Un feliz reencuentro, chicos
Si con alguien son despiadados los trocks, es con ellos mismos. El espect¨¢culo archifamoso que ironiza alrededor de los m¨¢s s¨®rdidos gui?os esc¨¦nicos del ballet es, en definitiva, un espect¨¢culo serio. Hay humor, pero jam¨¢s se toca el rid¨ªculo, y si algo de esperp¨¦ntico se respira es precisamente lo que de ello a veces tiene lamentablemente el propio ballet. El ballet cl¨¢sico y su mitoman¨ªa. permiten este juego entre amable y amargo, que, como toda alta comedia, establece unas distantes reglas para el buen sonre¨ªr. Aqu¨ª se baila, a veces mal, a veces mejor, dej¨¢ndose la piel y las u?as en giros y equilibrios a toda costa, que le son ajenos por naturaleza. a los int¨¦rpretes. Y es que el fin ¨²ltimo de este espect¨¢culo tiene bastante m¨¢s miga de la que parece, y de hecho cuestiona desde la pervivencia de un repertorio hasta su mantenimiento por las estrellas de ayer y de hoy.El programa est¨¢ lleno de referencias, al pasado no tan reciente del ballet, por ejemplo a la compa?¨ªa del coronel de Basil y hasta a la m¨¢s tard¨ªa del marqu¨¦s de Cuevas, ya que ambas, en sus momentos, usufructuaron el nombre de Montecarlo como una especie de sede imaginaria de la que proven¨ªan sus agrupaciones, lo que la mayor¨ªa de las veces se aten¨ªa poco a la realidad.
Les Ballets Trockadero de Montecarlo
Madrid, hasta el 19 de octubre. Madrid, teatro Alb¨¦niz.
El programa se abri¨® con el segundo acto de El lago de los cisnes, que es quiz¨¢ donde la hilaridad, es m¨¢s manifiesta y popular; le sigui¨® una agud¨ªsima cr¨ªtica del estilo Balanchine y de toda esa supuesta impersonalidad agresiva del nuevo ballet norteamericano. La muerte del cisne plantea, muy serios problemas formales. que m¨¢s de una vez hemos visto en aut¨¦nticas. representaciones de ballet con estrellas en toda regla. Finalmente, en Paquita, otra vez los recreadores del Trockadero arremeten contra la escuela de ballet norteamericano, de la que en el fondo son deudores, pero donde no dejan t¨ªtere con cabeza.
Precedentes
Poca gente sabe que alguna vez la propia Tamara Tum¨¢nova se atrevi¨® a llevar mitones en escenas cl¨¢sicas (ella era reina y due?a y hac¨ªa lo que quer¨ªa), como muy poca gente recordar¨¢ que el adagio del segundo acto de El lago de los cisnes era en realidad un paso a tres en el que interven¨ªa el escudero de Sigfrido como muleta recurrente; y as¨ª las cosas el espect¨¢culo de los trocks discurre m¨¢s para el ballet¨®mano enterado que para el p¨²blico medio, aunque consigue por su calidad divertir a todo el mundo. No puede obviarse una cierta crueldad vengativa cuando un travestido imita a Fontint, a sus pobres extensiones y a sus m¨¢s que rid¨ªculos gestos seudomusicales; lo mismo puede decirse de La muerte del cisne, donde unas claras referencias a los eternos saludos de Alicia Alonso no dejan duda alguna de cu¨¢les son las fuentes de inspiraci¨®n. Quiz¨¢ el ballet cl¨¢sico necesita de esta ducha helada que por una parte pone en su sitio tanto gui?o equivocado, y por otra refresca desde el pasado lo que pueden ser los verdaderos y trascendentes valores de un arte universal.
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