Un 'olivo' en Galicia
La coalici¨®n de izquierda se enfrenta a su primera prueba de fuerza con el lastre del boicoteo de Anguita
La silueta de la oferta progresista en Galicia es difusa. Para bien y para mal. La antigua candidatura socialista, que sufri¨® un naufragio que parec¨ªa insuperable en las auton¨®micas de 1993, ha llegado a estas elecciones abierta en una alternativa te¨®ricamente m¨¢s amplia, integradora, plural y atractiva y que, sin embargo, corre un riesgo peor que fracasar: perder una ocasi¨®n simb¨®lica e hist¨®rica. En este periodo, el PSOE gallego ha superado el trance de dos congresos, ha cambiado su c¨²pula y se ha aliado con su eterno rival a la izquierda y con el ¨²nico partido verde de Espa?a con el intento de plantar aqu¨ª el primer injerto del olivo pol¨ªtico que abona ya gran parte de Europa. Enfrente, como siempre, Manuel Fraga, algo m¨¢s que un adversario.Aquella lista de hace cuatro a?os ofrec¨ªa un PSdeG dividido por contagio mim¨¦tico de una pugna ajena y ya oficialmente superada entre los renovadores y los guerristas. Ahora ya no hay corrientes, las luchas est¨¢n aparcadas y los personalismos soterrados hasta el d¨ªa despu¨¦s. En las papeletas y los m¨ªtines se ense?an con orgullo tres siglas y s¨ªmbolos tan distintos como el del PSdeG, Esquerda Unida-Esquerda Galega y Os Verdes. Se vende izquierda y ecolog¨ªa para los progresistas de coraz¨®n frente a pasado y oscuridad, un producto que atribuyen a Fraga como pantalla del tapado del PP, Xos¨¦ Cui?a.Para llegar a esa fibra sensible del electorado, el PSdeG y sus socios han tenido que sortear un tortuoso sendero, pleno de deudas y errores. El primero naci¨® de aquel ef¨ªmero Gobierno tripartito de la Xunta, presidido por el socialista Fernando Gonz¨¢lez Laxe y lacrado por el apoyo de cinco tr¨¢nsfugas de la extinta AP. Apenas dur¨® 24 meses, hasta que Fraga retom¨® sus or¨ªgenes.
El siguiente cap¨ªtulo tr¨¢gico ocurri¨® en las auton¨®micas de 1993, cuando el PSOE se decant¨® por contraponer a Fraga el se?uelo renovador de un joven abogado, Antol¨ªn S¨¢nchez Presedo, que nunca ocult¨® sus antipat¨ªas hacia todo lo guerrista. De su candidatura lamin¨® a sus oponentes, entre ellos los seguidores del alcalde de A Coru?a, Francisco V¨¢zquez, uno de los regidores municipales m¨¢s carism¨¢ticos de los socialistas en toda Espa?a. S¨¢nchez cosech¨® algo m¨¢s que una derrota: arrastr¨® al PSdeG al suelo de los votos, unos 340.000, la mitad que el PP, y se retir¨® precipitadamen te a sus negocios. V¨¢zquez asumi¨® entonces la nave a la deriva y, tras un proceso de integraci¨®n que dej¨® cabezas relevantes en el vertedero pol¨ªtico, favoreci¨® hace ahora un a?o la aclamaci¨®n de Abel Caballero "como el ¨²nico candidato posible". Luego, recondujo el discurso subordinado a la pol¨ªtica estatal hacia otro propio, con respuestas m¨¢s din¨¢micas y hasta distintas que las nacionales.Pero nadie duda en Galicia de que ¨¦sta deb¨ªa haber sido la contienda que midiese a Fraga con V¨¢zquez y Xos¨¦ Manuel Beiras.El alcalde coru?¨¦s descart¨® ese formidable combate y ha impuesto un modelo de partido como el catal¨¢n, con un secretario general, ¨¦l, distinto al candidato. Adem¨¢s, V¨¢zquez ya fue, cabeza de cartel en las primeras auton¨®micas y ahora no tendr¨ªa posibilidad legal de compatibilizar la batalla por la Xunta con la alcald¨ªa de su amada y Cuidada ciudad.
Caballero tambi¨¦n ha tenido que dedicar mucha! energ¨ªas a borrar otro lastre, aparte el del alt¨ªsimo grado de desconocimiento con que part¨ªa entre el electorado. En otro tiempo fue, como V¨¢zquez, un destacado guerrista. Precisamente, la pol¨¦mica figura del ex vicesecretario general es una de las que m¨¢s le ha acompa?ado en esta campa?a. Pero, por contra, ha sido el respaldo de Felipe Gonz¨¢lez el que m¨¢s le congratula.A Gonz¨¢lez, terminadas las purgas internas, le convenci¨® que la cita gallega pod¨ªa ser un banco de pruebas inmejorable para apreciar c¨®mo arraiga en Espa?a el experimento del olivo italiano, de la alianza en Alemania entre socialistas y verdes o del acuerdo en Francia entre socialistas, verdes y comunistas. As¨ª, fue ¨¦l, experto en injertos y podas de bonsais, el que revel¨® el ensayo a plantar en el huerto gallego. Desde hace un a?o, cuando se cerr¨® el siempre espinoso asunto del candidato con una opci¨®n que huye del hiperliderazgo, la coalici¨®n se centr¨® en fraguar un ambicioso programa que solidificase por escrito futuras heridas y contradicciones entre los aliados. Esa primera suma inicial de afiliados (23.741 del PSdeG, 1.200 de EU-EG y 120 de Os Verdes) m¨¢s su traslaci¨®n a presumibles votantes (340.000 y 45.000 respecto a las dos primeras formaciones) pretend¨ªa generar una ola de ilusiones que la proyectase hacia su techo, los 500.000 votos recaudados cuando en los carteles est¨¢ Gonz¨¢lez.?se era el plan. Y todo discurr¨ªa entre algodones hasta que el l¨ªder de IU, Julio Anguita, boicote¨® el pacto del PSdeG y EU-EG oficialmente por una cuesti¨®n de tr¨¢mites. La facci¨®n segregada por Anguita restar¨¢ pocos votos, pero ha regalado al PP y sus medios de comunicaci¨®n afines la disculpa para poner en solfa la pretendida virtud de la uni¨®n progresista.Porque EU-EG deb¨ªa nutrir al PSdeG precisamente del prestigio de una formaci¨®n de izquierdas sin compromisos pasados en el Gobierno, un aval personalizado en la reconocida figura del comunista Anxo, Guerreiro y un interesante barniz galeguista.La incorporaci¨®n de Os Verdes, sin arraigo formal entre las asociaciones ecologistas regionales, deb¨ªa suponer un cebo de simpat¨ªa hacia el medio ambiente que cala en la juventud.Detr¨¢s de sus logotipos, la coalici¨®n ha implicado, adem¨¢s, a los principales sindicatos y a colectivos sociales, vecinales y culturales. Esa libertad de no concurrir como rehenes de una sola sigla y tan marcada como la socialista, pese a la ensalada de la que hablan los dirigentes del PP, ha facilitado otra virtud: la reincorporaci¨®n a la pol¨ªtica de determinados dirigentes hist¨®ricos y la movilizaci¨®n de muchos m¨¢s simpatizantes que en otras campa?as.
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