Dos gestos de una luchadora
Conoc¨ªa la adversidad, tuvo que aprender a convivir d¨ªa tras d¨ªa con ella y acab¨® sinti¨¦ndose m¨¢s suelta y libre, m¨¢s en su medio natural, si se ve¨ªa obligada a hacer su tarea luchando contra ella. Y cuando Pilar Mir¨® emprend¨ªa algo en lo que cre¨ªa, quienes la conocieron saben que no era f¨¢cil detenerla. Hizo muchas, quiz¨¢s demasiadas cosas, quiz¨¢s porque necesitaba -era su anestesia, como su hosquedad era el humo de su vulnerabilidad- multiplicarse, lo que la condujo a gastar esfuerzos a veces por debajo de s¨ª misma. Pero era magn¨ªfico verla crecerse cuando asomaba frente a ella el hocico de alguna zancadilla; y tal vez de ah¨ª proviene ese poderoso rasgo de car¨¢cter que desprenden sus mejores trabajos, el hecho de que los m¨¢s vigorosos y clarividentes fuesen siempre aquellos que ten¨ªa que sacar adelante a brazo partido, contra alguien o, en su c¨®digo de superviviente, contra algo.Hay dos trabajos en los que Pilar Mir¨® hizo un primoroso autorretrato de esa su condici¨®n de luchadora. Uno es muy reciente y lo desencaden¨® la burla incr¨¦dula de los entendidillos que son¨® a sus espaldas, cuando un d¨ªa le dio por ponerse razonable y dedujo -no hace falta decir que se enzarz¨® inmediatamente, manos a la obra, en ello- que si en Inglaterra es, no s¨®lo culturalmente sino tambi¨¦n econ¨®micamente, rentable llevar literalmente a Shakespeare a la pantalla no ve¨ªa raz¨®n alguna para que no ocurriese lo mismo con Lope de Vega aqu¨ª, en Espa?a; y de aquel su terco empe?o contra la estupidez de la corriente extrajo, entre una mara?a de cortocircuitos bancarios, aquel maravilloso Perro del hortelano, una obra mayor del cine espa?ol, su mejor pel¨ªcula y el m¨¢s sereno y equilibrado de cuantos trabajos de creaci¨®n emprendi¨®, pues en su ra¨ªz estaba ese empe?o de hacerlo contra algo y esto sosegaba parad¨®jicamente su mirada, le hac¨ªa ir m¨¢s recta al grano y m¨¢s de espaldas a la tentaci¨®n ret¨®rica.
El otro trabajo es m¨¢s lejano y de otra estirpe: su c¨¦lebre -y calumniado, aunque muchos de quienes escupieron sobre ¨¦l han tenido o tendr¨¢n que tragarse su saliva- decreto de enero de 1984, tras ser nombrada Directora General de Cinematograf¨ªa. Esta, torpe y atropellada pero audaz y en¨¦rgica, medida sac¨® con un s¨®lo gesto al cine espa?ol del pozo en que la (est¨²pida y suicida) legislaci¨®n de la UCE) le hab¨ªa hundido. Y ah¨ª, en esa decisi¨®n de poner en marcha una medida incompleta, pero con la fertilidad que en pol¨ªtica adquieren los hechos consumados -una medida que Pilar Mir¨® sab¨ªa que antes o despu¨¦s alguien volver¨ªa como un boomerang contra su autora, como as¨ª ocurri¨®-, comenz¨® el punto sin retorno de los 13 ¨²ltimos a?os de la historia de un cine que -contra viento y marea y casi desde la nada- se ha convertido en uno de los dos o tres que hoy tienen algo propio que decir en Europa.
Hace unos meses, a ra¨ªz del penoso juicio sumar¨ªsimo del actual responsable de la Secretar¨ªa de Cultura, en el que sentenci¨® a estos 13 a?os desencadenados por la clarividencia de Pilar Mir¨® como "los m¨¢s nefastos de la historia del cine espa?ol", pregunt¨¦ a la cineasta si se dio cuenta, cuando lo sac¨® adelante, del atolladero en que acabar¨ªan meti¨¦ndola sus adversarios pol¨ªticos. Me contest¨®: "Me di cuenta del todo a?os despu¨¦s, pero para entonces lo que yo hab¨ªa querido poner en marcha -que la iniciativa del rescate del cine viniese de los cineastas y no de los pol¨ªticos y los negociantes- ya estaba funcionando y no hab¨ªa manera de dar marcha atr¨¢s. No fue un decreto generoso, sino completamente ego¨ªsta, porque le di forma definitiva pensando en m¨ª. Me pregunt¨¦: ?Qu¨¦ hago yo en un despacho de un ministerio, si lo m¨ªo es hacer pel¨ªculas? Y me respond¨ª que en aquel momento lo m¨ªo era hacer posible que pudiera hacerlas. Y eso es lo que pretend¨ªa el decreto, que yo pudiera hacer pel¨ªculas". No a?adi¨® que lo consigui¨®, pero ah¨ª est¨¢n "los 13 a?os m¨¢s nefastos de cine espa?ol" para decirlo con elocuencia: Pilar Mir¨® pudo hacer gracias a s¨ª misma pel¨ªculas, pero el resto de sus colegas, en activo o por hacerse, pudieron y pueden ahora seguir diciendo lo mismo que ella.
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