El Sur no esper¨®
EL PRESIDENTE Clinton ha tardado cinco a?os en bajar al Sur, y al llegar se ha encontrado con que los pa¨ªses de la zona no le hab¨ªan esperado para organizarse. Clinton ha viajado a Venezuela, Brasil y Argentina con su proyecto de ?rea de Libre Comercio de las Am¨¦ricas (ALCA) bajo el brazo. Pretend¨ªa engancharlos a su tren, pero los suramericanos se hab¨ªan montado en el suyo propio y echado a andar. La prioridad en esta zona, una de las econ¨®micamente emergentes del mundo, est¨¢ ahora en el afianzamiento y profundizaci¨®n de Mercosur, el proyecto de integraci¨®n regional en el que participan Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, y al que est¨¢n asociados Chile y Bolivia: m¨¢s de 200 millones de habitantes y el cuarto PIB regional de la tierra.Resulta incre¨ªble -y claramente equivocado- que ning¨²n presidente de Estados Unidos hubiese viajado a Brasil desde 1982, cuando Ronald Reagan salud¨® a los brasile?os creyendo que se encontraba en Bolivia. Si a ello se a?ade la descortes¨ªa de los an¨¢lisis p¨²blicos del Departamento de Estado sobre la corrupci¨®n local y se recuerda que este pa¨ªs de casi 160 millones de habitantes est¨¢ considerado la mayor potencia, presente y futura, en el subcontinente, no resulta extra?o la frialdad de la acogida deparada a Clinton en Brasil.
Fernando Henrique Cardoso, -el l¨ªder m¨¢s destacado de toda la zona- no se mordi¨® la lengua al aclararle p¨²blicamente a Clinton que el gran proyecto de Brasil se llama Mercosur, aunque est¨¦ a m¨¢s largo plazo dispuesto a compartir el proyecto ambicioso de un gran mercado panamericano "de Alaska a Tierra del Fuego" para el 2005. Tambi¨¦n fue expl¨ªcito el presidente brasile?o al declarar que "el nuevo orden global no puede ser impuesto, sino, compartido". Un aviso a las tentaciones unilateralistas de la actual ¨²nica superpotencia y una advertencia a quienes siguen viendo a Suram¨¦rica como su patio trasero. Mercosur ha de concluir en 1999 un acuerdo de libre comercio con la Uni¨®n Europea, que se adelanta, as¨ª, a Estados Unidos.
Argentina tiene una posici¨®n m¨¢s matizada que Brasil. Despu¨¦s de todo, las estadounidenses ocupan el primer lugar entre sus inversiones, lo que ha tenido un reflejo en la calurosa recepci¨®n del Gobierno de Carlos Menem a Clinton, s¨®lo en parte ensombrecida por algunas manifestaciones de repulsa en la calle. Clinton ha correspondido al declarar a Argentina como un aliado extra-OTAN estrat¨¦gico para Washington: algo que Menem ha buscado con ah¨ªnco con el activo apoyo argentino a las iniciativas de Estados Unidos en la guerra del Golfo o en Bosnia.
Clinton ha llegado tarde a Suram¨¦rica; aunque no demasiado tarde. Encantador de serpientes cuando sabe desplegar sus artes seductoras, ha reaccionado con mano izquierda. Les ha dicho a los suramericanos que ¨¦l defiende Mercosur, "tambi¨¦n una buena cosa para EE UU", compatible con su gran proyecto continental. Clinton, inteligentemente, no ha planteado ninguna confrontaci¨®n. Pero no hay duda de que Washington se hab¨ªa dormido en sus laureles con su desprecio a Am¨¦rica Latina. Tal vez porque no represente m¨¢s de un 7% (M¨¦xico excluido) de las exportaciones de EE UU, o quiz¨¢ por la prioridad otorgada estos a?os al NAFTA (Zona de Libre Comercio del Atl¨¢ntico Norte). A lo que hay que a?adir las dificultades derivadas de no poder negociar acuerdos comerciales con pa¨ªses de la zona -sobre todo con Chile, deseoso, de engancharse al NAFTA- dada la necesidad de contar con el permiso del Congreso -el llamado fast-track (v¨ªa, r¨¢pida)-, que espera Clinton para poder firmar tratados directamente, y que espera conseguir en breve. ?sta puede ser una palanca esencial para una nueva pol¨ªtica latinoamericana por parte de Washington. Y en ella podr¨ªa enmarcarse tambi¨¦n una cierta flexibilizaci¨®n de la pol¨ªtica hacia Cuba. En Argentina, Clinton ha dejado caer que estar¨ªa dispuesto a hacer gestos hacia Cuba si el r¨¦gimen castrista diera alguna muestra de apertura. De lo que, de momento, no hay noticia desde La Habana.
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