La h¨¦lice de Ra¨²l
Cada semana, Ra¨²l nos obliga a revisar su propia biograf¨ªa y a calcular su verdadera estatura: la ropa crecedera que le hab¨ªamos comprado en rebajas se le ha vuelto a quedar peque?a. Hace un a?o, el el¨¢stico del calz¨®n le llegaba al escudo, las r¨®tulas se le sal¨ªan del perfil, ten¨ªa una sospechosa cara de cig¨¹e?a, y en plena carrera le sobraban mangas por todas partes. Pero de pronto, caemos en la cuenta de que esta criatura medio flaca, medio arisca y medio replegada sobre el ombligo, ha vuelto a enga?arnos. Parece poca cosa, pero sale al campo, se emplaza en la mediapunta y empieza a hinchar el cuello, vena a vena. A partir de ese momento es imprevisible.Un d¨ªa, ante la Real, se la lleva de tac¨®n, tira un arco de medio punto y levanta un gol que ampl¨ªa el repertorio monumental. M¨¢s tarde se relaja, recupera ese aire, inconfundiblemente suyo, de chico de barrio, y dice "quiero ser el n¨²mero uno".
A veces cedemos a la fatiga del observador. Iconoclastas al fin, le miramos de pies a cabeza, torcemos el gesto y tratamos de buscarle alguna sombra que nos permita reconocer a aquel muchachito mal calcificado que compet¨ªa por un pupitre en el instituto, por un asiento en el autob¨²s y por una esquina en el arrabal. Con ese af¨¢n mal¨¦volo, revisamos nuestra galer¨ªa de personajes inolvidables y nos decimos que, mejorando lo presente, aqu¨¦llos s¨ª que ten¨ªan un toque de distinci¨®n.
-S¨ª, pero yo quiero ser el n¨²mero uno.
?D¨®nde est¨¢ el secreto de este intruso? Aquel Johan Cruyff tan aflautado parec¨ªa un muchacho enclenque, pero se transfiguraba en un malabarista. Franz Beckenbauer ni siquiera ten¨ªa problemas de fotogenia: era una escultura mientras esperaba que llegase la pelota, y era una escultura cuando, tac, le daba un cachete paternal. Como todos sabemos, Puskas era un genio modelado por Fernando Botero, y Pel¨¦ se transformaba en tigre como Ronaldo se transforma en Terminator. Entonces, ?d¨®nde est¨¢ la gracia de este chico? "En que quiero ser el n¨²mero uno", responde.
Por fin, el otro d¨ªa nos dio una explicaci¨®n. Seedorf` hab¨ªa tocado de derecha a izquierda; en el extremo de la l¨ªnea, ¨¦l retrocedi¨® dos pasitos, y le peg¨® con tres dedos. Entonces ca¨ªmos en la cuenta de que, como aquel bal¨®n, como las aspas de la h¨¦lice, ¨¦l no progresa en l¨ªnea recta: progresa en espiral.
?No querr¨¢ ser el n¨²mero uno?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.