª ocho versiones distintas, y hasta que no acab¨¦ la octava no sent¨ª que ten¨ªa vida propia. Entonces se la llev¨¦ a mi padre, le dije 'ah¨ª est¨¢ toda tu vida' y corr¨ª a esconderme".La novela arranca con una definici¨®n -"?sta es la historia de pap¨¢, pap¨¢ de todos nosotros" que explica las 140 p¨¢ginas: una voz m¨²ltiple narra desde diversos ¨¢ngulos el retrato biogr¨¢fico y literario de Emil Jacobs. Idealista marginal, hizo honor a su nombre asistiendo en directo al final de todas las utop¨ªas, las hojas muertas que marcaron el camino de la izquierda: primero conoci¨® la Uni¨®n Sovi¨¦tica en los a?os 30, luego perdi¨® la guerra civil espa?ola con la Brigada Lincoln, finalmente se exili¨® en M¨¦xico escapando de la caza de brujas de McCarthy...Jacobs afirma que se siente "heredera de los desenga?os" de este hombre de principios que a¨²n vive en M¨¦xico y que inspir¨® su mirada llena de ternura y nostalgia. Seg¨²n Robert Saladrigas, la novela da muestra de "audaz timidez, cautela y exigencia, pulcritud artesanal, hipercriticismo frente al propio texto -heredado de Rulfo- e inflexible econom¨ªa verbal".
Babelia
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