Ciudadan¨ªa
La ¨²ltima vez que se le oy¨® hablar con esa voz detenida pero firme, met¨¢lica, casi opaca, atada a un hilo de cansancio, fue en las escalinatas del Teatro Real, anteanoche; el domingo anterior, cuando era su santo, estuvo sentada en el palco del partido de f¨²tbol contra el racismo; la ma?ana siguiente a la boda real que ella retransmiti¨® discuti¨® en la radio sobre algunos aspectos de ese pen¨²ltimo trabajo: le daba la raz¨®n a sus cr¨ªticos, y lo hac¨ªa con la sensatez que le fue dando una madurez escrita a hachazos en su biograf¨ªa; firm¨® manifiestos, antes y ahora, estuvo contra esto y aquello, fue a congresos contrapuestos, conserv¨® amistades por encima de sus propias actitudes, de las suyas y de las ajenas, era una mujer extra?amente libre e insobornable; cuando pas¨® el tiempo, el desd¨¦n de algunos por su trabajo se troc¨® en reconocimiento, y ahora la televisi¨®n y el cine, a los que dedic¨® sus velas profesionales, saben hasta d¨®nde lleg¨® su af¨¢n, y su desprendimiento; fue m¨¢s lejos que muchos en la b¨²squeda del ejercicio de la ciudadan¨ªa, y eso la hizo una mujer comprometida a la que muchos quisieron borrar como se borran los mapas; fue digna en la derrota y en el triunfo escap¨® tambi¨¦n de la solemnidad fatua; sus sufrimientos no fueron f¨ªsicos tan solo, y cuando tambi¨¦n fueron morales los sobrepas¨® como si eso formara parte de una apuesta personal que debi¨® hacerse a s¨ª misma al principio de su vida. Era una mujer especial; se la ve¨ªa de acero, pero desprend¨ªa una profunda sensaci¨®n de ternura, t¨ªmida y c¨¢lida. Era solitaria y ensimismada, pero con ese car¨¢cter que parec¨ªa volverse hacia s¨ª misma, esta mujer que se hab¨ªa enamorado de Gary Cooper, era tambi¨¦n multitudinaria, una mujer que iba con pasi¨®n pero con melancol¨ªa, como si dudara del porvenir, all¨ª donde la realidad le reclamara.Nadie le podr¨¢ restituir ya las palabras que mereci¨® y que se le hurtaron; da rabia pensarlo. Los que no pod¨ªan sospechar este otro rasgo de su car¨¢cter se asombrar¨ªan de saber cu¨¢nta gente, y cu¨¢n hondamente, echar¨¢ de menos el apoyo moral que prestaba a la soledad ajena. Habr¨¢ que terminar como ella acababa las largas conversaciones de cualquier tiempo, de los tiempos buenos y de los tiempos malos: un beso en la coronilla.
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